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La Cruz del Cura ya es un solar y la Celsa espera al otoño

La pala cayó ayer, implacable, sobre las últimas chabolas de los poblados gitanos de la Cruz del Cura y el Ricote, ambos en Fuencarral. Noventa y seis familias de estos dos enclaves y de la avenida de Aster, en Chamartín, han sido realojadas en dos días. En otoño les llegará el turno a La Celsa y a la mitad de los habitantes de Pies Negros y Altamira. En ellos, esperan su traslado más de cien familias gitanas.La mayor parte de los realojados entre el jueves y el viernes vive ya en las 83 casas adosadas del poblado de La Quinta, junto a la carretera de Fuencarral a El Pardo. El resto ha pasado a viviendas sociales en altura.

A media mafiana de ayer, la Cruz del Cura presentaba un aspecto desolador. Todas las chabolas habían quedado reducidas a cascotes. Pronto el solar será allanado para la construcción de viviendas del Plan 18.000 y de promoción libre.

Un toxicómano recorría sudoroso y desesperado el antiguo asentamiento. "Y ahora, ¿dónde puedo pillar algo cerca?", preguntaba a otra joven. Varias gallinas picoteaban por aquí y alla y grupos de personas rebuscaban entre los escombros.

Los pobladores del Ricote realizaron su mudanza a partir de las diez de la mafiana. Una de las familias, recién llegada desde. Los Focos a causa de una riña, también quería apuntarse al carro. En su petición alternaba los tonos amenazantes y las súplicas. Pero todo fue inútil: las viviendas son para los chabolistas que llevan años en la zona.

No muy lejos, en el campamento de La Quinta, las familias recién instaladas siguen aclimatándose a su nueva vida. Todos los patios se han convertido en improvisados almacenes con los trastos del traslado.

Los ex chabolistas están contentos con las nuevas casas, pero llevan muy mal el aislamiento en medio del campo, sin comercios alrededor. La única vecindad es la del tren que pasa junto al poblado. Puerta a puerta, el sambenito es el mismo. "Esto es bonito, pero está muuu lejos", repiten. Una joven se compadece de su cuñado, uno de los pocos que carecen de vehículo.

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La pila del agua

En una de las casas, una anciana recién llegada mira con desesperación el fregadero de la cocina. "Huy, qué chico; tendré que poner una pilita de agua en el patio", planea. Su marido rasca la pintura del suelo sin quitarse el sombrero de ala ancha.

Aunque el alquiler de adosados no sobrepasa en ningún caso las 12.000 pesetas mensuales, algunos no acaban de hacerse a la idea de pagar por un techo. "Es que, claro, como en la chabolita, una vez que tienes las maderas, te sale gratis...", explica un hombre joven. Ahora tendrán que afrontar también los recibos del gas, la luz y el agua, que antes apañaban con engánches ilegales.

El próximo otofio desaparecerán otros tres poblados chabolistas: el de Altamira (Villaverde) y los de Pies Negros y La Celsa (Puente de Vallecas). Catorce familias de Pies Negros y 23 de Altamira viven ya en el campamento de La Rosilla (Vallecas Villa). El resto será trasladado en los próximos tres meses. Las 86 viviendas bajas destinadas a los habitantes de La Celsa están ya medio edificadas, a escasos metros del poblado actual.

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