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Soares y Cavaco Silva se enfrentan por la reducción del Ejército portugués

La guerrilla institucional entre el presidente portugués, Mario Soares, y el primer ministro, Aníbal Cavaco Silva, está provocando una profunda crisis política en Lisboa a dos semanas de la cumbre europea. El presidente ha llegado a decir que prefiere que los militares, enfrentados de lleno con los planes de reducción de las Fuerzas Armadas del primer ministro, saquen a la luz su frustración y cometan violaciones del procedimiento legal a que pongan los tanques en la calle.

Si el jefe del Estado está en desacuerdo con todas las iniciativas políticas del Gobierno, debe destituir al primer ministro o disolver el Parlamento, según opinan parlamentarios de la mayoría y de la oposición. De lo contrario, Portugal corre el riesgo de entrar en un bloqueo político a la italiana.Desde la última victoria de Cavaco Silva por mayoría absoluta en las legislativas de octubre de 1991, se sabía que había terminado la cohabitación ejemplar entre el Gobierno socialdemócrata y el presidente socialista, hoy en la segunda fase de su segundo y último mandato. Soares había apoyado la campaña de la oposición socialista contra el "autoritarismo gubernamental" y se quejaba de estar marginado de las decisiones de política exterior y de defensa.

Lo que no se esperaba es que, derrotada en las urnas la esperanza socialista de reducir la mayoría gubernamental, Mario Soares tomase las riendas de la oposición contra Cavaco con una virulencia que causa malestar en el propio partido socialista y entre los sindicalistas de la UGT. Éstos fueron las primeras víctimas de la cólera presidencial cuando aceptaron firmar un acuerdo de concertación -social para 1992. Soares trató de impedirlo, presionando al secretario general de la UGT, el socialista Torres Couto, y amenazando con una aproximación a los comunistas de la CGT.

Incidentes permanentes

Desde entonces se multiplican los incidentes entre el Gobierno y la presidencia. Cuando un grupo de intelectuales cuestionó la política del secretario de Estado de Cultura y exigió su dimisión, la primera dama, María Barroso, encabezó un Frente de Defensa de la Cultura. Cuando Cavaco Silva defendió el voto de los emigrantes, Mario Soares cuestionó públicamente la "imparcialidad" de las autoridades consulares para organizar la votación en el extranjero. Cuando el Gobierno descartó la adhesión de Portugal al Cuerpo de Ejército Europeo, Soares se pronunció públicamente a favor de la participación en el mismo. Cuando el Gobierno y tres de los grandes partidos parlamentarios, incluido el socialista, dijeron no a la organización de un referéndum para ratificar el Tratado de Maastricht, Soares manifestó estar a favor del mismo.La crisis alcanzó su mayor virulencia la semana pasada con el veto presidencial a la reducción de los efectivos de las Fuerzas Armadas portuguesas. Soares tomó partido por los coroneles que critican la decisión gubernamental, y éstos se sintieron estimulados a volver la espalda al primer ministro y al ministro de Defensa durante la visita que el sábado pasado realizaron a una unidad militar de Oporto.

Esta afrenta militar al poder civil, la más grave desde los tiempos de la revolución de los claveles, tiene el apoyo explícito de la presidencia, puesto que Mario Soares dijo que prefiere que los coroneles violen la ley con el envío de peticiones al jefe del Estado a que "pongan los tanques en la calle".

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El general Carlos Azeredo, jefe de la casa militar de la presidencia, manifestó en una entrevista al semanario Expresso que Cavaco Silva es "el primer ministro más antimilitarista de la historia de Portugal".

Cavaco Sílva trata de evitar el enfrentamiento y de minimizar los ataques de "fuentes próximas" a la presidencia, pero tales desajustes comprometen la autoridad del Gobierno portugués en estos días particularmente difíciles de la presidencia de la CE, y a dos semanas de la cumbre de Lisboa.

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