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Entrevista:Charles PasquaSenador francés partidario del 'no' a Maastricht

"Francia es un pueblo excepcional no una amalgama de tribus"

JAVIER VALENZUELAEnérgico ministro del Interior durante los dos años en que Jacques Chirac cohabitó como jefe de un Gobierno de derechas con el presidente socialista François Mitterrand, Carles Pasqua es un bonapartista. En nuestros días, eso quiere decir un partidario de una república en la que imperen la ley y el orden, una república dirigida por un presidente poderoso, que, cuando tiene algo importante que proponer, pasa por encima del muy secundario Parlamento para consultar directamente al pueblo.

Por eso, aunque él no lo haya convocado, Pasqua está como pez en el agua en la campaña de este referéndum sobre el tratado de Maastricht. Va por los pueblos del hexágono francés proclamando ante auditorios que aplauden a rabiar: "No abandonéis vuestro bien más precioso, no abandonéis a Francia".

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"El poder socialista es demagógico al afirmar que el no será una bofetada a Europa", dice el senador. ¿No lo va a ser? "En absoluto. Yo estoy a favor de Europa, pero en contra de Maastricht. No son la misma cosa. Como decía el general De Gaulle, Europa debe construirse a partir de la realidad, a partir de los Estados y los pueblos, y no sobre peligrosas utopías federalizantes como la de Maastricht. Maastricht es una amenaza para Francia y todas las naciones europeas, les impone inaceptables limitaciones de soberanía".

¿Y si gana el no? "John Major tiene razón cuando dice que si Francia no lo ratifica no habrá tratado. Pero no se perderá gran cosa y el propio Major lo sabe, porque él tuvo la habilidad de excluir a su país de aberraciones como la unión monetaria. La victoria del no tendrá come¡ consecuencia obligar a los Gobiernos a pensar más seriamente la siguiente fase de la construcción europea. Pero el Tratado de Roma, el Acta Única y los procesos de adhesión de nuevos países seguirán adelante".

Como el disidente socialista Jean-Pierre Chevènement, circunstancial compañero de viaje en la campaña del no, Pasqua no cree que la alternativa sea "Maastricht o Auschwitz".

Vieja amistad

"Yo no creo que si gana el no, Alemania vaya a seguir su camino en solitario para convertirse en una amenaza para los demás países europeos. Ese argumento es escandaloso. El periodo de los enfrentamientos ya ha pasado., Alemania es una democracia sobre la que nadie tiene el derecho de arrojar la menor sospecha. Y no creo que la amistad entre Francia y Alemania esté en peligro. Es ya muy vieja; es anterior a Mitterrand y a Maastricht y les sobrevivirá".

¿Por qué el campo del no reaccionó tan mal cuando Helmut Kohl apoyó a Mitterrand en la televisión francesa? "Prefiero que nuestros amigos extranjeros no se mezclen en un debate que afecta al futuro de la nación francesa. Si quieren hablar de Maastricht, no tienen nada más que organizar consultas populares en sus países. En el caso concreto de Kohl, su participación en el debate me pareció lamentable. Nadie le hizo la, única pregunta que importaba: '¿Romperá Alemania con Francia en caso de rechazo del tratado?'. Me imagino que Kohl hubiera respondido: 'No, por supuesto'. Y se habría terminado este absurdo aspecto de la campaña".

Pasqua tiene algo que añadir sobre Alemania. "Se nos dice: 'Los alemanes son tan buenos que van a regalarnos su moneda'. Si eso fuera verdad, yo propondría que se le concediera a Kohl la nacionalidad francesa. Pero no es verdad: los alemanes van a imponernos su modelo monetario. Los criterios de convergencia para poder participar en la unión monetaria y el famoso Banco Central Europeo están calcados del modelo alemán. Ese banco será un colegio de gobernadores, que, como el Bundesbank, no dependerá de nadie. No tengo nada en contra de que Alemania defienda sus intereses; al contrario, me parece lo más natural. Lo que yo querría es que alguien defendiera los de Francia, que, en este asunto, no son los mismos".

En este último tramo de la campaña, Pasqua pone el acento en el futuro político de Mitterrand, de cuya impopularidad se nutren los enemigos de Maastricht. "Si gana el no, lo lógico será que se vaya, pero estará en su derecho si se queda. En cambio, será legitimado si triunfa el sí. El día 21, los votos del sí se contarán como votos a su favor. Podrá hacer lo que quiera".

La imperturbabilidad de Pasqua, veteada con una ironía que asoma de vez en cuando a la comisura de sus labios, se convierte en furor cuando el periodista le formula la siguiente, pregunta: "¿Qué tiene usted en contra de que un español que reside en Francia desde hace muchos años, paga sus impuestos y nunca ha tenido problemas con la policía pueda votar en las municipales? Sobre todo cuando es recíproco, cuando los franceses que residen en España también podrán hacerlo".

"Ustedes", responde, "harán en España lo que quieran; si quieren darle el derecho de voto a los extranjeros, dénselo; están ustedes en su derecho. Pero aquí estamos en Francia y Francia tiene una tradición que es el resultado de los esfuerzos de cuarenta reyes, una revolución, dos imperios y cinco repúblicas. Y no queremos arrojar a la basura esa tradición. En Francia, el derecho de voto es indisociable de la ciudadanía, y ésta de la nacionalidad. Aquí hay cinco millones de extranjeros, de los cuales 1,5 millones son comunitarios. Nuestros huéspedes comunitarios son bienvenidos, pero no estamos dispuestos a compartir con ellos nuestra soberanía nacional. Francia es un pueblo excepcional, y no una amalgama de tribus".

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