El tratado está en ambar, dicen los derrotados
En los próximos días se sabrá qué razones han llevado a los franceses a ratificar Maastricht, cuál ha sido la fuerza de la convicción europeísta y cuál ha sido el peso del miedo al vacío que hubiera representado un triunfo del no. Anoche, esos bollos no habían entrado todavía en el horno de los analistas. Anoche, simplemente, reinaba el alivio.
Jacques Delors, el francés que preside la Comisión Europea, no ocultaba la inquietud con que había seguido el referéndum organizado por su correligionario François Mitterrand. Desde las oficinas de la Comisión en París, calificó la victoria del sí de "progreso decisivo para la Comunidad Europea".
Todo se salvó por un puñado de votos. La construcción europea y la posición de Francia en el sueño que ella misma alumbró. La amistad franco-alemana y la posibilidad de que algún día Europa pueda hablar con una sola voz frente a sus aliados y, sin embargo, competidores norteamericanos y japoneses. La perspectiva de encontrar una solución común a las actuales tensiones monetarias y el objetivo de que en el año 2000 millones de jóvenes de lenguas y culturas diferentes consideren el Viejo Continente como un hogar común.
La satisfacción del 'no'
Derrotada, aunque satisfecha por haber podido expresar su fuerza, quedó casi la mitad de Francia. A favor del no votaron ayer obreros, campesinos, empleados y artesanos, que habían terminado por identificar las miserias de sus vidas cotidianas con la construcción europea. Pero su victoria no sólo hubiera asestado una puñalada mortal a la construcción europea, sino que, a nivel doméstico, hubiera sido un salto en el vacío.
"Maastricht", afirmó el socialista Jean Pierre Chevénement, uno de los adalides del no, "cuenta a partir de ahora con una luz ámbar, pero no con una luz verde. Hay que renegociar ese tratado para incluir el no de la mayoría de los daneses y el no del 48,5% de los franceses. Millones de daneses y franceses han expresado una demanda de mayor democracia y una justicia social que no están en el tratado".
"Pese a las presiones ejercidas, los llamamientos al miedo, una manifiesta falta de equidad en el tratamiento de los medios de comunicación, la mitad de los franceses ha osado expresar su opinión contraria a ese tratado", dijo el gaullista Philippe Séguin.
El líder del ultraderechista Frente Nacional, Jean-Marie Le Pen era uno de los hombres más felices de la velada. "Muchos franceses", dijo, "no se han atrevido a votar tal como deseaban porque durante semanas se les ha presentado un cuadro apocalíptico".
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