La intervención militar en Bosnia
Al examinar las opciones de una acción militar internacional en Bosnia-Herzegovina, al margen de las operaciones de paz de los cascos azules, hay que tener presentes varios requisitos previos.En primer lugar, las misiones de esa intervención deben formularse en términos claros, a diferencia de lo que ocurrió en Beirut (1982-1984) con el contingente desplegado con fines humanitarios por Francia, Estados Unidos, Italia y el Reino Unido. Deben precisarse los medios materiales necesarios y las normas de combate para hacer posible el cumplimiento de las misiones asignadas. Este artículo intentará perfilar algunas de estas misiones y sus implicaciones.
En segundo lugar, es necesario establecer planes de mando coherentes, a diferencia, una vez más, de lo ocurrido en el desastre de 1982-1984 en Beirut.
En tercer lugar, las misiones militares deben ser plenamente coherentes con unos propósitos políticos claramente formulados, que en este caso deberían englobar objetivos concretos relativos a la estructura, fronteras y estatus que tendrá en el futuro Bosnia-Herzegovina, así como metas humanitarias específicas con respecto al destino de la población civil.
No se entrará aquí en la discusión de objetivos políticos, pero es imprescindible que, antes de emprender operaciones militares contundentes, las partes que intervienen -ya sean las Naciones Unidas, la CSCE, la OTAN, la UEO o una coalición creada para la ocasión- mantengan y resuelvan esta discusión.
a) La misión menos exigente desde un punto de vista militar consistiría en imponer un bloqueo militar como medio para obligar a cumplir las sanciones contra Serbia-Montenegro. Es posible garantizar la detección a tiempo de la afluencia no autorizada de tráfico aéreo, terrestre, marítimo y fluvial mediante una combinación de los medios disponibles: las flotas y fuerzas aeronavales en el Adriático; aviones AWACS de la OTAN y/o del Reino Unido y Francia; detectores desplegados a lo largo de las fronteras de Rumania, Hungría, Bulgaria, etcétera, aunque, en la práctica, la coordinación entre la detección de una infracción y uña respuesta militar puntual podría ser, difícil. Las fuerzas navales y patrullas aéreas de combate, así como los portaaviones estacionados en Italia, estarían en posición de impedir maniobras no autorizadas, aunque esto podría implicar decisiones dificiles desde un punto de vista político, ya que se correría el riesgo de amenazar con la destrucción de aviones de línea, barcos o camiones como último recurso. Los autores del bloqueo correrían pocos riesgos, aunque podrían registrarse algunas bajas. Los cazas estacionados en Europa occidental están capacitados de sobra para hacer frente a una fuerza aérea serbia que sólo dispone de unos 20 Mig-29 de los más potentes de la serie (junto con, aproximadamente, otros 100 Mig-21, bastante más anticuados). Dicho esto, un bloqueo militar sería menos eficaz a la hora de llevar a efecto las sanciones que el cumplimiento de éstas por parte de los Estados vecinos. La principal ventaja de un bloqueo enérgico sería hacer que en Belgrado se den cuenta de que una acción militar internacional es ya una posibilidad real.
b) La intervención militar internacional podría también entorpecer seriamente los movimientos ofensivos a gran escala de las fuerzas serbias en Bosnia y contribuir a impedir que les lleguen refuerzos desde Serbia. Podrían emprenderse ataques aéreos contra los depósitos de armas, municiones y combustible, las instalaciones de producción militar, los puntos de concentración de vehículos (puentes de carretera y ferroviarios en los estrechos valles de Bosnia), convoyes de vehículos militares, así como contra grupos de artillería y formaciones blindadas en el campo de batalla. Teniendo en cuenta las'asistencias y la necesidad de que los aviones que intervengan tengan tiempo de localizar blancos que valgan la pena, sería útil poder operar desde campos de aviación en Croacia y las zonas más pacíficas de Bosnia. Sin embargo, las acciones aéreas emprendidas desde Italia y desde los portaaviones podrían encargarse de esta misión. Este tipo de operaciones aéreas presentan algunos inconvenientes potenciales.
- Los ataques quirúrgicos serían la excepción más que la regla. Bosnia no es un desierto: muchos blancos, y sobre todo los dispositivos de artillería, estarán situados cerca de las viviendas y no pueden ser alcanzados sin ocasionar víctimas civiles. Para reducir el número de víctimas civiles, los bombardeos tendrían que efectuarse a menudo desde una distancia muy cercana. Además, las condiciones meteorológicas serían, con frecuencia, un obstáculo para las operaciones aéreas.
