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Israel

Los resultados de las elecciones de Israel tendrán una repercusión positiva en el proceso de negociación de la conferencia sobre Oriente Próximo. Confirman las impresiones que recogí en el curso de mi reciente viaje a Israel: en primer lugar, que la gente está muy hambrienta de paz; en segundo lugar, que todos los implicados sienten una profunda necesidad de cooperar y, por último, que el país quiere y necesita un amplio programa de reorganización de la economía nacional y de reforma social.A la luz de estas aspiraciones, la paz es sencillamente una necesidad. Creo que los resultados de las elecciones reflejan las necesidades que experimenta la sociedad. Yo ya tenía un concepto bastante claro de Isaac Rabin y de su complejo historial incluso antes de nuestro 'último encuentro. Ahora, después de conocerle personalmente, le veo como una persona capaz de adoptar una visión de conjunto con una perspectiva de las cosas moderna y previsora. Es un líder con una gran voluntad política, que responde a las grandes esperanzas que el pueblo ha depositado en él. Me dijo que apoyaba la fórmula de 11 paz a cambio de territorios" y que no tiene la intención de obligar a los árabes de los territorios ocupados a convertirse en ciudadanos israelíes. Insistió especialmente en un punto: el carácter gradual del proceso. Sin embargo, he de decir que no contestó a una de mis preguntas: "¿Está usted o no a favor de un Estado palestino autónomo?". De modo que la pregunta sigue en el aire, y es la más complicada de todas.

Los aspectos humanos de la pregunta en torno a Jerusalén también revisten gran seriedad. Al visitar la ciudad, le sorprende a uno la gran diversidad de mundos y visiones del mundo que allí se mezclan. No obstante, lo que más me impresionó es que esta diversidad nunca se planteó como un problema en mis conversaciones. En Jerusalén uno no percibe hostilidad, ni una separación absoluta de la fe de unos con respecto a la de los otros. Cuando fui a los Santos Lugares con el patriarca ortodoxo, pude oír cómo se fundían la llamada a la oración del muecín y el repicar de las campanas ortodoxas. Y, mientras volvíamos a pie, pude ver las calles atestadas de tenderos árabes. Son lugares que están sellados con la marca de nacimiento de nuestra civilización compartida; son internacionales en el más profundo de los sentidos. Se da una coexistencia extremadamente frágil de nacionalidades, modos de ser, credos religiosos y principios. Resolver un problema de tal magnitud resultará verdaderamente dificil. Además, ¿se trata de un problema o de una realidad que hay que asumir? En cualquier caso, es algo que no se puede eludir. Contamos además con el apoyo de las resoluciones de las Naciones Unidas para llevarla a buen término.

La postura de los líderes árabes no es menos importante. Mi experiencia en el trato con ellos me dice que, cualesquiera que sean las diferencias en las respectivas posturas de Mubarak y Asad, ninguno de los dos se opone a la Conferencia de Paz. A pesar de todas las dificultades, esperan un resultado positivo. En este aspecto, sólo puedo repetir lo que ya dije en Israel: que cuando estuve allí tuve la impresión de que, hoy día, los israelíes han comprendido que "no puede haber una paz israelí ni una paz norteamericana ". Es mejor así. Del mismo modo que tampoco podría haber una paz rusa o una paz siría o una paz egipcia. No sería realista construir una política sobre una base así. Por el contrario, resultaría peligroso para todos.

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Sólo hay una forma de salir de este callejón. Llegar a un acuerdo entre las partes afectadas. La era de los grandes mecenas se ha acabado. La nueva postura internacional de Rusia y el fin de la polarización de los dos bloques han alterado inevitablemente todas las prioridades. Israel ya no puede contar con una ayuda de Washington comparable a la que recibió en los últimos decenios. Los países árabes ya no pueden contar con el contrapeso de la ayuda de Rusia.

Israel tiene que comprender que la política seguida hasta la fecha ya no puede garantizar su seguridad. Y los líderes árabes tendrán que acabar por reconocer al Estado de Israel y establecer relaciones normales con él. No hay otro camino. También hay que tener en cuenta el factor tiempo. Hablamos de esto con Shamir. Le dije que será sin duda un proceso largo y complicado. Pero espero que no exija tiempo como le llevó a Moisés conducir a los judíos a traves del desierto. Shamir se rió y me dijo que los tiempos han cambiado y ahora se va a otro ritmo.

