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Editorial:
Editorial
Es responsabilidad del director, y expresa la opinión del diario sobre asuntos de actualidad nacional o internacional

Contra Serbia

EL EMBROLLO nacionalista serbio vive, probablemente, sus horas más dificiles. Si, por una parte, ha aparecido en Belgrado una oposición con un amplio respaldo popular contra el régimen de Slobodan Milosevic, por otra, Bosnia-Herzegovina firmó ayer una alianza militar con Croacia para combatir al Ejército federal serbio. Los movimientos solicitando la dimisión de Milosevic engloban desde a la Iglesia, inicialmente partidaria del nacionalismo de Belgrado, hasta los estudiantes y todos aquellos que desean que finalice la guerra. La, alianza militar surge, a juicio de sus promotores, ante la incapacidad internacional para resolver el largo y cruel conflicto provocado por el presidente Milosevic.Ciertamente, los efectos de las sanciones dictadas por el Consejo de Seguridad de la ONU se hacen sentir de manera profunda en Belgrado. La dura cotidianidad enfría las pasiones nacionalistas que supo despertar Milosevic. No parece que la elección de Cosic, un poeta nacionalista, como presidente de la "nueva Yugoslavia" formada por Serbia y Montenegro pueda frenar la creciente desconfianza hacia Milosevic. La base social de éste se está erosionando después de un año de una política desastrosa. Sólo en los dos meses de guerra en Bosnia, unas 6.000 personas han perecido y un millón ha quedado sin hogar.

Este debilitamiento del nacionalismo agresivo del Gobierno de Belgrado debería ayudar a los esfuerzos de la ONU por lograr un alto el fuego en Sarajevo, hacerse cargo del aeropuerto e iniciar una operación de salvamento de las 350.000 personas que permanecen cercadas en ella. No es así. Una vez más, las milicias serbias han vulnerado la tregua. No es aceptable la tesis de Milosevic, que no asume responsabilidad por a actuación de esas milicias "irregulares". En realidad, sus mandos y su armamento proceden del Ejército federal. Como ha subrayado el secretario general de la ONU, Serbia y su presidente, Milosevic, son los primeros culpables de que continúe la tragedia de Sarajevo y de otras ciudades. Frente a esta continuada demostración de prepotencia surgen ahora, precisamente, las ansias de respuesta militar organizada por parte de dos Estados que han sufrido, y sufren, el expansionismo de Milosevic.

Se está cometiendo un verdadero crimen internacional muy cerca de nosotros, en plena Europa. La indiferencia de la opinión pública es inexplicable. Cuando en Serbia empieza a surgir una oposición resuelta a dar la batalla a Milosevic, es hora de que se amplíe la acción internacional de solidaridad con las víctimas y de condena de los culpables. La alianza militar entre bosnios-herzegovinos y croatas no tiene por qué empañar la fuerza de la razón y del sentido común. La cuestión de la extinta Yugoslavia ha costado ya demasiadas vidas y sufrimientos como para dejarla exclusivamente en manos de quienes enarbolan la razón de la fuerza. La comunidad internacional debe redoblar sus esfuerzos por conseguir que las armas dejen paso a las negociaciones.

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