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El potencial minero español

Hace años, considera el autor, 'tener una mina' significaba ganar dinero fácilmente y en cantidad. Era el paradigma del negocio. Hoy, el concepto de negocio está bastante lejos del tener una mina. Una mina significa mano de obra intensiva y problemática.

Desarrollar una mina significa arriesgar capital abundante en una operación en la que no se controlan los mercados ni los precios, por demás variables, con lo cual, intentar predicciones de venta es etéreo. Además, la maduración de las inversiones es prolongada, lleva años.Una mina significa un impacto medioambiental, casi siempre controlable, pero que en ciertos casos puede ser mal visto y asumido por la sociedad.

Una mina evoca a unos hombres en un trabajo arriesgado y negro, a cientos de metros de profundidad, en unas condiciones penosas, sucios de barro y carbón, en un aire enrarecido, y cuyo salario malamente paga el esfuerzo que realizan a diario.

La minería tiene poco atractivo para el economista, para el político y para el hombre de la calle. La conclusión es: "Dejemos la minería para los países en vías de desarrollo". Nosotros ya somos otra cosa. Dediquemos nuestros esfuerzos a los buenos y sanos negocios de la especulación. El único negocio parece ser el sector terciario, lo más cerca posible del consumidor, que por ahora es bastante poco exigente. Decía P. F. Drucker no hace mucho: "Son los movimientos de capitales, más que el comercio, los que han pasado a constituir la fuerza motriz de la economía". De la economía que denomina "simbólica", en donde ser realizan enormes negocios a través de un fax o un módem comprando y vendiendo en minutos para aprovechar las diferencias horarias entre mercados. El tráfico diario de capitales superaba al fin de los ochenta los 150.000 millones de dólores, lo que representaba 12 veces el comercio mundial en bienes y servicios. Esto, al no economista, le deja perplejo, le suena a especulación pura.

La riqueza, el dinero, ya no lo dan las mínas, ni la agricultura, ni la ganadería, ni la pesca. El dinero se gana en el negociete, con el amigo que sabe algo, con el hermano bien. situado. Lo contrario son productivismos trasnochados.

A pesar de todo, hay países muy desarrollados que cuidan su sector primario. Que les preocupa grandemente su dependencia energética o su falta de recursos de ciertos minerales estratégicos, como el cobalto o el cromo. Es evidente que la economía posindustrial de servicios está cada día menos ligada a los recursos naturales, pero ello no implica el abandono y repudio del desarrollo de las posibilidades propias y sobre todo de la pérdida de potencial humano y tecnológico capaz de aprovechar esos recursos. ¿Pero qué minería se puede hacer aún?

Para qué va, a comprometer nadie miles de millones en mine,ría si en bonos del Estado están más seguros, si los ecologistas van a reclamar por todo, si los sindicatos pueden exigir entre un 5% y un 8% de liberados (como dicen que pasa en Hunosa), si la tonelada de carbón español sale más cara qué la traída de Australia y además es peor. Cerremos las minas y compremos el gas en Argelia, traigamos carbón y petróleo de donde sea.

Esto nos lleva a comentar el Plan Energético Nacional 1991-2000 (PEN). Hará subir nuestra dependencia energética exterior del 63,1% en 1990 al 71,2% para el año 2000. Por contra, la dependencia media de la CE es sólo del 56%, con un incremento de la energía electronuclear entre el 21,7% al 30,4% en el mismo periodo, según los escenarios. Comentando el PEN, la prestigiosa revista internacional Minning Annual Review 1991, dice con cierta sorna: "La decisión ha sido importar más carbón en vez de tratar de quitar azufre al producto local".

Investigación de petróleo

Sorprende que en el PEN prácticamente no se tiene en cuenta la necesidad de la investigación de petróleo en España. Se cita de pasada que se va a intensificar para aumentar el autoabastecimiento, pero no se especifica cómo ni cuánto. La investigación de petróleo en España tiene, en principio, una buena base legal, lo que hace atractiva la inversión en España. Pero el exceso de celo de la Administración subiendo las inversiones mínimas que se exigen a las empresas investigadoras hace más problemática la decisión de invertir en unos terrenos no demasiado favorables y con precios de crudo bajo. Por otra parte, el gran peso de la actividad exploratoria cae en Repsol, que controla una parte muy importante de la superficie prospectable y hace que las compañías extranjeras tengan que entrar condicionadas por las pautas de Repsol. Lo que ya es peor es que esta compañía funciona en los últimos años, desde que salió a Bolsa, con estrictos e inflexibles criterios de presupuesto y cuenta de resultados, que a la investigación petrolera malamente se pueden imponer.