- Las defensas aéreas serbias incluyen una amplia gama de lanzacohetes SAM de mano y móviles que podrían provocar bajas importantes entre aviones a una distancia mínima de acercamiento.
La comunidad internacional podría iniciar inmediatamente operaciones de bombardeo con uri. contundente efecto militar y político. Éstas serían un serio obstáculo para las operaciones serbias con cafiones antiaéreos en Bosnia y para los refuerzos procedentes de Serbia. La artillería de largo alcance desplegada. alrededor de Sarajevo podría ser parcialmente neutralizada, aunque no puede decirse lo mismo de las cuadrillas móviles de morteros y francotiradores.
c) Sacar a los cascos azules de Sarajevo podría requerir una operación militar de cierta magnitud. Tal vez sea necesaria una retirada si los esfuerzos humanitarios y pacificadores de las Naciones Unidas se vieran seriamente frustrados por acciones hostiles, sobre todo si las fuerzas de la ONU se convirtieraja en blanco deliberado, como ha estado ocurriendo últimamente -por ejemplo, en represalia ante medidas militares como las descritas más arriba- Desplazar a los 2.000 cascos azules a una zona segura en presencia de un fuego hostil implicaría disponer de un intenso apoyo aéreo cerca del convoy de la ONU, que tendría que atravesar varias docenas de kilómetros de territorio peligroso antes de llegar a una zona segura. El apoyo aéreo debería incluir helicópteros de combate que pudieran localizar emboscadas de morteros, anticarros y ametralladoras. Esto podría hacer necesaria la utilización de una instalación cercana a la frontera entre Croacia y Bosnia, además del despliegue a ras de tierra del Iwo Jima.
d) Romper los sitios de Sarajevo y Gorazde acarrearía dificultades militares mucho mayores. Para asegurar un radio de 25 kilómetros alrededor de la
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ciudad de Sarajevo, las fuerzas de intervención tendrían que defender una circunferencia de unos 150 kilómetros. Incluso si se acepta que esa parte del perímetro estaría ya en manos más o menos amigas, haría falta por lo menos una amplia división de fuerzas de combate para guarnecer la línea, a la que habría que añadir más fuerzas para patrullar la zona y asegurar la logística, lo que supondría un total de al menos. dos decisiones. Las bajas podrían ser importantes. Efectivamente, el sitio de Sarajevo ofrece los atractivos políticos de Beirut combinados con los topográficos de Dien Bien Phu. En otras palabras, introducir fuerzas de combate en Sarajevo sería una aventura de alto riesgo, que no debería ser tomada en consideración si hay otras opciones disponibles.
e) Unas operaciones militares más generalizadas para impedir físicamente la limpieza étnica, para abrir por la fuerza pasillos terrestres permanentes en territorio hostil, y/o para poner fin a las conquistas territoriales por parte de las fuerzas serbias (o croatas) en Bosnia, exigirían una cantidad proporcionalmente mayor de fuerzas y de víctimas, aunque no deban establecerse comparaciones entre las operaciones de la II Guerra Mundial contra los partisanos de Tito, una situación político-militar bastante diferente. No obstante, tal vez sea más factible desde un punto de vista militar impedir la limpieza étnica en áreas que aún no han sido invadidas por fuerzas hostiles y suministrar ayuda humanitaria por la fuerza a zonas en las que no hay una densa concentración de fuerzas serbias. Se podría desplegar por carretera fuerzas militares extranjeras, con la artillería adecuada y el apoyo de helicópteros de combate, hasta regiones relativamente no afectadas en combate todavía, como, por ejemplo, la zona noroccidental, la región de población musulmana de Bosnia, y Herzegovina. El suministro a corto plazo de refuerzos debería ser posible a través de Croacia. Para poder hacer frente a un esfuerzo máximo de Belgrado en apoyo a las fuerzas serbias en Bosnia, sería prudente que ese cuerpo expedicionario internacional tuviera al menos el tamaño de un cuerpo de ejército (entre tres y cinco divisiones), ya que el Ejército serbio dispone de cerca de 100.000 hombres en servicio activo. La penetración de un cuerpo expedicionario internacional no es tan arriesgada como la opción Sarajevo, puesto que gran parte de ese cuerpo se mantendría en la reserva, dispondría de líneas de comunicación seguras y su papel sería fundamentalmente disuasorio o defensivo.
