El tren, sólo para aterrizajes
Los 16 millones de viajeros de Barajas disponen únicamente de 11 autobuses
El pasajero ha conseguido rescatar a tiempo sus dos maletas de la cinta transportadora. Docenas de personas se agolpan ante la salida, aunque nadie le espera con las llaves del coche en la mano. El vuelo ha sido perfecto, pero sólo tiene dos medios de transporte para llegar desde el aeropuerto hasta el centro de Madrid: el taxi (unas 1.600 pesetas) o el autobús (275 o 125 pesetas). Al igual que los 16 millones de pasajeros que pasan al año por Barajas, deberá someterse a la bajada de bandera o esperar a alguno de los 11 autocares de servicio público.
Jacques, un ingeniero francés de 52 años, se dirigía anteayer al aeropuerto en un vehículo de la línea Colón-Barajas después de asistir a un congreso en la Universidad Complutense. "Ningún problema, el autobús es cómodo y su parada está bien situada", dice. Ha apurado su estancia en Madrid para llegar una hora antes de la salida del vuelo de Iberia a París. "En el aeropuerto de Orly cogeré otro autobús hasta la estación del TGV francés".Una hora antes salía de Barajas Antonio Canillas, de 29 años, cocinero en un restaurante de la terminal internacional. "No me queda más remedio que pagar 275 pesetas porque el autocar de la empresa no coincide con mi camino a casa".
Incógnitas
El gerente del Consorcio Regional de Transportes, Fidel Angulo, se lava las manos. El concurso para la adjudicación del enlace ferroviario con Barajas lleva paralizado casi dos años. El aeropuerto se va a ampliar, pero aún no está claro dónde estarán las terminales ni, por tanto, hasta qué lugar tienen que ir las vías.
El Ministerio de Obras Públicas propone resucitar el proyecto de línea férrea para llegar en 15 minutos hasta Nuevos Ministerios y el centro de negocios del paseo de la Castellana, además de conectar las terminales del aeropuerto con la red de metro.
Mientras las incógnitas sigan sin despejarse, un taxi tarda una media hora en cubrir la carrera entre el aeropuerto y el centro de Madrid a cambio de unas 1.600 pesetas. En la terminal internacional, un cartel explica, en inglés y castellano, las posibilidades para acceder a Barajas en transporte público. El recién llegado es informado de las tarifas básicas del taxi y de que tiene que pagar un suplemento de 300 pesetas por usarlo desde el aeropuerto, más 50 pesetas por cada maleta grande transportada. Al mismo tiempo se indican los precios medios para los recorridos más habituales. Así, por ejemplo, hasta la Puerta del Sol, la carrera debería costar 1.630 pesetas.
Por supuesto, también se ofrece al viajero el servicio de autobús, por 275 pesetas, con indicación de las paradas intermedias hasta la plaza de Colón en unos 40 minutos. Sólo uno de cada 10 pasajeros utiliza esta línea, que parte del aparcamiento subterráneo de la plaza de Colón. Dispone de ocho vehículos, con aire acondicionado y 40 asientos acolchados, que circulan con una frecuencia media de 10 minutos.
Además, Barajas cuenta con otra línea de autobús, que arranca de la boca de metro de Canillejas y conduce hasta la terminal nacional a través de la Alameda de Osuna. Tres vehículos cubren este servicio con una frecuencia de paso de 13 minutos, aunque al mediodía de anteayer dos informadores de este periódico tuvieron que esperarlo casi media hora. Su principal ventaja es el precio: el de cualquier línea de la Empresa Municipal de Transportes: 49 pesetas con bonobús o 125 con billete sencillo. Sin embargo, apenas la utilizan unos 600 viajeros al día en ambos sentidos.
El último tramo de la calle de María de Molina, a punto de abordar la autovía de Barcelona, está casi siempre atascado. Un cartel electrónico indica la temperatura interior del autobús y la hora, pero nada avisa a los viajeros sobre el nombre de la parada que se acaba de efectuar.
Gabriel, un carpintero australiano de 29 años, tenía la intención de apearse en la avenida de América para tomar después el metro hasta la estación de Chamartín. Por la noche iba a viajar hasta Sevilla para visitar la Expo. Tras un momento de vacilación, las portezuelas se cerraron y el autobús siguió su marcha hacia la plaza de Colón. La duda le dejó arriba.
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