Mitterrand: "No podemos, tirar a la basura el destino de 350 Millones de europeos"
Tranquilo, con notable capacidad pedagógica y excelente sentido del humor, François Mitterrand imprimió anoche, un nuevo tono, lo que él mismo llamó "un aire alegre y optimista", a la campaña a favor de¡ sí en el referéndum sobre el Tratado de Maastricht que se celebrará en Francia el próximo 20 de septiembre. En un espectacular debate televisado, de tres horas de duración, con una veintena de ciudadanos, tres periodistas, el canciller alemán Helmut Kohl y Philippe Séguin, el campeón gaullista del no, el presidente francés arrancó frecuentes risas y aplausos espontáneos de los asistentes al acto.
Mitterrand se jugaba el todo por el todo. En el debate, celebrado en el anfiteatro de la Sorbona y retransmitido en directo por la cadena privada TF1, tenía que convencer a los franceses de que no se dejen llevar por sus opiniones sobre la ahora impopular figura presidencial a la hora de votar en el referéndum. "Probable: mente hay una mayoría que desearía que el presidente cese en sus funciones", había confesado el día anterior el ex primer ministro socialista Michel Rocard.El primer mensaje de Mitterrand fue, pues, la idea de que lo que está en juego el 20 de septiembre es la construcción europea y no su cargo. "Que nadie se equivoque: éste no es un plebiscito sobre mi persona o sobre el Gobierno socialista; de eso hablaremos después del referéndum". "Todos los países europeos", añadió, "miran con inquietud lo que ocurre en Francia; tenemos en nuestras manos el destino de 350 millones de europeos y no podemos tirarlo a la basura por querellas de política interior".
En este debate, que había despertado tanta o más atención que una final del Mundial de fútbol en la que participara la selección francesa, Mitterrand contó con el refuerzo de Helmut Kohl. Si el francés habló desde la Sorbona, el alemán lo hizo, también en directo, desde Bonn. Kohl tenía asimismo una dura tarea que afrontar: despejar los temores de los franceses respecto a la renacida potencia alemana y los últimos brotes de nacionalismo xenófobo; recordarles que, en contra de la opinión de muchos de sus compatriotas, él ha sacrificado el marco en el altar europeo.
"La unidad alemana y la construcción europea", dijo el canciller, "son las dos caras de una misma moneda: la culminación de la amistad franco-alemana". Tras rechazar con energía la existencia de "un demonio totalitario alemán", Kohl dijo: "No entiendo por qué algunos dicen en Francia que Maastricht consagra la Europa alemana; no comprendo cómo puede haber franceses que tengan complejo de inferioridad". Mitterrand arrojó entonces un capote a su amigo de Bonn al decir: "Kohl ha comprendido a Francia y ya va siendo hora de que los franceses comprendamos a Alemania".
Diálogo directo
Un total de 20 anónimos ciudadanos franceses, una decena partidarios del sí y otros tantos del no, hicieron preguntas directas a Mitterrand. El presidente aceptó ese diálogo con deportividad, subrayando así que si ha tenido el coraje político de someter a consulta popular una cuestión que considera "crucial" para su país -"es un error pensar que Europa es suficientemente conocida por los franceses; era necesario que se hablara de Europa en todos y cada uno de nuestros pueblos y ciudades", dijo-, tampoco rehuye el cuerpo a cuerpo con los ciudadanos.
Las preguntas expresaron el deseo de una reducción del tiempo de trabajo a escala comunitaria, las esperanzas en una mejora de la cooperación educativa entre los Doce, el miedo a nuevos impuestos, las angustias de los agricultores franceses, el rechazo de "los tecnócratas apátridas" y la inquietud por la posibilidad de construir una Europa de los ricos rodeada por un muro infranqueable.
Aún señalando que una victoria del no provocará "una gran borrasca en Francia y Europa", Mitterrand evitó usar argumentos catastrofistas a favor del sí. El presidente francés presentó Maastricht como "un paso más" en la construcción de una Unión Europea, que "nos proteja de la guerra y de la potencia económica de Estados Unidos y Japón", y apeló a los intereses de los jóvenes y de los niños de Francia y los otros países comunitarios. El debate de la Sorbona terminó con un mano a mano entre Mitterrand y Philippe Séguin. El alcalde y diputado gaullista de Épinal, un personaje hasta ahora secundario en la vida política francesa, se ha convertido en el mejor propagandista del no a Maastricht. Sus compatriotas siguieron anoche con atención su coherente defensa de una identidad nacional francesa basada en los valores democráticos de la revolución de 1789 y en el espíritu de la resistencia gaullista durante la II Guerra Mundial. Una identidad amenazada, en su opinión, por la eurocracia de Bruselas.
Sonriente, cortés, distanciándose del ultraderechista Jean-Marie Le Pen, al que detesta, Séguin sembró sobre un terreno abonado por las angustias de los franceses ante el incremento del paro, el hastío de la corrupción política y el deseo de que los socialistas abandonen el poder.
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