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INFORMÁTICA

Japón se rinde ante EE UU en la guerra de los ordenadores 'inteligentes'

Japón ha reconocido que sus últimos ordenadores, los llamados inteligentes o de quinta generación, un proyecto al que ha dedicado una década de investigación, no han sido capaces de arrebatar a Estados Unidos el liderazgo en la tecnología de los superordenadores. "Es como dar una fiesta muy cara y que no venga nadie", ha dicho Edward Feigenbaum, científico de la universidad norteamericana de Stanford y autor en 1983 del libro La quinta generación, para comparar la decepción japonesa tras este fracaso.

Cuando el Ministerio de Comercio e Industria japonés comenzó este proyecto en 1982, cundió el pánico en Estados Unidos. Con el objetivo de producir ordenadores que se enfrentaran a los problemas con un tipo de razonamiento humano, el plan disparó los presagios de que haría con Silicon Valley lo que los fabricantes de coches japoneses habían hecho con Detroit."En términos de aplicaciones en el mercado mundial, los japoneses se han quedado cerca de sus objetivos", afirmó Feigenbaum, quien añadió que, aunque habían logrado un éxito a nivel técnico, nunca consiguieron atraer a las compañías fabricantes de ordenadores.

"Hemos oído críticas tanto de dentro como de fuera de nuestro país", reconoció Kazuhiro Fuchi, el eminente informático japonés que ha dirigido esta investigación, durante el seminario celebrado esta semana en Tokio por expertos norteamericanos y japoneses.. "Es imposible completar un sistema altamente inteligente en sólo 10 años", añadió Fuchi.

Objetivos

Por el momento, los informáticos han reaccionado de forma poco entusiasta al ofrecimiento hecho el pasado lunes por el ministro japonés de Comercio, Kozo Watanabe, en el sentido de que Japón ofrecería gratis todo el software (soporte lógico) producido durante la investigación de los ordenadores de quinta generación. Las reticencias, según el experto norteamericano Ross Overbeek, están motivadas por el hecho de que por ahora dicho software sólo funcionaría en máquinas del proyecto japonés.El fracaso del proyecto ha llevado a cuestionar la eficacia del Ministerio de Comercio e Industria japonés a la hora de coordinar esfuerzos públicos y privados. Pese a que el proyecto atrajo inversiones de 400 millones de dólares, los gigantes de la informática japonesa demostraron un cierto absentismo, e incluso el propio ministerio pareció cambiar de objetivos a mitad de camino. Lo que en un primer momento era un claro intento de conseguir el control de un lucrativo mercado se convirtió luego en el deseo de promover la quinta generación como una oportunidad del país para contribuir a la investigación tecnológica del resto del mundo.

Otra razón del fracaso hay que buscarla en la muy diferente actitud que adoptó la industria estadounidense al respecto, comparada con la que en su día tomó la industria automovilística ante el reto japonés. De hecho, EE UU domina este campo hasta tal punto que se reproduce, al revés, el problema de la industria automovilística, ya que son ahora los fabricantes japoneses los que se quejan de invasión tecnológica e industrial norteamericana.

Pese a todo, ni los más potentes ordenadores de hoy en día son capaces de hacer lo que un bebé de seis meses: reconocer la voz de su madre entre muchas oídas al tiempo.

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