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Una grave pérdida para Europa

Václav Havel dimite como presidente de Checoslovaquia

Una más de las grandes esperanzas surgidas en Europa en aquel año memorable y casi increíble que fue 1989 ha quedado definitivamente rota con la dimisión del presidente checoslovaco, Václav Havel. El filósofo presidente, el dramaturgo disidente, símbolo de la añoranza de libertad y tolerancia expresada por el grito entusiasta que resonaba aquel otoño por las calles de Praga y Bratislava, "¡Volvemos a Europa!", abandona el cargo, dolido y decepcionado por una evolución que confirma sus peores temores.

La revolución de terciopelo, el levantamiento popular que en noviembre de 1989 acababa en pocos días -con cánticos y velas encendidas como únicas armas- con el régimen comunista checoslovaco, había tenido su culminación en la designación de este hombre sabio como jefe del Estado de checos y eslovacos.Este hijo de una familia de la gran burguesía checa se había convertido, en décadas de lucha política y literaria, muchas veces solitaria, a favor de la verdad, en la conciencia de aquella maltratada sociedad.

Havel nació en 1936, un año antes de la muerte del que había sido primer presidente de Checoslovaquia, el filósofo Thomas Garrige Masaryk, con el que tantas veces ha sido comparado. Masaryk había sido el artífice de la creación de este Estado de checos y eslovacos surgido en 1918 de los escombros del Imperio Austro-Húngaro, un Estado soñado por su fundador como gran ejemplo de cooperación y equilibrio entre dos pueblos eslavos en el corazón centroeuropeo.

Havel, que siempre ha compartido este sueño, se marcha al ver que ha saltado en añicos ante las arremetidas de esas viejas fuerzas reavivadas por el terremoto histórico que sacude al continente. El hombre reflexivo ha sido derrotado por las pasiones del nacionalismo; el piadoso, por los rencorosos y vengativos; el austero y ponderado, por los rapaces de la ley del más fuerte. El Estado se muere y Havel no quiere ser el sepulturero.

Havel, que había asumido el cargo a finales de 1989 entre grandes dudas y bajo fuertes presiones, no negaba ya desde hace tiempo que éste le producía satisfacciones que compensaban su alejamiento casi total de su auténtica vocación, que son las letras. Otro gran intelectual disidente bajo el comunismo, el polaco Adam Michnik, comentaba hace días que durante la dictadura había considerado al periodismo como un instrumento más de la lucha política para caer después de lleno en esta profesión, donde su éxito no es menor. Havel, amigo y compañero de lucha de Michnik desde hace décadas, entró en la política obligado por la lucha contra la censura y a favor de la verdad que se imponía como literato honesto.

Fue un congreso de la Unión de Escritores Checoslvacos, en 1967, el detonante de un movimiento emancipador en todo el país que acabó conociéndose como la primavera de Praga. Havel ya jugó allí un papel destacado. El aplastamiento de aquel nuevo y breve despertar de los checos y eslovacos a las libertades hizo de Havel el escritor un adversario del régimen que, por su pundonor y coraje, pronto fue considerado el enemigo político número uno.

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Prohibida la representación de sus obras y la publicación de sus libros en el interior, cada vez más celebrado en el exterior como autor y luchador por las libertades, en la década de los ochenta Havel entraba y salía de prisión con la frecuencia y el sosiego con que otros hacen viajes de placer.

Amante del rock y del jazz, del arte moderno, amigo de artistas, literatos y filósofos, Havel era el poeta enamorado de la vida, la antítesis viva de la mediocridad doctrinaria que durante décadas gobernó Checoslovaquia.

Pero los entusiasmos por la libertad, la tolerancia y la democracia que vencieron en 1989 y, llevaron a Havel al Hrad, "al castillo", sede del jefe del Estado en Praga, bajo las agujas de la catedral de San Vito, se han esfumado y, con él, los apoyos al presidente.

Los 'chicos de Chicago'

Ante todo en Eslovaquia, los sentimientos de agravio, hábilmente agitados por los nacionalistas, se han vuelto contra Praga y contra su cabeza más visible, Havel. En el Parlamento le negaron su reelección en primera ronda. Él no ha querido insistir. En la república checa de Bohemia y Moravia, la derecha dura de los chicos de Chicago de Václav Klaus, vencedor en las elecciones allí, tampoco va a defender a quien considera demasiado escrupuloso y reflexivo para el salto al capitalismo ideal que, considera, exige víctimas. Así, checos y eslovacos parecen decididios a poner fin al Estado checoslovaco. Fundado por aquel gran pensador Masaryk, hoy es otro hombre del pensamiento, Havel, quien se ve en el triste designio de simbolizar su fin.

Como le sucedió a otro intelectual en la vecina Polonia, a Tadeusz Mazowiecki, Havel ha antepuesto su conciencia a sus deseos de mantenerse en el cargo. Nadie podía esperar otra cosa de este gran hombre de pequeña estatura que en los solemnes salones barrocos del Hradshin ha mantenido esa humilde dignidad con que recibía a los periodistas en su casa, en bata, con pantuflas, una botella de cerveza en la mano y algún chiste sobre los policías que día y noche vigilaban su portal en la calle.

Como tantos otros líderes morales de las naciones emergentes del que fuera bloque soviético, Havel no ha podido mantenerse ante la profundización de la crisis económica, el avance de la intolerancia nacionalista y el desmoronamiento de los ideales que simboliza con su persona.

Con la dimisión de Havel, pierde la aún existente Checoslovaquia; pierde Eslovaquia, que se desengancha aún más de sus nexos con centroeuropa -que, quiera Bratislava o no, pasan por Praga-, y pierde la idea de un continente abierto, ilustrado y antisectario.

Pierde Europa, que se aleja un poco más de aquellas ideas triunfadoras en 1989 y se sume un poco más en el lodo de las viejas hipotecas del continente, el nacionalismo, la irreflexión, la soflama demagógica y la intolerancia que, por desgracia prematuramente, muchos creían ya definitivamente liquidadas.

Queda. la esperanza de que Havel, aún joven a sus 56 años, cumpla con su vaga promesa hecha a sus conciudadanos el domingo en su intervención radiofónica semanal de Conversaciones desde Lany, la residencia de verano presidencial en las afueras de Praga: "Hasta la vista, en tiempos mejores".

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