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Castro, por fin solo

El lider cubano se despide hoy en Sevilla del protocolo y emprende el camino de Santiago

Fidel Castro se desata por fin hoy en Sevilla del rígido protocolo y la severa seguridad de la cumbre. Esta tarde, cuando el resto de los mandatarios emprenda viaje de vuelta a sus respectivos países, Castro se quedará por fin sólo en su primera visita prolongada a España. No le han salido hasta ahora al líder cubano bien las cosas en la tierra de sus antepasados. Está triste y dolido, no sólo por la frialdad y el aislamiento que vierten sobre su persona, sino porque le salen deserciones, los periódicos le critican y los gusanos le insultan por las esquinas.Pero hoy es un día especial, pese a que todavía a Castro se le nota la resaca del rapapolvo que el viernes le dio Felipe González. Por primera vez en la historia, el líder cubano va a conmemorar, lejos de la isla, el aniversario del asalto al cuartel del Moncada, hace ahora 39 años y la primera gran hazaña, pese a que fracasó, de la entonces incipiente revolución cubana. También, ya libre de la cumbre, se queda sólo en Sevilla y desde aquí emprenderá el camino de Santiago, donde le espera Manuel Fraga.

Castro no tiene ya esa soberbia de cuando, en plena crisis de las Embajadas, se permitió el lujo de mofarse del Gobierno español y autorizar al Granma a que ridiculizara, con una caricatura alusiva a la soldadesca colonial, al entonces ministro de Exteriores, Francisco Fernández Ordóñez, rebajado malévolamente a la graduación de cabo.

Estará en la Expo 92 y en el Pabellón de Cuba, el más pobre del recinto, rodeado de un grupo de adictos, en su mayoría integrantes del séquito que le acompaña. Un pabellón que sólo muestra fotografías y, entre ellas, una muy especial hecha a propósito el año pasado en Guadalajara en la que aparece el viejo barbudo de Sierra Maestra con el Rey Juan Carlos.

Castro le ha cogido miedo a España. Ese ha sido el principal motivo del recorte de su visita, primero a Sevilla, donde tenía previsto permanecer hasta última hora del lunes, y después a Galicia, donde Manuel Fraga, su nuevo amigo español, le había preparado un recorrido maratoniano de cuatro días, ahora reducido a dos, por toda la región, con recibimientos multitudinarios, romerías y gaitas.

La delegación cubana estaba ayer más preocupada por el rostro que iba a poner Castro cuando observara el Pabellón de su país que por todos los gritos juntos de los exiliados que pululan estos días por las calles de Madrid y Barcelona. Castro, en La Habana, había apostado mucho por el Pabellón cubano en Sevilla, encomendado al ex embajador de su país en la extinta República Democrática Alemana, Julio García Oliveras, pero se va a llevar un disgusto.

El Pabellón cubano, levantado a duras penas por la falta de financiación por el arquitecto sevillano José Ramón Moreno, no deja de ser un pequeño cubículo en una Expo donde cada país compite por demostrar más grandeza externa. Prácticamente se lo ha pagado el Gobierno español y la inicial idea de reproducir una Bodeguita del Medio se ha quedado en un restaurante, explotado por españoles, que desprende olores de parrilladas de mariscos de Sanlúcar de Barrameda o Isla Cristina, hace los mojitos con fanta y, la figura del cantinero cubano, que la revolución ha mantenido en los locales para turistas, ha sido sustituida por camareros sevillanos y gaditanos a porcentaje con guayaberas mal planchadas y llenas de lamparones.

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Pisar suelo sevillano

Castro se alojará esta noche en el hotel Alfonso XIII, levantado en 1929 con la Exposición Ibero americana, cuando él era tan sólo un pequeño de tres años, hijo de un ex telegrafista del Ejército colonial que se quedó en la isla y, poco a poco, se hizo con varias caballerías de tierra en Santiago hasta convertirse en hacendado.

El protocolo le ha fijado una suite elegante desde donde podrá divisar la Giralda y su veleta, el Giraldillo, que tiene a su gemela, La Giraldilla, en La Habana. Flan sido tan rígidos los hombres de Lluís Reverter, el organizador del atrezzo de esta cumbre, que Castro no podrá pisar suelo de la urbe sevillana porque los mandatarios irán del aeropuerto a la Expo, de allí al hotel, y nuevamente de éste al avión que los conducirá a Barajas.

Castro había preparado una estancia solemne en Sevilla que incluía la noche de hoy, ya libre de los otros mandatarios, y todo el día de mañana, con actos al descubierto y sin restricción de público, en el Palenque, y con una recepción en el Pabellón cubano a la que había sido invitado todo el rojerío andaluz. Pero no estará en ellos.

Todavía ayer no se sabía oficialmente si habría tal recepción, adelantada a la noche del 26, y si el Día de Cuba, programado para el 27, iba a ser presidido por él, que ese mismo día y a esa misma hora, las 11, ha anunciado que estará en Galicia con Manuel Fraga.

La Embajada cubana ha tenido mala suerte en los preparativos de este viaje a Sevilla. El Pabellón no les gusta ni a ellos mismos, ha detectado la presencia de gusanos que pueden reventar el acto público del Palenque y, para colmo, fueron días pasados víctimas del robo de todo el bloque de entradas que la organización de la Expo le había facilitado a Cuba para que invitara a quien quisiese. La Policía española asegura que este robo ha sido cosa de chorizos.

La estancia en Sevilla se quedará como una anécdota para Castro, a quien desde el primer día en que llegó empezó a no gustarle para nada este viaje por tierras de España.

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