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Crítica:ÓPERA
Crítica
Género de opinión que describe, elogia o censura, en todo o en parte, una obra cultural o de entretenimiento. Siempre debe escribirla un experto en la materia

La hora española

Le llegó el turno al teatro de la Zarzuela en el desfile-exhibición de grandes teatros de ópera que compone la actual temporada lírica del teatro de La Maestranza de Sevilla, bajo los auspicios de la Expo '92. Sobre lo que vendrá después, aún no se sabe nada: incompetencia, una vez más, de los responsables políticos para fijar, al menos, un modelo de funcionamiento del teatro sevillano a partir del próximo 13 de octubre, cuando la Expo ya haya acabado.Parecía lógico que el teatro Lírico Nacional presentase una ópera española, aunque sólo fuese por ofrecer un rasgo diferenciado, algo de música nuestra. Descartadas, por razones diversas, las obras de nueva creación y hasta La dueña de Gerard, con una producción reciente y además ambientada en Sevilla, la elección recayó en El gato montés, al parecer por presiones de Plácido Domingo. No en vano el cantante madrileño es asesor artístico del teatro de La Maestranza y, según manifestaciones suyas en fecha reciente, se ha ofrecido para seguir siéndolo.

El gato montés

De Penella. Intérpretes: Plácido Domingp, Joan Pons, V. Villaroel, Carlos Alvarez, Linda Mirabal, Carlos Chausson. Orquesta Sinfónica de Madrid. Director musical: Miguel Roa. Director escénico: Emilio Sagi. Escenografía y vestuario de J. Galán. Representación: teatro de La Maestranza. Expo'92, Sevilla, día 7 de agosto.

Réplica a 'Carmen'

Para Plácido Domingo El gato montés representa "una réplica española a la Carmen francesa de Bizet " y "contiene todo el calor y el esplendor de mi tierra española". La prestigiosa casa discográfica alemana Deutsche Graminophon ha presentado, coincidiendo con estas representaciones, un disco de la ópera de Penella con el mismo reparto y la incorporación a él de la soprano española Teresa Berganza.

Esta grabación habría sido impensable sin la intervención de Plácido Domingo. Los divos de la ópera imponen sus criterios a los teatros o a las casas de discos. Cada vez tienen más poder. Lo copan todo: se introducen en la canción popular o ligera (desvirtuándola), llevan a cabo insufribles popurrís de fragmentos de ópera, recuperan títulos a su medida.

El gato montés es, al menos para el firmante de estas líneas, una ópera fallida, un zarzuelón con pretensiones, un híbrido de estilos en que conviven la españolada llena de tópicos con la aspiración de un verismo tardío. Se mantienen con frescura su famoso pasodoble y algunos fragmentos líricos aislados, pero en conjunto montar una operación de "resurrección" de esta obra con todos los apoyos oficiales, gira por Japón incluida, es una decisión, como mínimo, de dudoso acierto. Prevalece de nuevo la exportación de una imagen lírico-teatral española facilona, de éxito inmediato, carente de imaginación y riesgo.

Miguel Roa, cuya revisión de la obra denota un esfuerzo tenaz, dirigió con entrega y escasos contrastes a la Orquesta Sinfónica de Madrid. El sonido se situó preferentemente entre el mezzoforte y el forte. Emilio Sagi movió la escena con elegancia y habilidad, especialmente en los primeros cuadros, resaltando continuamente las acciones teatrales paralelas, sobre una escenografia luminosa, limpia y sugerente de Galán, que recordaba por momentos el estilo Frigerio de Il turco in Italia.

A partir de la corrida de toros se produjo un brusco cambio de estilo, dejando su sitio el realismo refinado a un clima más trascendente -espejos, proyecciones cinematográficas, oscuridad, efectos- que demostró un buen dominio técnico a costa de una pérdida de unidad (en realidad, tampoco la obra la tiene).

Sin problemas

Plácido Domingo encarnó al torero Rafael Ruiz, El Macareno (a partir de hoy, ironías, le sustituirá el tenor Antonio Ordóñez) con su habitual profesionalidad, en un papel que no le causa problemas. (El Próximo día 17 debutará en el teatro de la ópera de Bayreuth interpretando a Parsifal). Pons, muy aplaudido, demostró con su timbre cálido de voz, la adecuación para encarnar personajes sin maldad, aunque sean bandoleros, y las tres cantantes hispanoamericanas, la chilena Villaroel, la cubana Mirabal y la argentina Perelstein, cumplieron con solvencia.

Formidable la composición musical y teatral que hizo Carlos Chausson del padre Antón, y espléndido, en una carrera ascendente que mejora en cada representación, el joven barítono malagueño Carlos Álvarez como el picador Hormigón.

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