Protesta
En la edición correspondiente al lunes 20 de julio del presente año he leído con sorpresa y disgusto las declaraciones del cardenal arzobispo de Santo Domingo (República Dominicana), Nicolás de Jesús López Rodríguez.En mi calidad de sacerdote quiero hacer público mi rechazo al lenguaje utilizado por el señor cardenal al referirse a los llamados "curas progresistas". No es propio de un arzobispo, quien por su misma dignidad tiene el oficio de pastor, referirse a sus hermanos en el sacerdocio llamándoles "hombres frustrados, amargados, acomplejados, llenos de un montón de taras...", ni declarar rotundamente que los "descalifica absolutamente a todos".
¡Qué lejos está este lenguaje, duro e hiriente, del lenguaje del Evangelio! ¡Cómo se ha olvidado el señor cardenal del respeto que se debe al otro, aunque no comparta las mismas ideas! ¡Cómo se ha olvidado de la caridad que debe tenerse para con quien quizá haya pecado, pero a quien no tenemos el derecho de condenar, y menos utilizando términos coléricos e injuriosos!
¿Qué razón tiene en calificar despectiva y coléricamente de "tinglado" al sector crítico de la Iglesia latinoamericana? ¿Será ésa la actitud que llevará a los disidentes a reconsiderar su actitud?
Si así habla el presidente de la Celam, el anfitrión de los prelados latinoamericanos que van a reunirse en Santo Domingo próximamente, ¿qué orientaciones irán a darse en ese encuentro?
¿No será más bien que el señor cardenal es víctima de ese celo cerrado y fanático que enciende a quienes se inscriben en ciertos grupos católicos y que los lleva a pensar que "fuera de ellos no hay salvación"? ¿Que a la Iglesia católica no le queda más camino que el "camino neocatecumenal" para continuar fiel a Jesucristo, su fundador?
No soy sacerdote contestatario; soy un simple sacerdote franciscano, ya de edad, a quien le ha sorprendido y escandalizado el tono y el lenguaje de un pastor bien distinto al Divino Pastor que nos presenta el Evangelio, y ciertamente muy distinto al lenguaje que emplea siempre su santidad Juan Pablo II, modelo de los pastores en la Iglesia.
Quisiera que diera usted cabida en su publicación a mi justa protesta para que mis hermanos en el sacerdocio, a quienes se ha tratado tan injusta y duramente, sepan que en esta ciudad de Colombia hay un hermano que los aprecia y lo respeta.-
Franciscano.
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