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Se estudia a Colón con la soberbia de la modernidad, afirma Daniel Boorstin

Los últimos 30 años en España constituyen un buen ejemplo de lo inesperado, nuevo punto de vista que desafía a los historiadores y hace meditar al norteamericano Daniel J. Boorstin, autor de Los conquistadores y ex director de la biblioteca del Congreso de Estados Unidos, sobre las diferentes maneras de afrontar el tiempo por científicos y artistas.

Mientras los científicos son jubilados por el tiempo, que les va superando, los artistas lo trascienden pues las obras de arte se acumulan, dijo Boorstin durante una conferencia titulada Preparándose para lo inesperado, que ayer inauguró un ciclo de la Fundación Banesto acerca de la Cultura de la Conservación. El historiador afirmó que inesperado era que España se convirtiese en un país libre y democrático, con sus antecedentes y en el reinado de un descendiente de Luis XIV. Boorstin, ex profesor en Chicago y en Cambridge, admitió que él hecho de que eso fuera inesperado pudiera deberse en parte a la ignorancia y a la leyenda negra.En España se habla mucho de los descubridores pero se les comprende poco, piensa Boorstin. "En mucho de lo que se escribe sobre Colón se observa la soberbia de la modernidad", con la pretensión característica de nuestro tiempo de que, al lado de nuestros gigantescos descubrimientos, "no pudo haber héroes en el pasado".

A juicio del historiador, los descubridores "buscaban el progreso", y lo obtuvieron: pues después de Colón y de Americo Vespucio, el europeo no sólo sabía más -y sobre territorios de momento inútiles-, sino que sabía que muchos de los conceptos de los que procedía, como la visión del mundo de Ptolomeo, habían sido superados: el vértigo de lo nuevo junto a una profunda orfandad.

Según Boorstin, la constancia de la ignorancia puede ser extraordinariamente útil, pues "el gran obstáculo para el progreso no es la ignorancia sino la ilusión de la sabiduría". Director durante una década de la Biblioteca del Congreso, la mayor del mundo (120 millones de entradas en su fichero, 6.000 empleados, 2.500 millones de pesetas de presupuesto anual), Boorstin concluyó afirmando: "Los técnicos pueden estar al servicio de los humanistas, pero no a la inversa".

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