Además, todavía estamos a un nivel de intensidad exploratoria bajo. Por ejemplo, en las cuencas pirenaicas, en la parte francesa se han realizado más de 500 sondeos, sin tener en cuenta los pozos de desarrollo de los campos encontrados. En la española, hasta el Ebro y el País Vasco, sólo hay 91 sondeos. Es decir, estamos a menos de la quinta parte del esfuerzo realizado en la Francia pirenaica, y los resultados son poco satisfactorios, gas de Serrablo y poco más. Sería necesaria bastante más fe en la geología española.

Respecto del carbón español, da la sensación como si el PEN lo considerase un problema, una carga que hay que solucionar o aligerar. Para nada se contempla el investigar, tratar de desarrollar algo nuevo.

La energía nuclear mejor sería no mentarla, aunque este país tenga reservas y recursos de uranio importantes. Una larga mala piensa y un posicionamiento visceral antinuclear están dando al traste con una industria avanzada que empezaba a ser significativa y que, como cualquier actividad industrial, tiene sus problemas. En Francia, el 74% de la electricidad es de origen nuclear, con excedentes que el PEN contempla adquirir, en vez de desarrollar la capacidad propia, en la que ya están realizadas enormes inversiones: Lemóniz, Valdecaballeros. En el fondo, parece como si tuviéramos poca confianza en nuestra propia técnica y responsabilidad. A buenas horas un francés típico dudará de la garantía de sus ingenieros nucleares. En este país, las cosas son distintas.

La minería en España representa ya solamente el 1,47% del PIB, incluida la minería energética (36 millones de toneladas de carbones) y da empleo directo a más de 75.000 personas. Sería interesante investigar cuánto empleo indirecto genera o mantiene la minería. En Canadá, hace unos años, se estimaba que por cada puesto de trabajo creado en minería se producían entre cuatro y seis puestos de trabajo indirecto. ¿Cuántos puestos se pierden por cada minero que se inscribe en el paro?, ¿tendrán los sindicatos este dato?

Pero hay una minería que sí. vale la pena hacer y que se hace en EE UU, Suecia, Canadá o Alemania. Una minería en la que el minero está sentado frente a su monitor de televisión controlando el avance del cepillo en el frente de la capa de carbón. Una, minería que se puede automatizar, más que por las buenas condiciones geológicas, por el preciso conocimiento de dónde está la mena, cómo es, cómo hay que tratarla, cómo se aprovecha al máximo el yacimiento. Ante un ordenador, él geólogo le dice al ingeniero de minas cómo y dónde está el mineral, y debe errar poco, si cuenta con datos e instrumentos suficientes para hacer su trabajo con precisión. Es sintomática la poca antigüedad de la geología minera en España. El departamento geológico de Hunosa no tiene más de 15 años, y además es pequeño. Esto supone una inmensa pérdida de datos que hoy serían necesarios. La informatización todavía es más reciente y poco extendida.

Una paradoja

La minería, como el petróleo, tiene un punto de partida que es la prospección o exploración. Los minerales son recursos básicamente no renovables. La prospección y desarrollo de recursos propios es la base e inicio de la industria minera. Por desgracia, tanto en España como en la CE está poco o nada favorecida, ni siquiera alentada. Y lo curioso es que la CE es -el principal consumidor de metales básicos del mundo -a excepción del aluminio, que es Estados Unidos-, con un montante neto de importación de 2.000 millones de ecus en concentrados y minerales y otros 5.000 millones en transformados o metales. Este desinterés está generado por dos hechos:

1. El potencial geológico de la mayoría de los países comunitarios está prácticamente agotado, a excepción de la península Ibérica y Grecia. Han de ser estos países los que se interesen por el desarrollo de sus recursos.

