El legado de un crimen
En el poblado de Peña Grande había hace seis afios 45 chabolas, ocupadascasi todas por familias gitanas. El clan de los Jiménez Silva, conocido como los Cucos, pasaban entonces por dueños y señores de la zona. A partir de ese año aparecieron como en ligero goteo marroquíes que alquilaban los chamizos a los gitanos o se los.compraban directamente. La mayoría hablaba castellano y un tercio controlaba perfectamente el francés.El choque entre las dos culturas resultó impactante al principio. Los gitanos no entendían nada de Ramadán, ni de chilabas, ni de música árabe. Los marroquíes tampoco comprendían muchas cosas que veían en sus vecinos, pero tenían que avenirse a sus condiciones. Un responsable del Consorcio de Realojamiento de la Población Marginal recuerda que el dominio que ejercían los gitanos sobre los inmigrantes era casi absoluto. "Un gitano le dijo una vez a un educador nuestro que las moras hacían lo que ellos querían, y para demostrárselo llamó a una morita: Ten aquí', y le realizó unafellatio en público".
A partir de 1990 aparecieron la mitad de marroquíes que hay ahora. Unos cruzaron el Estrecho en pateras, otros en zodiac y muchos en barco, sin ningún tipo de problema. Encontraron trabajos eventuales en la construcción, cobertura sanitaria y unos ingresos que llegan hasta las 70.000 pesetas en el 45% de los casos. Sólo el 13% estaría dispuesto a volver a su país.
Relaciones cordiales
La convivencia, en cualquier caso, entre gitanos y marroquíes no era mala. Hasta que el 21 de mayo del año pasado aparecieron muertos dos leoneses en el barrio vecino de la Dehesa de la Villa. Un día antes se oyeron disparos junto a las chabolas y la policía no dudó en relacionar los dos incidentes.
Desde aquel día varios miembros de los Jiménez Silva se hallan en busca y captura. Pero antes de huir transfirieron el legado de los alquileres y la construcción de chabolas a Enrique, un hombre de origen marroquí, pero con un excelente dominio de la lengua castellana.
Enrique dice que los que mataron los Cucos eran traficantes de droga y que todo lo que sabe sobre los chabolos lo aprendió de los gitanos.
La relación de Enrique con las 12 familias gitanas que vivían al lado, en el poblado de Ricote, era meramente económica. "Les compro las tablas porque no tengo coche; si no, ya me encargaría yo sólo de traerlas".
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