Corazón de torero bueno
La corrida e incluso la feria se le iban a Enrique Ponce de vacío, con sus compañeros triunfadores y él de espectador. Pero lo arregló en el último toro y salió a hombros. Esta vez no se cerró la puerta grande con la espada ni con nada, como el día anterior. Esta vez la abrió de par en par, a pesar de que el toro no era una mona y permanecía de cancerbero, preguntando con cara fosca y mugido de ultratumba a ver quién era el guapo que se atrevía a salir por allí. El primero de los toros que no eran una mona sacó casta y Enrique Ponce lo muleteó voluntarioso, aunque sin acabar de dominarlo. Sólo le quedaba la oportunidad del sexto, un ejemplar noble y temperamental, para demostrar a la afición valenciana que es figura del toreo por derecho propio.No necesitó pronunciar discursos sino, simplemente, echarse la muleta a la izquierda. ¿No se venía diciendo -aquí, sin ir más lejos- que es un torero con vocación derechacista? Pues para desmentirlo, no bien hubo tanteado al toro ya estaba con la muleta en la izquierda, y ya se cruzaba en el cite, y ya ceñía el natural. Lo hizo en dos tandas, que no resultaron armoniosas, pero ahí estaba el detalle.
Garcigrande / Joselito, Litri, Ponce
Toros de Garcigrande (3º, sobrero, en sustitución de un inválido), correctos de tipo aunque la mayoría sospechosos de pitones -1º, terciado, prácticamente desmochado-, con casta. Los toros anunciados de Marcos Núñez fueron rechazados en el reconocimiento.Joselito: bajonazo descarado (oreja); pinchazo, bajonazo -aviso- y dobla el toro (oreja). Litri: pinchazo bajo y estocada (aplausos); pinchazo bajo y estocada caída (petición y dos clamorosas vueltas al ruedo). Enrique Ponce: pinchazo hondo perpendicular trasero, rueda de peones y dos descabellos (silencio); estocada caída perdiendo la muleta (dos orejas). Joselito y Ponce salieron a hombros por la puerta grande. Plaza de Valencia, 23 de julio. Sexta corrida de feria. Lleno.
Siguió por redondos. Giró un molinete, y al engendrar otro, el toro le arrolló. Se levantó sin mirarse y dio un molinete más que constituyó todo un manifiesto. Punto uno del manifiesto: ni siquiera las cogidas le iban a arredrar. Luego la faena se fue haciendo progresivamente emocionante y bella, con muletazos de todas las marcas, que alcanzaron la cumbre cuando ejecutaba los pases de pecho. Y, para remate, lo nunca visto: entró a matar con decisión, clavó el estoque por las zonas altas y la plaza entera fue un clamor...
Mató Ponce por las zonas altas: lo nunca visto, es verdad. Bueno, no demasiado altas, pues el acero quedó caldillo. Claro que otros aún mataron peor. Ahí estaba Joselito quien, con toda su fama de gran estoqueador, metía unos bajonazos que hacían temblar el misterio. También es cierto que el público se lo agradeció en el alma. Pegaba los bajonazos Joselito y el público exclamaba ibiééén!
El público estaba de un aplaudidor subido. Había en la plaza mayoría de mujeres que se pasaron la tarde gritando ibiééén! y iolééé!, lo cual significa que les gustó todo. Lo mismo les gustaban los mediocres pases que dio Joselito en sus interminables faenas, que los trapazos de Litri, que el toreo bueno de Enrique Ponce. Si a la frecuencia y a la intensidad sonora de los !bién! y los ¡olé! nos remitimos, quien más les gustó fue Litri. Si a las aceleradas palpitaciones de sus corazoncitos sensibles, de ese dato no hay constancia, lamentablemente. Un aficionado intentó comprobarlo -sólo a efectos informativos, por supuesto- y le arrimaron un guantazo. Al presidente de buena gana le habrían arreado otro, por no darle la oreja a Litri, y liberaron la cruel frustración armándole un broncazo monumental. Marginado de orejas, Litri el de los trapazos no pudo salir a hombros, ¡mecachis! En cambio salió a hombros Joselito el de los bajonazos. Y, naturalmente, salió Enrique Ponce, cuyo corazón de torero bueno había puesto la torería a la altura del Micalet.
Babelia
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