Un astrónomo pone en duda el agujero negro del centro de la Vía Láctea
A pesar de su popularidad, el hipotético agujero negro masivo del centro de nuestra galaxia puede que no exista simplemente. Y si existe, es mucho más pequeño y de menor potencia de lo que se había predicho. Éstas son las conclusiones de Robert Sanders, astrónomo holandés del Instituto Kapteyn, que se añaden a una creciente convicción de que los agujeros negros no son la única respuesta a los desconcertantes chorros de radiación que emergen del centro de la Vía Láctea.
La teoría de los agujeros negros se remonta a 1918, cuando un científico llamado Schwartzchild imaginó supuestamente su existencia mientras servía como soldado alemán en las trincheras de la I Guerra Mundial. Más de 50 años pasaron antes de que se encontraran en 1970 las primeras pruebas, en forma de chorros de rayos gamma procedentes del centro de la galaxia. También se encontró todo un espectro de radiación desde radio-ondas a rayos X.La situación más probable del agujero negro gigante en el centro de la galaxia la ha marcado recientemente la detección de radio-ondas de una fuente en la constelación de Sagitario. Este hipotético agujero negro podría tener un millón de veces la masa del Sol.
También se han observado chorros de radiación procedentes de otras galaxias en el universo. Alrededor de un 10% de éstas tienen centros especialmente luminosos, y se denominan núcleos galácticos activos. Hasta ahora, los agujeros negros han constituido la única explicación posible de las violentas fuerzas que se requieren para que se expulse tanta radiación. Nuestra galaxia, sin embargo, es considerada típica de las que son sólo moderadamente activas.
Agonía de una estrella
Se piensa que un agujero negro es una región del espacio extremadamente densa que se forma cuando a una gran estrella se le acaba el combustible y se colapsa por su propia masa. El denso objeto resultante ejerce tal tirón gravitacional que absorbe toda la materia adyacente. Nada se escapa a sus violentas garras: el gas, el polvo y la radiación desaparecen para siempre. Pero algunas chispas de radiación se escapan de la materia que cae justo antes del momento final de la extinción, como si fueran los estertores de la muerte. Estas chispas finales son las que se detectarían desde la Tierra como chorros de radiación.
Pero, según Sanders, los agujeros negros no son la única explicación de los chorros de radiación. El reciente descubrimiento de un grupo de 20 estrellas jóvenes, cercanas a Sagitario da un argumento contra la existencia cercana de agujeros negros. Estas estrellas se conocen como estrellas azules. Las estrellas azules son grandes y brillantes, y esto indica su juventud: las estrellas grandes se queman mucho más rápidamente que las de tamaño menor, como el Sol. El voraz apetito de un agujero negro nunca hubiera permitido su formación. Un agujero negro gigante habría destruido las densas nubes de gas de las que supuestamente surgen las estrellas. Y estas estrellas jóvenes pueden crear los chorros de radiación detectados, según Sanders.
Este descubrimiento no descarta totalmente la presencia de un agujero negro. "Si lo hay en el centro de nuestra galaxia, no puede ser muy masivo. No puede ser un millón de veces la masa del Sol", afirma Sanders. Podría existir uno más pequeño, de unas 10 veces la masa del Sol.
Aunque polémica, esta explicación cuestiona el origen de los chorros de radiación procedentes de otras galaxias, que podrían deberse a alguna forma particularmente vigorosa de formación de estrellas.
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