_
_
_
_

Los hermanos Daniel y Humberto Ortega traen en jaque a Nicaragua

Tu suscripción se está usando en otro dispositivo

¿Quieres añadir otro usuario a tu suscripción?

Si continúas leyendo en este dispositivo, no se podrá leer en el otro.

¿Por qué estás viendo esto?

Flecha

Tu suscripción se está usando en otro dispositivo y solo puedes acceder a EL PAÍS desde un dispositivo a la vez.

Si quieres compartir tu cuenta, cambia tu suscripción a la modalidad Premium, así podrás añadir otro usuario. Cada uno accederá con su propia cuenta de email, lo que os permitirá personalizar vuestra experiencia en EL PAÍS.

En el caso de no saber quién está usando tu cuenta, te recomendamos cambiar tu contraseña aquí.

Si decides continuar compartiendo tu cuenta, este mensaje se mostrará en tu dispositivo y en el de la otra persona que está usando tu cuenta de forma indefinida, afectando a tu experiencia de lectura. Puedes consultar aquí los términos y condiciones de la suscripción digital.

La suspensión del envío de 100 millones de dólares (10.000 millones de pesetas) de ayuda norteamericana al Gobierno de Violeta Chamorro se considera en Nicaragua, no como una advertencia, sino la cifra con la que ha tasado EE UU la cabeza del poderoso jefe del ejército sandinista, Humberto Ortega, hermano del anterior presidente del país, Daniel. Éste acaba de salir en defensa de su hermano y, desde esa barricada en la que se atrinchera últimamente, ha lanzado su más reciente amenaza: "Los que piden su cabeza están pidiendo también que vuelen las suyas". La Nicaragua de Violeta Barrios de Chamorro, dos años después del relevo sandinista, va de susto en susto. Los hermanos Ortega, cada uno en su papel, traen en jaque al país.

Chamorro no quiere problemas y su yerno, Antonio Lacayo, ministro de la Presidencia y hombre fuerte del Gobierno, tampoco. De ahí que hoy la presidencia de la república esté en divorcio permanente con los 14 partidos que ganaron las elecciones de 1990.Prefieren cohabitar con los Ortega, confiados de que Humberto no les va a traicionar, en su papel de hombre clave e institucional de un Ejército condenado a ser de todos, y de que las amenazas de Daniel son más ruido que nueces.

La operación contra los Ortega tiene a su instigador interior en el presidente del Parlamento, Alfredo César, y a su agitador en EE UU en el senador republicano Jesse Helms, artífices ambos de la suspensión de la ayuda, estadounidense. Humberto y Daniel, acosados desde diferentes frentes, se han repartido los papeles y el que tiene el poder, que es quien controla al Ejército, pasa por el bueno para los nicaragüenses, mientras que el otro, que se ve obligado a contener unas bases sandinistas que están perdiendo privilegios y prebendas, ejerce y juega de malo.

Humberto se ha tragado la reducción del Ejército de 80.000 a 20.000 hombres; acaba de anunciar el retiro de 2.000 oficiales veteranos y coquetea con Gobiernos extranjeros, como el de España, para que europeice sus servicios de inteligencia y le ayude a organizar la nueva academia militar. España, que forma actualmente en sus centros militares a 30 becarios sandinistas, ha dicho que hablará de ello en 1993.

El plan de ajuste de Lacayo ha aportado indicadores macroeconómicos jamás soñados después de que con los sandinistas se llegara a una inflación del 30.000%. Pero un 58% de la Población activa pasó al desempleo, las insurgencias se repiten en el campo y en las fábricas, hay un empobrecimiento brutal de las capas populares, Nicaragua se ha convertido en el país más caro de Centroamérica y aparecen los revueltos, que se adueñan de propiedades agrícolas y toman carreteras y caminos.

Humberto ha dicho que el Ejército jamás dará un golpe, pero tampoco se enfrentará con el pueblo. Sin embargo, para congraciarse con los poderes políticos y no levantar sospechas de prosandinismo ha tenido que hacer alardes de fuerza en Chinandega, Sebaco y Zelaya Norte.

Conocer lo que pasa fuera, es entender lo que pasará dentro, no te pierdas nada.
SIGUE LEYENDO

El Parlamento le citó a declarar recientemente. No estaba obligado a acudir por ley, pero se presentó voluntario. Era su venganza contra César: "Aquí me tienes porque quiero yo".

Nicaragua camina sin déficit presupuestario y sin inflación , como resultado del ajuste de Lacayo, y es felicitado por el Banco Mundial, pero no consigue que regrese el exilio económico, que no se fía de los Ortega.

Alfredo César, empeñado en hacerse con el poder en 1996, ha optado por una estrategia de acoso y derribo de los hermanos Ortega, que pasa también por su cuñado Antonio Lacayo, instigador de los vetos presidenciales a las leyes que salen del Parlamento contra los sandinistas.

Al acoso político a Humberto Ortega se suma ahora el penal. Nicaragua revive un caso de asesinato. En octubre de 1990, un joven de 15 años, hijo de un sandinista, apostó con un amigo a que, en una carrera de velocidad, sobrepasaba y descomponía la caravana de Humberto Ortega. Lo intentó, pero fue acribillado a balazos y rematado por los escoltas.

Todo esto tiene un precio: o los 100 millones de dólares de ayuda norteamericana o la decapitación política de Humberto Ortega.

Archivado En

Recomendaciones EL PAÍS
Recomendaciones EL PAÍS
Recomendaciones EL PAÍS
_
_