La comunión de Ortega Cano

Ortega Cano había declarado que se encuentra en comunión con el público alicantino y feliz de actuar ante él. Como agradecimiento se dedicó a algo casi insólito en estos tiempos posmodernos y light: torear con pureza. Tan loable intento no siempre lo consiguió, pero cuando lo hizo volvió a comunicar a tope con los espectadores.El diestro era feliz sobre el ruedo y lo demostró con dos faenas en las que destacaron la cadencia de su mando y la caricia de su barroco toreo de abolengo; todo ello desde la ribera de su sentimiento, ayer inspiradísimo. Fue más meritoria su labor con el que abrió el festejo al que recibió con suaves y embraguetadas verónicas prendiendo su celo en los aleteos del percal, con el que alumbró un extraordinario quite por chicuelinas.

En el terreno adecuado y con la distancia que precisaba el bicho, Ortega cascabeleó su toreo de calidad, con muletazos clásicos y variados. Era una delicia este oasis de toreo der güeno en comparanza con el desierto de sus compañeros de terna.

Espartaco empezó sus faenas con intentos de ortodoxia a su manera: despegadito, con profusión de cites en oblicuo y pico ventajista. Después pasó directamente al toreo pueblerino, como la oreja que le regalaron.

Lo del Litri no tiene nada que ver con el arte de Cúchares. Montó su traca con muletazos en reclinatorio, desplantes y otras exquisiteces. Si llega a matar bien le dan hasta la luna.