Retrato al piano de una generación rota
Rosa Torres PardoRosa Torres Pardo (piano). El Grupo de los Ocho. Obras de Bautista, Remacha, García Ascot, Rodolfo Halffter y Ernesto Halffter. Ciclo Madrid Villa y Corte. Museo del Prado. Madrid, 21 de septiembre.
Los lunes musicales del Museo del Prado son una de las propuestas más coherentes, rigurosas e imaginativas del Madrid Cultural, un recorrido importante por el patrimonio musical de la capital. Le tocó ayer el turno al Grupo de los Ocho o Grupo de Madrid, perteneciente a la Generación de la República, también llamada generación del 27 por afinidades de espíritu con el movimiento literario del mismo nombre. Las circunstancias históricas, la guerra, el exilio, destrozaron la continuidad de las trayectorias musicales; el paso del tiempo contribuyó al olvido.
Rosa Torres Pardo les recuerda a través del plano. No es el repertorio habitual de esta intérprete, en plena madurez artística sin todavía llegar a los 30 años. Por ello sorprende más su identificación con estos pentagramas, la entrega con que los sirve.
Clara y limpia en la ejecución, con gracia en la expresión, sutil en la creación de atmósferas, Torres Pardo desentrañó los aspectos cercanos al impresionismo de la suite Colores, de Julián Bautista, y de la primera de las tres piezas para plano de Fernando Remacha, El ferretero de Tudela, tan injustamente relegado.
Los luminosos preludios de Rosita García Ascot o las dieciochescas sonatas de El Escorial y el microcosmos de las Once bagatelas de Rodolfo Halffter fueron expuestas, por Rosa Torres Pardo de forma primorosa, así como el Homenaje a Poulenc del mismo autor, ofrecido como propina.
Sugerencia y brillantez
No fue menor el grado de sugerencia y brillantez mostrado en las páginas de Ernesto Halffter, Danza de la pastora, Danza de la gitana, un mundo "entre Scarlatti y Falla', como apunta José Manuel Berea en sus acertados e ilustrativos comentarios del programa de mano del concierto.La pianista madrileña nos paseó con vitalidad y convicción por un universo sonoro lleno de encantos, en su combinación de neoclasicismo con aires populares, de herencias de Soler y Falla con ecos de Debussy. Fue, en su sencillez, una lección de historia, sin demagogia ni falso didactismo. Nos ayudó a ver lo que pudo ser y no fue (pero, en cualquier caso, es); nos recordó una vez más la crudeza de la amnesia.
Rosa Torres Pardo, con su atractiva, sonrisa y su desen vuelto y a la vez elegante vestuario en rojos, dio un ejemplo certero de cómo un concierto de música se puede convertir en un acto de recuperación cultural, sin que la música pierda, por ello su frescura, su diversión y su espontaneidad.
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