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Moravia, vanguardia de la reprivatización

Clausurada la campaña electoral checoslovaca para los comicios del viernes y el sábado

El café Admiral, en la plaza de la Libertad de Brno, capital de Moravia, tiene estos días todas las características deseadas por sus clientes durante décadas de régimen comunista: una oferta amplísima de bebidas, máquinas tragaperras, libertad de expresión ilimitada, mítines preelectorales diarios -hasta ayer, en que quedó clausurada la campaña para los comicios del viernes y el sábado próximos- de los variados partidos políticos que prometen más o menos lo mismo.

Brno, la cabeza y joya de la rica región de Moravia, mimada por la dinastía de los Habsburgo y la aristocracia austríaca, como demuestran sus decenas de iglesias y palacios barrocos, cuenta ya con varios locales de este tipo, como vanguardia de la reprivatización en el sector del pequeño comercio y servicios, casi consumada en Checoslovaquia cuando aún no se han cumplido tres años de la revolución de terciopelo que puso fin al régimen comunista en Checoslovaquia.La gente joven que frecuenta el Admiral ya es dificil de distinguir de los asiduos de cualquier bar de moda de Viena.

Pero alguno difiere en su atuendo. Calza botas militares, viste vaqueros y cazadora, y luce insignias muy dispares y pelo de corte fascista. Delatan estos individuos que el idilio que pretenden vivir algunos no ha alcanzado a todos los que llenos de esperanza se movilizaron también en Brno para poner fin al régimen comunista de Gustav Husak en diciembre de 1989.

Los jóvenes fascistas, skin heads, o ambas cosas, eran los únicos por debajo de la edad de jubilación que escuchaban a los oradores del mitin del Partido Republicano, un partido de extrema derecha que asegura que Checoslovaquia tiene su remedio en la expulsión de extranjeros y gitanos, ley, orden y una fantasiosa teoría económica que "en dos meses" elevaría a sus habitantes a niveles de bienestar "alemanes".

El resto era el gran ejército de los olvidados en la nueva democracia y el sistema económico que intenta restaurar la ruina a que sometió el socialismo real a este país, uno de los más ricos de Europa antes de la Gran Guerra (1914-1918). Son éstos los viejos, los grandes damnificados por el régimen comunista que les arrebató casi cinco décadas de su vida. Y hoy los grandes marginados en el nuevo sistema, que ya no puede ofrecerles oportunidades y les niega el apoyo para mantener su precario equilibrio en el terremoto social que los cambios políticos han desencadenado.

Los ancianos escuchan día a día frente al Admiral, en la plaza de la Libertad, a los oradores políticos. Muchos aplauden desmesuradamente, como queriendo ganarse un favor en esta manifestación de apoyo.

Alguno abandona el mitin antes de concluir y es visto hurgando en un contenedor de basuras del mercado central. Hizo mal en irse, ya que militantes del Partido Republicano comenzaron instantes después a repartir gulash de una inmensa marmita de campaña.

Inmediatamente, decenas de gitanos de la gran colonia que vive en Brno se pusieron en la cola, sin molestarles lo mas mínimo la retórica racista de los que ofrecían el cocido. Eso si, el guarda jurado del café Admiral impedía con energía que se sentaran en las mesas de su terraza con los platos de cartón.

Los gitanos moravos, expulsados por Stalin de Rutenia hacia Checoslovaquia y que viven en las ruinas de antiguas casas de alemanes expulsados tras la Segunda Guerra Mundial, no parecen temer al capitalismo ni a la democracia, que permite que les insulten en medio de la plaza pública. "Su gulash no está malo", decía uno en referencia de la ultraderecha, "pero nosotros votaremos Klaus [el derechista y neoliberal ministro de Finanzas y favorito en la república checa]. Vivimos mejor y nos permite hacer negocios".

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