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El Departamento de Estado, ordenó investigar si Clinton quiso renunciar a su nacionalidad

La sombra del escándalo político se cernió ayer sobre la Casa Blanca al informar el diario The Washington Post que el Departamento de Estado había ordenado una minuciosa investigación de los archivos de sus embajadas en el Reino Unido y Noruega en busca de datos sobre Bill Clinton, candidato demócrata a la presidencia. La búsqueda, infructuosa, tenía como objetivo conseguir documentos que acreditasen el rumor de que Clinton había renegado de la nacionalidad norteamericana en sus años de estudiante en Londres e incluso había solicitado la ciudadanía noruega. La campaña contra Clinton fue calificada por los demócratas como un rebrote del más genuino macartismo, que dominó la escena política norteamericana en los años cincuenta.

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Este tipo de maniobras se han convertido en el eje del ataque republicano en estas últimas semanas de la carrera electoral. El diario de la capital norteamericana, que ha expresado editorialmente su apoyo al candidato demócrata precisó que la investigación fue ordenada por la directora general de asuntos consulares del Departamento de Estado, Elizabeth Tamposi, el pasado 1 de octubre, coincidiendo con la campaña de los republicanos contra Clinton. Un portavoz del Departamento de Estado negó que se hubiera actuado por motivos partidistas y atribuyó la investigación a la solicitud efectuada por varios medios de comunicación para que se hicieran públicos todos los documentos posibles sobre el pasado del candidato demócrata.La actitud de Clinton contra la participación norteamericana en la guerra de Vietnam durante su época de estudiante en Oxford (Reino Unido) en 1969 se ha convertido en el eje de batalla del Partido Republicano en estas elecciones. Los asesores de Bush consideran que Clinton no ha explicado con suficiente claridad su pasado, lo que le convierte en un político poco fiable. El vicepresidente, Dan Quayle, machacó una y otra vez la consigna republicana -"Clinton es un mentiroso"- en el debate del pasado martes.

Pero este tipo de maniobras pueden volverse contra los republicanos. De hecho, ya no utilizan el viaje de Clinton a Moscú, presentado al principio como algo siniestro vinculado a las campañas comunistas contra la guerra de Vietnam, al darse cuenta de que estas acusaciones no eran bien recibidas por la opinión pública. El juego sucio, la difamación y la propaganda negativa que tuvieron su sitio en otras campañas presidenciales ya no son de recibo para la sociedad norteamericana, que desconfía cada vez más de las triquiñuelas, electorales.

Lo que importa son los hechos acreditados, sobre todo los que afectan a la economía de la familia media. Y en ese sentido Ross Perot va a tener que dar explicaciones sobre el pago de sus impuestos. Según una información que publicó el miércoles el tabloide Newsday, el millonario tejano paga menos impuestos que cualquier familia media norteamericana. Aunque Perot pagó casi 16 millones de dólares en impuestos el pasado año, sus ingresos habían sido de más de 230 millones de dólares, lo que supone que su tramo impositivo se sitúa en el 6,2%, muy por debajo de la media de las familias norteamericanas.

El hecho de que Perot pague tan pocos impuestos no implica que haga nada ilegal, ya que cuenta con buenos asesores fiscales que buscan para sus inversiones la mayor rentabilidad con el mínimo coste. Lo que puede resentirse es su credibilidad cuando pide sacrificios al pueblo norteamericano.

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