Por otra parte, en Israel observé una cierta insatisfacción con respecto a la pérdida de interés de Estados Unidos y Rusia. En uno de mis encuentros con los representantes del Gobierno, alguien incluso me preguntó si Rusia tenía la intención de abandonar el proceso de negociación. Creo que tanto la campaña electoral de Estados Unidos como la difícil situación de Rusia han dejado su huella, y que de hecho la atención de los dos copresidentes de la conferencia se ha desviado. Pero, en cualquier caso, estoy convencido de que no hay razón para dudar de sus intenciones.

Sin embargo, aunque se están estudiando los problemas de la tierra, las fronteras y el futuro de los palestinos, es necesario dedicar la misma esmerada atención a otro problema: ¿qué tipo de medidas políticas de seguridad puede garantizar la paz en la región? Si todos los participantes creen que las medidas son seguras, esto tendría un efecto positivo inmediato a la hora de establecer nuevos acuerdos.

Tan pronto como recibí invitaciones para visitar varias naciones árabes, me preguntaron si pretendía desempeñar el papel de mediador. Contesté que era contrario a tal propuesta, porque debilitaría y perjudicaría las negociaciones que se habían iniciado con tanta dificultad. Es absolutamente necesario respaldar la Conferencia de Paz.

Creo que al restablecer las relaciones diplomáticas que se rompieron en 1967 contribuimos a poner a Israel en camino hacia Madrid. Fue la decisión adecuada y con ello se inició el proceso. Pero podría interrumpirse si no se nutre y se respalda. No fue fácil empezar. Tuvimos que superar grandes obstáculos también por nuestra parte. Las barreras psicológicas e ideológicas del pasado persistían e interferían en los intereses concretos; juntas impedían un cambio en nuestra política. Recuerdo haber subrayado la irregularidad de nuestra ausencia de relaciones con Israel por primera vez en la primavera de 1989. Pero en aquel momento no era posible obtener resultados porque muchos continuaban pensando de acuerdo con los esquemas de la guerra fría. La decisión se tomó únicamente cuando el Politburó ya había perdido buena parte de su poder y fui yo, como presidente, quien decidió reanudar las relaciones con Israel, tras considerar el proceso democrático que estaba teniendo lugar en nuestra sociedad y analizar todas las cuestiones internas y de carácter internacional. No nos equivocamos. El pueblo reaccionó

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Israel

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de manera positiva. Naturalmente, hubo sectores que hablaron de conspiración judeo-masónica. Los hubo entonces y los hay ahora, pero ahora la mayor parte de la gente se ha liberado de los sentimientos antisemitas.

Muchos de nuestros compatriotas viven ahora en Jerusalén y también ellos acogieron con alivio nuestro cambio de política. Estoy a favor de la completa libertad de movimientos de los individuos aunque lamento la pérdida de tanto potencial humano e intelectual para Rusia. Sin embargo, los derechos humanos son nuestra prioridad número uno, y por ello reconocemos el derecho del individuo a elegir su ciudadanía. Aun así, sigue entristeciéndome nuestra pérdida. En cualquier caso, la paz es necesaria también para aquellos que quieren agrupar a todos los judíos del mundo bajo un único techo. Y es muy importante que, a pesar de 25 años de distanciamiento y hostilidad, la sociedad israelí, en el análisis final, haya conservado sentimientos positivos hacia Rusia. Comprenden la interacción que existe entre rusos y judíos y esperan que este potencial se desarrolle tanto en interés de los dos países como en el contexto internacional más amplio. Dejé esto bien claro en mi visita a israel.

Está muy claro que no habrá un vencedor, absoluto. Es importante que se encuentren las soluciones adecuadas y que las partes implicadas se encuentren a medio camino, sobre todo en los dos puntos esenciales de forma y contenido: debe resolverse el problema de los palestinos, de lo contrario no habrá paz segura; se debe llegar a una solución inmediata en la cuestión de los territorios ocupados. Me gustaría dar esperanza a todo el mundo. La era de la artillería pesada ha acabado. Ha llegado la hora de dialogar por el interés común. Y sólo aquellos líderes que tengan el valor suficiente como para emprender este camino serán recordados por la historia.

Mijaíl Gorbachov fue el último presidente de la extinta URSS.

Copyright: La Stampa, 1992.

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