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Crítica:27º FESTIVAL DE JAZZ DE SAN SEBASTIÁN
Crítica
Género de opinión que describe, elogia o censura, en todo o en parte, una obra cultural o de entretenimiento. Siempre debe escribirla un experto en la materia

La fe recuperada

Llovió copiosamente en el transcurso de la mañana y la organización decidió, con buen criterio, trasladar los conciertos a locales cubiertos. Abrió la jornada Banana Jazz, un excelente grupo francés de corte tradicional y, ya dentro del programa principal, actuó la cantante Ranee Lee.El estilo de esta mujer deja en evidencia al de tantas otras vocalistas absolutamente vacías a pesar de estar adornadas con portentosas facultades. Ella no posee una voz espectacular pero dosifica la que tiene con sabiduría y, aún más importante, no se refugia en materiales blandos sino que se enfrenta a un repertorio grande. Tanto en piezas íntimamente ligadas a Billie Holiday (When a woman loves a man, Don't explain) como en aires brasileños (No more blues) y es tándares tratados a ritmos inusuales (Polka dots and moon beams), Ranee Lee busca con gusto refinado lo que de auto biográfico hay en cada canción. Por si fuera poco, también tiene talento para rodearse de buenos músicos.

Rance Lee Sextet, McCoy Tyner Big Band y David Murray-Dave Burrell

Teatro Victoria Eugenia. San Sebastián. 21 de julio.

Sin ir más lejos, su formidable batería Douglas Sides hubiera impulsado la Big Band que actuó después mucho mejor que su titular, Aaron Scott, principal responsable de que a McCoy Tyner todavía se le resista esta fórmula. Sin duda, también influye el he cho de que Tyner ha reunido una orquesta que en nada se parece a una formación encorsetada de profesionales al servicio de un empeño común, y se asemeja más bien a un congreso de crea dores, sujetos al atril por los hilos flexibles de la amistad y ciertas afinidades ideológicas.

Se diría que es una causa perdida el intento de imponer disciplina entre músicos que prolongan sus particularísimos y diversos adornos capilares (bigotes a lo Fumanchú, diminutas perillas y peinados. a lo rastafari, entre otros) a su forma de tocar. Y mejor que así sea. La fuerza de la orquesta estriba precisamente en el contraste de enfoques, como se pudo comprobar en Blues for Basie, donde Eddie Henderson sopló con hondura a través de la sordina de su trompeta, John Stubblefield buscó soluciones inéditas a los clásicos 12 compases y el trombonista Frank Lacy hizo un solo cargado de sentido del humor. También fue este tema el elegido por Avery Sharpe para dar una fantástica lección sobre cómo tocar el contrabajo con arco en pizzicato y hasta por soleares. Fue un dignísimo final para la edición de un festival que, a diferencia de las tres anteriores, se ha hecho muy corta.

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