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Trapicheo para cubrir objetivos

La reforma de la Carta de las Naciones Unidas, para modificar la composición del Consejo de Seguridad, deberá ir aparejada de un saneamiento de las finanzas de la organización, que hace auténticos malabarismos para poder sobrevivir. El trapicheo consiste, por ejemplo, en sustraer fondos de una operación de mantenimiento de la paz para hacer frente a los pagos mensuales y reponer después ese dinero echando mano de adelantos hechos por algunos Estados miembros para el envío de cascos azules a otra región del mundo.

La situación tiende además a agravarse. El coste de las operaciones de paz decididas en los últimos 12 meses asciende a 3.000 millones de dólares (más de 300.000 millones de pesetas, al cambio actual). La falta de liquidez explica que, por primera vez, una operación de las Naciones Unidas, la que se inspira en la resolución 776 sobre el incremento de las fuerzas de las Naciones Unidas (Forpronu) en Bosnia-Herzegovina, corra totalmente a cargo de los ocho países que enviarán contingentes a la ex república federativa yugoslava.

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La culpa de esta casi bancarrota recae sobre los Estados miembros que deben a la organización 164.430 millones de pesetas; casi el doble de su presupuesto anual. Estados Unidos es el principal deudor, seguido de Rusia y África del Sur. España es uno de los pocos Estados que no debe a la ONU.

Para hacer ahorros, el secretario general de la ONU, Butros Gali, ha suprimido una quincena de puestos de altos cargos y tiene la intención de reducir la burocracia de algunas agencias dependientes de su organización, cuyos efectivos han sido ya rebajados en un 11% desde 1987. Estas medidas son, sin embargo, insuficientes, y en su informe del 16 de septiembre, Gali preconiza remedios mucho más radicales.

Solicita que los deudores paguen a las Naciones Unidas intereses sobre la cantidad pendiente; pide que la organización pueda contraer créditos en los mercados financieros, y propone la creación de una reserva de 50 millones de dólares (5.000 millones de pesetas) para cubrir la primera etapa de cualquier operación de paz. Otras ideas más atrevidas consisten en cobrar una tasa sobre el tráfico aéreo que atraviese zonas cuya seguridad depende de la ONU y un impuesto sobre la venta de armas que revierta a las arcas de la ONU.

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