En resumen, no hay opciones sencillas o fáciles. En vista de las limitaciones militares, de la realidad política y del contexto general del régimen de seguridad de Europa, mi opinión es que podrían -y deberían considerarse las siguientes medidas:
Los líderes de Europa y de Estados Unidos tienen que convencer a los líderes serbios de Serbia y de Bosnia que el uso de la fuerza es una opción real, mientras que hasta hace poco la tendencia ha sido persuadirles de, lo contrario. En concreto, tenemos que inducir a los líderes de Belgrado a que ejerzan sobre los jefes militares serbios en Bosnia el mismo tipo de presión que se ejerció el pasado enero contra los líderes de Croacia.
La realidad de la opción militar puede verse materializada pronto no sólo mediante un bloqueo. A la hora de dar muestras de resolución, podría conseguirse mucho realizando vuelos intensivos de reconocimiento y de recopilación de información sobre territorios de Bosnia que están bajo control o amenaza de los serbios, utilizando aviones como los TR1 -A o incluso los JSTARS. En cualquier caso, este tipo de actividad es vital para el éxito de cualquier campaña de bombardeo posterior.
Las operaciones de bombardeo deberían empezar si los líderes serbios de Bosnia no acataran rápidamente las condiciones políticas y humanitarias que la comunidad internacional considerase adecuadas, como el libre acceso de la Cruz Roja a los campos de detenidos, el fin de la limpieza étnica, la suspensión del fuego de artillería contra Sarajevo. Los bombardeos deberían efectuarse exclusivamente en territorio bosnio de acuerdo con el artículo 51 de la Carta de las Naciones Unidas. En términos militares, esto permitiría una mayor concentración de potencia de fuego, a la vez que reduciría el riesgo de bajas derivadas de las defensas aéreas, que están concentradas, sobre todo, en Serbia propiamente dicha. Antes de iniciar un bombardeo, puede ser necesario sacar a la fuerza de la ONU de Sarajevo. Si esta opción no fuera deseable, habría que introducir una fuerza de combate de al menos dos divisiones y una dotación completa de artillería de protección en el área de Sarajevo.
Paralelamente a la amenaza de bombardeo, los países de la CSCE, ya sea organizados para un fin determinado (una coalición similar a la de la guerra del Golfo), o en el marco de organismos subregionales (como la OTAN o la UEO), deberían prepararse para enviar una fuerza expedicionaria equivalente a un cuerpo de ejército completo de entre 50.000 y 100.000 hombres, con vistas a desplegarla en las zonas de Bosnia-Herzegovina que hasta ese momento se hubieran salvado del azote de la limpieza étnica. Estas fuerzas deberían tener el mismo tipo de estructura de mando bien definida que tuvieron las fuerzas de la coalición durante la guerra del Golfo. En este aspecto, los barrocos planes de mando conjuntos de la OTAN y la UEO en el Adriático no sólo son ridículos, sino que acabarían en tragedia si se pusieran en práctica con cuerpos de tierra o de aire en una situación de combate en la que están en juego vidas humanas.
He llegado a estas conclusiones a disgusto: como el Instituto Internacional de Estudios Estratégicos ha señalado en repetidas ocasiones, las dificultades militares son grandes y se ven enormemente agravadas por la complejidad política de la situación. No obstante, hemos alcanzado el punto en que las consecuencias de no intervenir se han vuelto mayores que los peligros de una intervención por la fuerza. No habrá seguridad en Europa durante las próximas décadas si líderes brutales de las regiones del este de Europa y de la antigua Unión Soviética, en las que existe diversidad racial, consideran que la limpieza étnica, y toda su secuela de atrocidades, es una política viable.
Hay que controlar a los jefes militares bosnios, y no se debe permitir que Serbia (ni Croacia) extienda sus fronteras a expensas de Bosnia-Herzegovina, por muy frágil y artificial que este Estado pueda parecer: es un miembro reconocido de la ONU y de la CSCE, y, por consiguiente, las normas de las Naciones Unidas y de la CSCE deben regir en este caso, si pretendemos que prevalezcan en otras partes de la Europa poscomunista.
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