2. Las compañías mineras multinacionales más importantes del mundo tienen su casa madre en Londres, París, Bruselas o Francfort. Sus políticas son supraeuropeas, están ligadas y condicionadas a los mercados internacionales más que a objetivos nacionales o comunitarios.

España tiene potencial geológico, pero no tiene multinacionales capaces de influir en los mercados, excepto quizá en el campo del mercurio, cada vez en posición más retrasada, pues ya somos solamente el cuarto productor del mundo. Almadén, uno de los mayores monstruos de la geología hispana, se muere. ¿Quién lo revivirá? ¿Realmente no le queda algún potencial?

Las posibilidades mineras de España ya no son las que eran hace un siglo, pero todavía quedan atractivos suficientes, y buena prueba de ello es el interés que mantienen bastantes multinacionales en nuestro país. Incluso en estos tiempos de grave crisis económica, y por tanto minera. A pesar de la competencia que el sector público ejerce sobre la actividad exploratoria, con frecuentes reservas del Estado prospectadas por entidades estatales o paraestatales, las multinacionales mineras invierten en prospección en España.

¿Por qué? Porque la geología de España es todavía mineramente interesante, en contra de los que piensan que ya lo encontraron y explotaron todo los romanos.

¿Cuál puede ser, entonces, el potencial minerd español?

1. Minerales escasos de alta tecnología, como los de zirconio, niobio, tántalo, itrio, tierras raras, berilio, etcétera. Todos ellos son de difícil tecnología de tratamiento hasta grados de pureza competitiva, que requieren investigación específica.

2. Minerales industriales de diverso tipo, como pueden ser los caolines, arcillas, talco, etcétera, ya bastante desarrollados en la explotación, pero susceptibles de mejora en las calidades y especificaciones, de mayor valor añadido.

3. Rocas ornamentales, como el mármol, granitos o pizarra, en las que españa es la segunda potencia del mundo, detrás de Italia, pero en las que la materia prima, la roca, tiene mucha menor importancia que la comercialización.

4. Piritas con metales del suroeste, en donde el otro monstruo geológico hispano, Río Tinto, también en fase terminal como Almadén, pero que todavía un optimista inveterado podría pensar en revivir, arriesgando quizá unos cientos de millones de pesetas. El potencial regional es bien patente con los descubrimientos y desarrollos de los últimos 30 años.

5. Posibles carboníferos vírgenes bajo los terrenos modernos de las dos mesetas o el Guadalquivir. Algo se ha hecho en este sentido, pero aún, queda bastante por hacer.

6. Potencial de uranio, aunque sea un tanto polémico. La mitad oeste peninsular es similar a los antiguos macizos franceses, que han alimentado durante años el potente parque nuclear francés.

7. Petróleo y gas, en los que, como ya hemos indicado, todavía estamos a un nivel de inversión y sondeos de investigación de la quinta parte de lo que deberíamos.

Aprovechamiento del metano -el conocido grisú de tantas catástrofes- generado de forma natural en algunas cuencas carboníferas y que ya está siendo investigado por algunas grandes petroleras multinacionales en Asturias y León.

Éste es el panorama de la industria minera española cuando recibimos en el Madrid cultural del 92 a cientos de mineros de todo el mundo en el XV Congreso Mundial de Minería.

Éstas son las reflexiones de quien pasó más de 30 años investigando, prospectando, con mayor o menor éxito, la geología fecunda de este país. Sirva el congreso como llamada a nuestros políticos, empresarios y sindicatos para una mayor atención a nuestro sufrido sector minero.

A los responsables de la política económica, para que no desprecien o subvaloren el sector primario, aunque cada día sea menor su parte en el PIB.

A los empresarios, para que dediquen mayor esfuerzo. Que tengan fe y vocación minera, que sean innovadores.

A los sindicatos, para que sean conscientes de la crisis y no pretendan sólo la pura acción reivindicativa a la vieja usanza. No hay sindicato sin empresa. Ni empresa sin beneficio. Y la minería, en estos tiempos, no es negocio en la gran mayoría de los casos.

Fernando Rambaud es doctor en Ciencias Geológicas y consultor de geología minera y geoeconomía.

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