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González se queda solo en advertir sobre el peligro de ampliar la Comunidad

El presidente Felipe González se ha quedado solo entre los pesos pesados de la Comunidad Europea (CE) cuando aconseja prudencia a la hora de ampliar el club de Bruselas a nuevos miembros centroeuropeos o nórdicos, según fuentes diplomáticas españolas y comunitarias. Hasta ahora, el jefe del Gobierno español, y otros de sus homólogos de Europa meridional, condicionaban la ampliación a la aprobación de las nuevas perspectivas financieras para crear un fondo de cohesión del que se beneficiarán los cuatro Estados menos desarrollados.

Sin otorgar al presidente de la Comisión Europea, Jacques Delors, todo el incremento presupuestario que solicita, el presidente francés, François Mitterrand, y el canciller alemán, Helmut Kohl, están, aparentemente, dispuestos a hacer concesiones en la cumbre lisboeta del próximo fin de semana para contentar a España y sólo el británico John Major se resiste a ello.El revés danés y las incertidumbres que recaen sobre el Tratado de Maastricht han proporcionado, sin embargo, a González un segundo motivo de peso para pedir que la CE se tome un tiempo antes de iniciar negociaciones con los países de la Asociación Europea de Libre Comercio (EFTA) que desean adherirse.

Para el jefe del Ejecutivo español, los aspirantes, al ingreso deben asumir un acervo comunitario que incluye Maastricht, y para eso es conveniente que los Doce se aclaren primero entre ellos sobre cómo seguir adelante hacia la Unión Europea con o sin Dinamarca, lo que no sucederá, probablemente, antes de mediados de 1993.

Al tradicional objetivo de la diplomacia española de evitar un rápido desplazamiento hacia el norte del eje de la CE se añade ahora, comenta un diplomático, "nuestro empeño por impedir que la ampliación edulcore la vertiente política de la Comunidad y tienda a acentuar su faceta de mera unión aduanera". Lo ideal para el Gobierno español sería incluso que las próximas incorporaciones se hagan a una CE que haya acometido una nueva reforma tendente a permitir un funcionamiento ágil de sus instituciones, a pesar del aumento de sus, miembros, y en la que se haya efectuado un reparto de poder en beneficio de los Estados más grandes, entre los que España se cuenta.

Prisa de Major

Nadie entre los otros cuatro grandes de la CE -Reino Unido, Alemania, Francia e Italia-parece compartir este punto de vista. Major ha anunciado ya, en el programa de su presidencia del Consejo Europeo, que empieza el 1 de julio, que preparará activamente la negociación de ampliación, a la que la cumbre de Edimburgo, en diciembre, dará la definitiva luz verde.

Kohl recalca casi a diario la, urgencia de abrir negociaciones con países de la esfera de influencia de Alemania, para demostrar así la vitalidad de la Unión Europea y evitar que "resurja el virus del nacionalismo", y, curiosamente, Mitterrand le da la razón, como quedó puesto de manifiesto por el comunicado con junto firmado en La Rochelle en mayo. Italia, carente de gobierno, no opina.

Frente a esas primeras espadas comunitarias que defienden la ampliación, González casi ha enmudecido. El domingo 14, en Río de Janeiro, tras su entrevista con Kohl, el presidente contestó a una pregunta sobre si creía necesario poner la casa en orden antes de acoger a nuevos miembros, limitándose a recordar que algunos Gobiernos piensan que la ampliación "puede ser un buen refuerzo" para la unión europea.

El viernes pasado, en La Moncloa ni siquiera respondió a otra pregunta similar, y dejó la palabra al primer ministro luso, Anibal Cavaco Silva.

El presidente español cuenta, no obstante, con algún aliado. Delors sí está, en sustancia, de acuerdo con él, pero para no enturbiar el proceso de ratificación de Maastricht someterá el viernes a la Cumbre de Lisboa un informe sobre la ampliación en el que expondrá los problemas, pero sin preconizar soluciones.

Afortunadamente para España, el primer ministro belga, Jean Luc Dehaene, tiene también la intención de proponer un texto que, en gran medida, satisface a Madrid a pesar de que intenta mantener indemne el peso de los pequeños países miembros.

La ampliación debe hacerse en paralelo con una profundización de la construcción europea, reza el texto belga, para evitar que la CE se diluya. Nuestros nuevos socios, prosigue, deberán aceptar no sólo el acervo comunitario, sino la finalidad política de la Comunidad.

Acaso la prudencia verbal de González se inspire en el deseo de no enfrentarse con un Kohl del que depende, en buena medida, la aprobación del incremento del presupuesto de la Comunidad y, en general, de mantenerse al margen de "una batalla" que, según un informe de la Secretaría de Estado para la CE, "puede ser feroz y producir heridas que tarden muchos años en cicatrizar". "Pero ello no quiere decir que debamos ser neutrales". España, prosigue el informe, "tiene que insistir en (...) asegurar la profundización y la integración comunitaria".

Cumbre de Edimburgo,

El Consejo Europeo de Lisboa sólo será la antesala de la batalla que alcanzará su cénit dentro de seis meses en la cumbre de Edimburgo, cuando los doce países miembros de la CE tengan que tomar decisiones en firme.

La presidencia británica, se teme en círculos diplomáticos de Madrid, será probablemente propensa a dar a los dos asuntos en el candelero -la cohesión y la ampliación- un enfoque poco favorable a los intereses españoles.

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