_
_
_
_

El Gobierno británico baja un punto el precio del dinero para acallar el descontento social

Enric González

El Gobierno británico imprimió ayer el enésimo giro a su errática política económica. Sólo tres días después de sugerir en el Parlamento que los tipos de interés se mantendrían altos durante una larga temporada, el canciller del Exchequer (ministro de Finanzas), Norman Lamont, los ha rebajado en un punto. El abaratamiento del dinero ha sido recibido con absoluta sorpresa por los mercados monetarios, que lo interpretan como un intento de amansar la tormenta levantada por el cierre parcial de la industria carbonífera.

El gobernador del Banco de Inglaterra, Robin Leigh-Pemberton, advirtió la semana pasada que era necesario mantener altos los tipos para frenar la caída de la libra. El canciller del Exchequer, Norman Lamont, afirmó después ante el Comité de Finanzas de la Cámara de los Comunes que la lucha contra la inflación seguía siendo el eje de su estrategia y que no estimularía artificialmente la economía con reducciones de tipos. Y, sin embargo, ayer recortó en un punto el precio del dinero, que queda en el 8%. "Es una forma de hacer las cosas realmente extraña", dijo un analista de la City a la agencia Press Asociation.El anuncio fue bien recibido por el público británico, cuyos agobios ante la recesión empiezan a hacerse insufribles. Pero suscitó inquietud en medios financieros. El recorte de tipos colaborará a mantener el buceo -que no flotación- de la libra hacia simas impensables. Y esa constante devaluación de la divisa asegura, a su vez, un rebrote de la inflación a medio plazo, lo que permite prever futuros encarecimientos del dinero. Ayer la libra perdió dos fennings frente al marco alemán.

Miedo a la impopularidad

"Esta decisión es perfectamente coherente con nuestra política antiinflacionista", aseguró ayer Lamont. "Podíamos bajar los tipos porque no se perciben síntomas de inflación, así que, ¿por qué no hacerlo hoy mismo [por ayer]? No pretendemos desviar la atención sobre la crisis industrial, sino animar la economía", dijo John Major. Pese a ambas declaraciones, los acontecimientos de esta semana -anuncio de que no bajarían los tipos, anuncio precipitado sobre el carbón, anuncio de que bajan los tipos- son interpretados, por los analistas como claros síntomas de pánico del Gobierno por su rampante impopularidad.

El cierre del 70% de las minas de British Coal y el despido de 30.000 mineros, que arrastrarán en su viaje a la cola del subsidio a otros 60.000 o 70.000 empleos auxiliares, ha sido la gota que ha desbordado la paciencia de los británicos. No sólo porque British Coal y sus trabajadores habían hecho un descomunal esfuerzo en búsqueda de la competitividad, ni porque la coyuntura -con casi tres millones de parados- es altamente inapropiada. El elemento más alarmante de la crisis carbonífera ha sido la frivolidad e improvisación mostrada por el Gobierno en un asunto de tanto calibre.

El canciller del Exchequer fue informado de pasada, el ministro para Gales -una región afectada por los cierres- se enteró por los periódicos, y el propio responsable directo, Michael Heseltine, admitió que pensaba hacer el anuncio más adelante y ante el Parlamento, pero que se había anticipado "porque la noticia se había filtrado a la prensa". El debate parlamentario sobre British Coal, la semana próxima, se presenta muy tormentoso. Varios parlamentarios tories se oponen al cierre, y el ultraconservador Winston Churchill (hijo del viejo líder) se personó ayer en una mina de su circunscripción para prometer que "el proyecto sobre British Coal será derribado en Westminster".

La economía británica carece de rumbo desde la salida del Sistema Monetario Europeo (SME). Y las críticas ya no se dirigen al canciller del Exchequer, cuya situación es de absoluta interinidad. Las críticas apuntan directamente al primer ministro, John Major. Major obtuvo el liderazgo de los tories y ganó las elecciones de abril con cuatro compromisos: Maastricht, SME, libra fuerte e inflación baja. Pero Maastricht no seduce a los británicos, la libra se ha caído del SME y se deprecia a velocidad de vértigo, y todos los pronósticos apuntan a un rebrote de la inflación, que podría rondar el 6% en junio, según el Barclays Bank.

Los mineros ganan la primera batalla

El desmantelamiento parcial de British Coal ha sufrido su primer tropezón legal. Un juez de la High Court (similar a la Audiencia Nacional española) ha forzado el aplazamiento de los primeros cierres, previstos para ayer, al demorar hasta el próximo viernes una sentencia sobre la presunta ilegalidad de la decisión de la compañía carbonífera.El sindicato radical Unión Nacional de Mineros (UNM) denunció anteayer el cierre ante los tribunales, con el argumento de que tanto la ley británica como la comunitaria exigen que en estos casos se informe previamente a los representantes sindicales. El juez Vinelott, que debía dictar sentencia ayer a las 2 de la tarde, se concedió una semana más para estudiar el caso. Los abogados del sindicato interpretaron el retraso como "un primer triunfo para nosotros y un grave problema para la empresa". Los abogados de British Coal dijeron, por el contrario, que "no existe problema, sino una moderada alteración en el calendario".

El aplazamiento permitirá a 5.095 mineros trabajar, al menos, una semana más. Y confirma la impresión de que los sindicatos utilizarán todo tipo de recursos legales para demorar los despidos. Ni siquiera el UNM, donde se refugian los sindicalistas más radicales del Reino Unido, quiere arriesgarse a incurrir en la ilegalidad y a enajenarse la simpatía del público con una huelga contra una decisión gubernamental. La estrategia que diseñan los sindicatos incluye manifestaciones, maniobras publicitarias y argucias legales, relegando la huelga -cuya efectividad resulta dudosísima, dadas las enormes reservas de carbón- a la condición de último recurso.

El ministro de Industria, Michael Heseltine, abrirá el -curso parlamentario el lunes con una comparecencia ante la Cámara de los Comunes para explicar el asunto. Dos días después se celebrará un debate. Y los mineros pueden hallar en él a unos aliados impensables: los diputados tories. Marcus Foxx, presidente del influentísimo grupo conservador Comité 1922, dijo ayer que "la escala de las propuestas gubernamentales sobre British Coal es inaceptable".

Tu suscripción se está usando en otro dispositivo

¿Quieres añadir otro usuario a tu suscripción?

Si continúas leyendo en este dispositivo, no se podrá leer en el otro.

¿Por qué estás viendo esto?

Flecha

Tu suscripción se está usando en otro dispositivo y solo puedes acceder a EL PAÍS desde un dispositivo a la vez.

Si quieres compartir tu cuenta, cambia tu suscripción a la modalidad Premium, así podrás añadir otro usuario. Cada uno accederá con su propia cuenta de email, lo que os permitirá personalizar vuestra experiencia en EL PAÍS.

En el caso de no saber quién está usando tu cuenta, te recomendamos cambiar tu contraseña aquí.

Si decides continuar compartiendo tu cuenta, este mensaje se mostrará en tu dispositivo y en el de la otra persona que está usando tu cuenta de forma indefinida, afectando a tu experiencia de lectura. Puedes consultar aquí los términos y condiciones de la suscripción digital.

Archivado En

Recomendaciones EL PAÍS
Recomendaciones EL PAÍS
Recomendaciones EL PAÍS
_
_