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El Gobierno italiano despliega el Ejército en Sicilia

Fue una jornada de polémicas en Italia la de ayer lunes. El Gobierno decidió desplegar en Sicilia el Ejército para reforzar la vigilancia de las cárceles, ante el escepticismo de muchos observadores, mientras la prensa anunciaba con grandes titulares el asesinato del juez Paolo Borsellino, perpetrado la víspera por la Mafia en Palermo. Y hasta estos titulares tenían un matiz, cansino, como ocurre con frecuencia cuando el carácter trágico y reiterativo de una noticia hace que ésta represente un desafío excesivo. Nuevas voces pedían, entretanto, la entrada en vigor de medidas de emergencia.

Mientras, un total de 55 capos peligrosos fueron trasladados de improviso desde la cárcel palermitana del Ucciardone hasta la isla de Pianura, donde permanecerán aislados.La familia del magistrado asesinado sobre todo lloraba. "Vida mía, vida mía, me lo han quitado, ha ido a juntarse con Giovanni [Falcone] y Francesca [Morvillo, la esposa del juez, muerta también en el atentado del pasado 23 de mayo]. No se los merecían a estos hombres", dicen las agencias de prensa italianas que repetía en su domicilio Agnese, la viuda de Borsellino. Y es claro que, en la intención de la mujer, quien "no se los merecía" no era otro que el propio Estado italiano.

Pocas horas después de que el presidente de la República, Oscar Luigi Scalfaro, hiciera un llamamiento para que se restableciera la credibilidad del Estado, la familia Borsellino anunciaba que quiere celebrar funerales estrictamente privados y no antes de que logre localizar en Indonesia a Fiammetta, una de las hijas del magistrado que fue de vacaciones. El presidente de la República, añadieron, queda invitado a esa celebración en tanto que ciudadano privado.

Ennio Pintacuda, un jesuita de Palermo ligado al ex alcalde y líder político antimafia Leoluca Orlando, comentaba en referencia al mismo tema: "Tiene razón Scalfaro cuando dice que el Estado debe tener credibilidad. Todo el Estado".

Elementos desviados

Y añadía: "Los elementos desviados que siempre han tenido un papel activo en los momentos difíciles de la democracia, y que todavía lo tienen, conectados con magistrados corruptos y representantes de las propias instituciones, ¿quiénes son? No, prefiero no dar nombres, pero la verdad es que no es cuestión de celebrar funerales de Estado cuando en éste hay personajes sin credibilidad".

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Estas apreciaciones anticipan el ambiente cargado que pueden suscitar hoy en Palermo unos funerales oficiales que el Estado italiano no podía ni debía pasar por alto, aunque ni siquiera se supiera ayer si contarían con alguna representación de los familiares del difunto.

La actitud de enfrentamiento con el Gobierno fue inaugurada, sin embargo, durante la noche del domingo mismo por los agentes que cumplen funciones de escolta en Palermo y que protagonizaron una escena de gran tensión en torno al jefe supremo de la Policía, Vicenzo Paris¡, que se trasladó a la ciudad siciliana tras el atentado.

Con la crispación de quienes han perdido a ocho compañeros de trabajo en los últimos dos meses, los agentes de Palermo llegaron a amenazar con un plante colectivo para el día de ayer que finalmente no se hizo.

"Es cierto que estos últimos atentados entran realmente en las páginas más trágicas del terrorismo internacional, y que son episodios dignos de una ciudad como Beirut, y más ligados a una situación de guerra que a una actividad de defensa civil", dijo ayer Parisi en tono conciliador con la virtual revuelta policial.

El ministro socialista de Justicia, Claudio Martelli, disparó, en cambio, salvas dialécticas contra los responsables del orden público por lo que calificó de "dejadez evidente", ya que no habían logrado evitar "la muerte anunciada del juez".

Enfrentandentos verbales

Otros enfrentamientos verbales se registraron por la tarde en el Parlamento durante el debate sobre la explicación dada a la Cámara por el ministro del Interior, Nicola Mancino.

Socialdemócratas y liberales retornaban las críticas de Martelli hacia los aparatos de seguridad; ex comunistas, republicanos y verdes negaban autoridad frente a la Mafia al actual equipo de Gobierno, y La Rete de Orlando se oponía a la legislación de excepción, al afirmar que la cuestión no se plantea hoy en estos términos.

Para este movimiento, el problema no es la falta de leyes sino el que las ya existentes sean aplicadas en interés de los mafiosos. Por ello, Luciano Violante, otro juez conocido, escribía ayer en la primera página del periódico L'Unitá: "La Mafia mata y el Gobierno dicta decretos. Cosa Nostra puede seguir tranquila. Italia, no".

Cansancio, pues, y poca esperanza reflejada en titulares tan escuetos como el de "También Borsellino", con el que abría a toda plana Il Giornale de Indro Montanelli, o el más escueto aún de "Borsellino" impreso, sin más, en rojo, sobre la portada del periódico de los socialistas, Il Giorno.

"Todo ha acabado"

Antonino Caponetto, el juez más anciano y ya jubilado del Palacio de Justicia de Palermo, sollozaba ayer cuando salía de dar el pésame a la viuda de su colega Paolo Borsellino."Todo está perdido, todo ha acabado", decía mirando con desconsuelo a la cámara de televisión y al periodista que le insistía: "Pero ¿por qué no hay esperanza?". "No quiero hablar, no me hagan hablar", repetía Antonino Caponetto.

El propio Paolo Borsellino había dicho a periodistas, tras el asesinato de Falcone: "Se acabó. Ya no hay nada que hacer, no lo creo. ¿Quedarme? Y si no, ¿qué? ¿Qué otra cosa podría hacer?". Un cuñado de Falcone, hermano de su difunta esposa, Francesca Morvillo, y magistrado en Palermo, explicó ayer que, después de Falcone, Borsellino era el único, y el último, capaz de unir mínimamente a los jueces que trabajan en el llamado Palacio de los Venenos. Y esa división es la más trágica de las dejadas por este último asesinato mafioso.

Pietro Giarrimanco, Fiscal jefe palermitano, es el centro de una abierta polémica, sobre todo desde que se conociera la desconfianza hacia su labor expresada por Falcone en un diario publicado tras su muerte, que Borsellino identificó como auténtico.

Sobre ese nudo de polémicas entre los jueces y entre éstos y el Gobierno, como las que mantienen bloqueada la atribución de la superfiscalía antimafia para la que se propuso a Falcone y luego a Borsellino, cabalga una organización asesina, hoy cabeza del terrorismo tecnológico.

Según confirmó ayer la policía, Borsellino murió cuando entraba -y no cuando salía- de casa de su madre, por efecto de la explosión de entre 40 y 80 kilos de plástico que habían sido dejados bajo un Seat Ibiza perteneciente a un vecino del edificio.

Esta técnica es nueva y menos comprometida para los asesinos que el coche-bomba tradicional. Además, la detonación se produjo mediante un potente amplificador de frecuencias que permitía operar el disparo desde una distancia de unos 200 a 300 metros.

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