Entierro bajo las bombas
El entierro de las dos niñas bosnias muertas por francotiradores cuando el sábado eran evacuadas a Alemania se llevó a cabo ayer en Sarajevo en medio del bombardeo del cementerio en que recibían sepultura. Una granada hirió gravemente a la abuela de una de los pequeñas, y quizás haya que amputarle un brazo. "Hemos vivido juntos durante años, y ahora nos estamos matando los niños unos a otros. ¿Qué nos está pasando?", se preguntaba desolada una joven que asistió al dramático entierro.Los proyectiles de mortero hacían ayer impacto a escasos metros de donde se procedía a enterrar a Vedrana y Roki, muertos cuando el autobús en que se les pretendía librar de los horrores de la capital de Bosnia-Herzegovina fue atacado por francotiradores. Varios adultos y una treintena de huérfanos asistían a la ceremonia, ejecutada precipitadamente por unos asustados enterradores que depositaron los dos féretros blancos, uno al lado de otro, sin ninguna contemplación. El bombardeo y la rapidez del entierro hicieron que tanto la madre, Svjetlana, como la abuela, Ruza, de Vedrana llegaran tarde al lugar.
Al desconsuelo de las dos mujeres por no haber podido asistir al entierro de la pequeña vino inmediatamente a unirse el bombardeo del camposanto. Una explosión dispersó a los asistentes, que apenas habían tenido tiempo de depositar unas flores silvestres sobre las tumbas y buscaron como pudieron refugio entre las tumbas donde centenares de víctimas del asedio serbio a Sarajevo han encontrado su último reposo.
Al poco, otro proyectil hizo impacto entre los que corrían hacia la salida del cementerio. La metralla provocó una gran herida en el brazo de Ruza, que fue trasladada a un hospital donde los médicos trataban de salvarle el brazo.
Svjefiana apenas podía ayer con la amargura y el dolor. La madre de Vedrana dijo que entregó a su hija al orfelinato porque no podía alimentarla y negó que hubiera autorizado su evacuación a Alemania. También denunció que nadie le había comunicado la muerte de su niña de manera oficial.
Indira Hadziomerovic, una joven de 17 años que asistió al entierro, no podía más que darle vueltas a una idea. "Hemos vivido juntos durante años, y ahora nos estamos matando los niños. unos a otros...", decía, antes de preguntarse con desconcierto: "¿Qué nos está pasando?".
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