El padre, el hijo y el arte
Sin duda, no hay mejor aplicación para el dicho francés de cherchez l'homme que una colección de arte. Pues bien, el hombre en cuestión fue Hein rich Thyssen-Bornernisza (1875-1947), que en la época dorada del coleccionismo privado burgués, pero sobre todo si el burgues era un acaudalado empresario nor teamericano, se dedicó a ha cer lo que estos últimos ha cían y justo lo contrario de lo que la mayor parte de nobles europeos venían practicando desde fines del siglo XVIII: comprar obras de arte antiguas. Además de con la proliferación de los más brillantes expertos que actuaban por libre, Heinrich Thyssen- Bornemísza planteó su colección bajo la influencia y el asesoramiento de celebrados especialistas, cuya amistad frecuentó, como M. J. Friedländer, B. Berenson o F. Dörnhöffer, lo que explica indirectamente cada uno de los episodios con que se fue construyendo el contenido de su colección, que ya consiguió asombrar al gran público con motivo de haber sido exhibida, por primera vez, en 1930, 10 años después de haber sido iniciada, en la Neue Pinakothek de Múnich.Fue tal el éxito crítico obtenido con esta iniciativa que el barón decidió adquirir, en1932, la Villa Favorita, en la localidad suiza de Castagnola, próxima a Lugano, donde acondicionó un ala, dotada de los entonces más modernos elementos museológicos, para conservar su colección. Al morir el barón, en 1947, dejando una muy considerable colección de obras maestras del arte antiguo occidental, su primogénito, Hans Heinrich Thyssen-Bornernisza, el actual barón, nacido en 1921, no sólo trató de volver a reunir lo que se había repartido entre los diversos herederos, sino que continuó completando la misma, decidiendo, a partir de los sesenta, abrir un nuevo frente dedicado al arte de nuestra época.
Con este interés por el arte contemporáneo, Thyssen, hijo, no hizo sino mostrar la misma sintonía con su contexto que la que antes había exhibido Thyssen, padre, pues no en balde la historiografía artistica ya había abandonado su tradicional recelo frente a la creación contemporánea de vanguardia, pero, además, pudo demostrar esa poderosa intuición y gusto personales que sólo resplandecen cuando se ha de reaccionar frente a obras de arte actuales, ante las cuales no hay ninguna red histórica de seguridad. Es, en definitiva, como si a la científica prudencia del padre, el hijo hubiera añadido el condimento sustancial de la pasión, lo que convierte al arte en una experiencia completa.
Babelia
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