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SEVILLA

Torero de gestos

Antonio Lorca

Martín Pareja Obregón es torero de gestos. De numerosos y variados gestos: estrena medias blancas, sonríe al público, imita los andares de un paso de palio, le riñe a los toros, ordena y manda a la cuadrilla, mira con cara de pocos amigos al presidente, brinda un toro a un grupo de jóvenes ataviadas con la mantilla española, brinda otro toro a miss España, mueve la cabeza cuando las cosas no salen, habla solo... Torero de gestos, pero no de gestas.La verdad es que se enfrentó a una corrida de animales que llaman toros que ha dejado en muy mal lugar a los toros bravos. Burras sin raza, sin fuerza, sin bravura, muy deslucidas. Una corrida mala de solemnidad, insufrible para los espectadores y, por supuesto, también para el torero.

Vázquez-García / Martín Pareja Obregón

6 toros de Alejandro Vázquez y Alejandro García, mansos, flojos, sin raza y deslucidos. El tercero, inválido. Martín Pareja Obregón, en solitario, dos pinchazos y media (silencio); pinchazo y estocada baja (ovación); tres pinchazos y estocada (silencio); cuatro pinchazos y media (silencio); cuatro pinchazos y estocada baja, un descabello y aviso (silencio); cuatro pinchazos, media perpendicular y aviso (división). Plaza de la Real Maestranza, 14 de agosto, media entrada

Porque Martín Pareja Obregón no es torero para gestas. Dicen que su toreo es sevillano, artista, pinturero y florido. Es, las más de las veces, un toreo epidérmico: se queda en detalles, en florituras, en gestos. Todo, cuando sale, bonito, pero sin profundidad.

Los alejandros no le dieron facilidades, pero el torero no estuvo a la altura de las circunstancias. De entrada, se mostró como un pésimo matador. Nada menos que 18 pinchazos a lo largo de la tarde. Después, nada digno de mención con el capote y menos con la muleta. Muchos silencios, pues, de un público partidario, pero exigente. Le faltó decisión para afrontar las adversidades.

El diestro probó la suerte de los seis toros como quien tiene ganada la partida de antemano. Y se desanimó ante los problemas que se le presentaron. En el cuarto toro sonaron los primeros pitos. Al final, sin una sola vuelta al ruedo, fue despedido con una división de opiniones cariñosa.

Comenzó animoso ante el primero, un dechado de sosería. Mejoró el segundo toro, más toreable, pero no mejoró el torero: muleta retrasada y exceso de pico. Todavía seguía sonriente.

El tercero fue un inválido que el presidente no devolvió (el gesto de la autoridad se lo agradecerá el empresario). En el cuarto toro se rajó el torero. Lo brindó al público, pero no correspondió al brindis. Prefirió la comodidad de las tablas al centro del ruedo, y el manso se rajó pronto. Los dos últimos fueron dos auténticas burras.

Mucho silencio y menos nueces para quien tenía la esperanza de que lo llevaran a hombros hasta el cercano pueblo de Villanueva del Ariscal, donde reside su peña. Entre los descastados toros y el desánimo de Martín, se fue al traste la brillante idea de los peñistas. La verdad es que hubiera sido un nuevo gesto de Martín.

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Sobre la firma

Antonio Lorca
Es colaborador taurino de EL PAÍS desde 1992. Nació en Sevilla y estudió Ciencias de la Información en Madrid. Ha trabajado en 'El Correo de Andalucía' y en la Confederación de Empresarios de Andalucía (CEA). Ha publicado dos libros sobre los diestros Pepe Luis Vargas y Pepe Luis Vázquez.

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