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Editorial:
Editorial
Es responsabilidad del director, y expresa la opinión del diario sobre asuntos de actualidad nacional o internacional

Ultimátum

LAS RELACIONES entre el Gobierno de Bagdad y el Consejo de Seguridad de la ONU han llegado a un punto de tensión límite. La posibilidad de una nueva acción militar contra Irak está sobre la mesa. Esta situación se debe a la actitud del Gobierno de Sadam al negarse a cumplir con las obligaciones derivadas de su derrota en la guerra del pasado año. El momento de mayor tensión surgió al rechazar Irak que un equipo de inspectores de la ONU entrara en el Ministerio de Agricultura para comprobar si existen en él datos sobre armas químicas y balísticas que Irak se ha comprometido a destruir. Tres semanas ha permanecido ese equipo ante las puertas del citado ministerio, hasta que fue atacado por una "manifestación espontánea" organizada por las autoridades iraquíes.Este hecho coincide con otros incumplimientos por parte del Gobierno de Sadam de las obligaciones que ha contraído: rechazo del dictamen de la ONU sobre la delimitación de la frontera con Kuwait y respuesta negativa a la propuesta de la ONU para la exportación de crudo iraquí a cambio de medicamentos y comida. Por otra parte, la explosión de un coche bomba cerca del cuartel general de la ONU ha sido una amenaza directa a los funcionarios internacionales.

En un acto oficial, Sadam ha hablado con desprecio de la ácción de la ONU. Estamos ante un nuevo intento del dictador iraquí por frenar o paralizar las inspecciones internacionales, cuya función es la de garantizar que Bagdad deje de ser un peligro para la paz mundial. En casos anteriores, Sadam acabó cediendo. Pero esta vez ha utilizado el incidente surgido en el Ministerio de Agricultura para entablar un pulso con el Consejo de Seguridad. Probablemente con la idea de aprovechar la campaña electoral en la que Bush está metido, pensando que éste tratará de evitar una actitud demasiado contundente.

En este orden, todo indica que se ha equivocado. El Gobierno norteamericano ha reaccionado con energía. Bush declaró que no renuncia a emplear medios militares para imponer a Irak el cumplimiento de sus compromisos. Es más, EE UU ha llegado a un acuerdo con el Reino Unido y con Francia -los principales aliados de la guerra del Golfó- para enviar un ultimátum a Sadam y anunciar acciones militares en el caso de que Irak persista en incumplir las obligaciones que le fueron impuestas en el acuerdo de alto el fuego que puso fin a la guerra.

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Al mismo tiempo, el diplomático sueco Ekeus, presidente de la comisión encargada de las inspecciones en Irak, realiza nuevos esfuerzos para encontrar una solución. El margen de negociación es obviamente estrecho. Las decisiones del Consejo de Seguridad son obligatorias y, en cualquier caso, Irak deberá ceder.

Es obvio que la comunidad internacional está interesada en que el problema se resuelva sin acciones militares. El gran error de los vencedores de la guerra del Golfo fue, quizá, terminarla dejando a Sadam en el poder. Faltó una acción de apoyo a las fuerzas de Irak que se oponían a la dictadura de Sadam. En los momentos actuales, ¿serviría un bombardeo -por "selectivo" que fuera- para cambiar la actitud de Sadam o para debilitarle? Cabe dudarlo. No hay señal de que exista una alternativa a Sadam. En tales condiciones, una acción de bombardeo podría tener efectos políticos negativos. Podría interpretarse incluso como un gesto de Bush para mejorar su imagen en la campaña electoral. Es significativo que Turquía -aliado fiel de EE UU en la guerra del Golfo- sea ahora contraria a una acción militar.

No cabe duda de que hace falta obligar a Irak y a su presidente-dictador, Sadam Husein, a que cumpla sus obligaciones, pero haciendo los mayores esfuerzos para que ello se haga sin la intervención de los militares. El remedio no debe ser peor que la enfermedad.

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