Muere a los 84 años el actor británico Robert Morley, un secundario de oro
El actor británico Robert Morley murió ayer en Londres a los 84 años de edad. Su larga vida profesional comenzó en los primeros años treinta y le hizo participar en alrededor de 60 películas. Esta filmografía se complementó con frecuentes actuaciones en la escena londinense, que fue donde comenzó su carrera, y con diversos trabajos como escritor de comedias, dramas, novelas y de una autobiografía que alcanzó mucha difusión en su país a finales de los años sesenta. Morley hizo también algunas incursiones en la dirección teatral y cinematográfica, que no obstante fueron marginales en el conjunto, lleno de inteligencia, de su obra.
Fue Robert Morley uno de esos actores llamados en la jerga de su oficio polifacético y como tal lo definen las escasas referencias a su incatalogable talento que pueden encontrarse con lupa en las enciclopedias españolas dedicadas a la historia del cine. Es esta una calificación rutinaria, que no corresponde enteramente a la verdad, sino solo a la parte epidérmica de esta.Morley podía, en efecto, encarnar con la misma facilidad a personajes de drama que de comedia. Pero esto dice poca cosa acerca de la singularidad de sus más intensos trabajos -los que por ejemplo hizo en La reina de África, dirigido por John Huston; y Topkapi, bajo la dirección de Jules Dassin- que ante todo se caracterizan por su dominio de la doblez y de lo indirecto, una blandura aparente que en realidad encubría a una personalidad interpretativa enormemente sólida.
Su encarnación del patético personaje del rey francés Luis XVI, guillotinado por el terror jacobino de Robespierre, en aquella María Antonieta que produjo a mediados de los años treinta el legendario jefe de la Metro-Goldwyn-Mayer Irving Thalberg, abrió a Robert Morley las puertas de Hollywood, donde fue como uno de los grandes secundarios, uno de esos prodigiosos actores de reparto cuya solvencia sostenía en el cine californiano clásico a la frecuente incompatencia de las estrellas de la película. En este caso, tanto Norma Shearer como Tyrone Power, dueños de la pantalla, quedaron muy por debajo de la tierna y desolada creación de Morley, que hizo un alarde de precisión en el dibujo de una personalidad imprecisa, ese milagro del arte interpretativo consistente en representar con energía a la falta de energía: una de las paradojas del genio de la actuación.
En su más célebre creación., que sin duda es la del misionero protestante de La reina de África, Morley actuó aproximadamante solo durante los primeros quince o veinte minutos, pero la fuerza de su presencia es en la pantalla tan pegadiza, que sigue gravitando a lo largo de la hora y media restante. Fue aquel trabajo obra de un genio de su oficio.
Babelia
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