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La policía española identifica a 20 'capos' marroquíes de las mafias de las pateras

La policía española tiene identificada a una veintena de capos marroquíes que controlan las redes de entrada en España de inmigrantes ilegales a bordo de pateras. Las pesquisas policiales, sin embargo, no se han traducido aún en detenciones ante la escasa colaboración de las fuerzas de seguridad marroquíes que, según la policía española, toleran este floreciente negocio ilegal que ya rivaliza con el narcotráfico. Funcionarios de Ceuta y Melilla conocen nombres, lugares de encuentro, volumen de tráfico y fechas de viajes de las entradas clandestinas organizadas por los citados capos.

Los 50 kilómetros que separan Melilla del puerto marroquí de Cabo de Agua son un hervidero de estas redes. Lugares como Beni-Enzar, Bocana, Karia-Akermann, Zaio o Cabo de Agua son sede de auténticas agencias de viaje de inmigración clandestina, al igual que Punta Cires o Alcazarseguer -en las proximidades de Ceuta-, según agentes españoles. Entre las personas que se mueven presuntamente en este negocio, en su mayoría reconvertidos del narcotráfico, figuran Aisa el Hanimouti, Mohamed el Kaddouri, Abdelkader Jaghfour y Mohamed Boutounsi, El Moreno, todos ellos residentes en Beni-Enzar. El pasado 30 de julio la policía marroquí, en una de sus contadas operaciones contra estas mafias, interceptó una patera de El Moreno. En ese embarque, al menos dos inmigrantes perecieron y otros 18 desaparecieron. Boutounsi no llegó a estar 48 horas tras las rejas. Otro gran intermediario, conocido como El Cónsul por el cafetín de la avenida de Hassan II de Nador donde ejercía su labor, parece haber sentado ahora sus reales en Tánger, según fuentes policiales.Más evidente resulta el caso de Omar Uaznai, con domicilio en Beni-Enzar y documento de identidad marroquí S/133635. Las gestiones españolas para esclarecer su implicación en el embarrancamiento en El Ejido (Almería) el pasado 6 de febrero del barco Razcaine, operación que se saldó con la muerte por asfixia de al menos 20 inmigrantes clandestinos, siempre toparon con la falta de respuesta de las autoridades marroquíes.

La policía marroquí no le consideró sospechoso de organizar aquel trágico viaje, a pesar de que la operación se produjo sólo dos semanas después de que Boutounsi accediera a la propiedad del barco, que previamente había estado cinco años atracado pendiente de desguace. En la pequeña localidad de Zaio tampoco ha escapado a la atención policial española la actividad de los hermanos Charrak.

Tánger y Tetuán

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Las ciudades de Tánger y Tetuán son otros focos de inmigración ilegal que sigue con atención la policía española. En la primera, según fuentes policiales, existen dos puntos de captación de emigrantes: el cafetín de La Estrella, frente a la playa de Malapata y la playa de El Faro. En torno a ellos pululan media docena de intermediarios que sirven a El Fifra, el valiente de Tánger. Esta persona posee una flota de potentes lanchas de dos motores con capacidad para 40 personas cada una. Valiente lo es con la vida ajena: no duda en ocupar con 100 emigrantes cada embarcación. A razón de 100.000 pesetas por pasajero que cobra por adelantado le sale cada crucero por cerca de 10 millones de pesetas, al punto que ha abandonado por menos rentable su labor de tráfico de hachís.

En Tetuán, en el cafetín Río Martín, ubicado en la calle Río Antiguo, del que es dueño Haminadi Ben Alí, tiene su centro otra agencia de viajes de espaldas mojadas: cinco intermediarios captan los pasajeros a las órdenes de Omar, él patrón de las pateras de Alí. Estos barcos, con capacidad para 15 personas, no salen al mar con menos de 50 emigrantes a bordo en dirección a Tarifa o Algeciras. El precio del billete no baja de las 60.000 pesetas.

Finalmente, hace unos días la policía española ha reclamado vía Interpol, visto lo infructuoso de las gestiones paralelas o diplomáticas, la detención de cuatro marroquíes que explotan en Nador una red de falsificación de documentos nacionales de identidad españoles. La policía española escudriña a magnates marroquíes fuera de toda sospecha que han descubierto que sus pesqueros pueden multiplicar su rentabilidad con este ilegal negocio.

Fortunas repentinas

Fortunas repentinas y compra de terrenos dejan rastro en la costa de la provincia de Nador. También se investiga la participación de armadores españoles asentados en Málaga, Algeciras y Ceuta, quienes en complicidad con sus homólogos marroquíes, realizan trasvases de carga humana en alta mar, para su entrada ilegal en España como falsos marineros correctamente registrados. Esta operación cuenta con enlaces en Madrid y Barcelona.

En lo que va de año se han interceptado más de 25 pateras tras arribar a España, y se ha detenido a 2.000 pasajeros. El fenómeno amenaza con desbordarse. Según cálculos policiales, entre 8.000 y 10.000 potenciales inmigrantes ilegales se concentran ya en poblaciones marroquíes próximas a Ceuta y Melilla, que sólo esperan obtener su pasaje clandestino para cruzar el Estrecho.

Una flota de fortuna

Las localidades marroquíes próximas a Ceuta y Melilla han renovado su flota de pateras. Astilleros como el de Beni-Enzar han conocido una inusitada demanda de construcción de estas embarcaciones. Decenas de pescadores se han deshecho de sus vetustas y deterioradas pateras a precios que nunca hubieran soñado. El negocio lo justifica. Los capos de estas mafias se permiten pagar 300.000 o 500.000 pesetas por estos cascarones. El patrón les costará otras 300.000 pesetas, y hasta 500.000 si además de inmigrantes transporta droga a España.Los intermediarios cobrarán de 5.000 a 10.000 pesetas por cliente captado. Pero estos mafiosos saben que el negocio es redondo. Se cobran 100.000 pesetas por pasaje, y algunas embarcaciones tienen hasta 194 pasajeros. Esto brinda hasta 19 millones de ganancias por travesía. Con dos ventajas: a diferencia de la droga, si la mercancia -en este caso humana- se hunde en el mar o Cae en manos de la policía no se pierde una peseta, ya que el pasaje pagó por adelantado; y la introducción ilegal de inmigrantes supone una leve sanción frente a la dura condena que implica el narcotráfico.

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