_
_
_
_

Una rumana aborta en la calle tras la paliza de unos compatriotas que le querían robar el hijo

Ana Alfageme

María C., rumana, señala a su hijo Ovidiu y acierta a decir: "Vender, vender". El niño, de tres años, no lo sabe, pero sus padres, María y Visine, recibieron una paliza por defenderle. La familia cuenta que otros gitanos, los que les. introdujeron en España, querían cobrarse el favor: o medio millón de pesetas o el niño. No se llevaron a Ovidiu, pero a Visine le abrieron la cabeza y María, de las patadas, perdió a su feto de tres meses, en una calle de Madrid. Quienes les conocen hablan, de un ajuste de cuentas en una familia gitana.

María tiene 39 años, aunque podría haber cumplido muchos más. El dolor le cruzaba ayer la cara demacrada de rasgos gitanos. Y también le vencía el cuerpo, que se doblaba como una caña, aunque, con las manos ennegrecidas, se llevaba el pitillo una y otra vez a la boca. Le daba de comer un bocadillo de tortilla a su hilo Ovidiu en la cafetería del hospital La Paz. Luego, descalza, arrastró al niño al cuarto de baño y le salpicó el pelo grasiento con agua.'Familia de malos'

Mientras, el marido de María, Visine, de 34 años, fuma también, sentado en una caja de cervezas. Su cabeza está envuelta en una aparatoso vendaje. A su alrededor hay otros gitanos rumanos que gesticulan. Uno de ellos, que, sin embargo oculta su nombre, se erige en portavoz. Todos dicen que no tienen para comer, pero fuman rubio americano y beben mucha cerveza. A María, que salió ayer del hospital, le hicieron el miércoles un raspado de útero de urgencia, después de que, horas antes, abortase en plena calle.

La Policía Municipal de Madrid encontró a María, inconsciente, en la avenida de San Luis, en el, distrito de Chamartín, en medio de un charco de sangre. Su cuerpo había expulsado un feto de tres meses que los agentes pudieron encontrar en el asfalto unos metros más allá. El marido, que iba con ella, contó que el día anterior unos desconocidos les habían pegado y se habían fugado. Los policías lo comunicaron a la comisaría de Chamartín.

Una UVI móvil del Ayuntamiento de Madrid la llevó al hospital. Allí, en su habitación de la octava planta, dejó un recuerdo de lástima y suciedad. Una mujer guineana, también ingresada, tuvo que servirle de intérprete, en el limitado francés que habla. María y Visine dejaron Timisoara, en Rumania, y emigraron a Alemania. "Allí estaban bien, recibían ayuda", cuenta el gitano-portavoz, "pero les convencieron de que vinieran a España: mucho dinero, trabajo".

El portavoz saca del bolsillo, en un papel sobado, una lista de nombres con el mismo apellido, cuyo líder, llamado Jon, es un "terrorista, que ha estado en la cárcel 15. años en Rumanía por matar". Son ellos quienes les pegaron, dicen, aunque a la policía les contasen que eran desconocidos. Esa familia les introdujo hace tres meses en España en una camioneta, ilegalmente. Luego, según cuenta el hombre, se quisieron cobrar el favor. "Les pidieron 500.000 pesetas. Y cada día se llevaban, con amenazas, todo el dinero que María y Visine sacaban de mendigar".Ajuste de cuentas

Lo que más afecta es lo que sucede más cerca. Para no perderte nada, suscríbete.
SIGUE LEYENDO

El pasado martes, "en la zona de Barajas, esos hombres se presentaron y les pidieron el dinero porque el jefe quería salir de España", prosigue el portavoz en español pedestre, "se quisieron llevar al niño, Visine le protegió, y le dieron golpes". Visine vence su cabeza con gesto de dolor, se levanta la camisa y deja al aire un par de señales. "Y a ella la agarraron del pelo y le tiraron al suelo y le pusieron la rodilla encima y la dieron patadas". Al niño no se lo llevaron; la furgoneta donde vivían, sí. María sangró y sangró. Al día siguiente, su embarazo de tres meses quedó destrozado.

"Hubieran sacado un millón o millón y medio si vendían al niño, fíjate", prosigue el portavoz, que en todo momento se impone entre los gitanos. "Y ahora, ¿dónde van? también se llevaron la camioneta que se la había dejado yo".

Fuentes cercanas a la familia dijeron ayer que la reyerta que pudo provocar el aborto se debe previsiblemente a "un ajuste de cuentas entre la misma familia de gitanos". "Unos y otros son de la misma sangre. Las acusaciones y las versiones contradictorias de unos y de otros se cruzan", aseguraron.

Ni carne, ni casa

¿Esa señora? Ya se ha marchado, y mejor; ya me olía mal a mí, ya. No tenía ni carné, ni casa, ni nada". Así hablaba ayer una sanitaria de La Paz. María ya se había ido, y dejó detrás, entre las mujeres que compartieron cuarto con ella, el desasosiego, cuando, por señas, trató de contar su historia. "Tenía ganas de hablar, se sentía perdida", contaba Montse, que también se recuperaba de un aborto, "le decía al médico que no sentía dolor para poder irse, pero cuando le dieron el alta, no sabía dónde vivía". Y María, que dice que no tiene dónde vivir porque se llevaron su furgoneta, se, quedó deambulando por los pasillos de la Paz, a esperar a que apareciese alguien de su prole. María sólo enseña un carné: el de la Comisión Católica de Emigración, con fecha de es te mismo mes. Esta organización no gubernamental (ONG), que asegura que en 1991 ayudó a tramitar el asilo a 3.000 personas, le dio el carné para que se pudiera identificar, pero no sabe a ciencia cierta cuándo entró en España. "No quieren a los gitanos en Rumanía", comentaba un representante.

En 1991, 813 rumanos solicitaron asilo. Sólo 110 peticiones fueron resueltas, y únicamente 24 personas se convirtieron en asilados. Los rumanos sólo suponen un 10% de los 8.138 personas que el año pasado, pidieron asilo en España.

Tu suscripción se está usando en otro dispositivo

¿Quieres añadir otro usuario a tu suscripción?

Si continúas leyendo en este dispositivo, no se podrá leer en el otro.

¿Por qué estás viendo esto?

Flecha

Tu suscripción se está usando en otro dispositivo y solo puedes acceder a EL PAÍS desde un dispositivo a la vez.

Si quieres compartir tu cuenta, cambia tu suscripción a la modalidad Premium, así podrás añadir otro usuario. Cada uno accederá con su propia cuenta de email, lo que os permitirá personalizar vuestra experiencia en EL PAÍS.

En el caso de no saber quién está usando tu cuenta, te recomendamos cambiar tu contraseña aquí.

Si decides continuar compartiendo tu cuenta, este mensaje se mostrará en tu dispositivo y en el de la otra persona que está usando tu cuenta de forma indefinida, afectando a tu experiencia de lectura. Puedes consultar aquí los términos y condiciones de la suscripción digital.

Sobre la firma

Ana Alfageme
Es reportera de El País Semanal. Sus intereses profesionales giran en torno a los derechos sociales, la salud, el feminismo y la cultura. Ha desarrollado su carrera en EL PAÍS, donde ha sido redactora jefa de Madrid, Proyectos Especiales y Redes Sociales. Ejerció como médica antes de ingresar en el Máster de Periodismo de la UAM y EL PAÍS.

Archivado En

Recomendaciones EL PAÍS
Recomendaciones EL PAÍS
Recomendaciones EL PAÍS
_
_