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Editorial:
Editorial
Es responsabilidad del director, y expresa la opinión del diario sobre asuntos de actualidad nacional o internacional

Conspiración y profesión

LAS INFORMACIONES de Cambio 16, que hoy resume EL PAÍS, en el sentido de que el escándalo Ibercorp forma parte de una conspiración contra el gobernador del Banco de España suscitan una gran cantidad de preguntas. El hecho de que dichas informaciones procedan supuestamente de la intervención ilegal de teléfonos y de la revelación indebida de conversaciones privadas no empaña el interés de las aseveraciones que los interlocutores, un periodista y un abogado, hacen. Las consecuencias que se derivan para el buen hacer de las profesiones a que ambos pertenecen son obvias.Las cintas muestran descarnadamente los métodos más burdos de manipulación de la opinión pública que puedan imaginarse. Un jurista de noble apellido adula sin rubor a un reportero investigador, que no hace otra cosa que esperar las confidencias, al otro lado del teléfono, de alguien que le dice lo que va a pasar", incluso si eso que va a pasar es competencia y decisión de un juez. E incluso si la realidad demuestra más tarde que eso "que va a pasar" no pasa. El tono de pequeños compinches que los dos utilizan, las descalificaciones personales del periodista a los directores de las dos publicaciones en las que trabaja, la ignorancia del informador sobre casi todos los temas de los que le hablan, acerca de los que, no obstante, escribirá luego profusamente en diarios y revistas, y la facundia del informante que "lo sabe todo" podrían, desde luego, figurar en un manual para petimetres.

Pero, al margen de este tono general de la información, resaltan de la misma algunas cuestiones singularmente llamativas, cuya importancia va más allá de la anécdota. La primera de todas es el conocimiento de que las interpelaciones parlamentarías sobre el caso Ibercorp las preparó el portavoz del Partido Popular, Rodrigo Rato, en connivencia con el director y algunos periodistas del diario El Mundo. Y según la versión telefónica del periodista, todavía no desmentida por nadie, el director del diario se empeñaba con tal énfasis en dar instrucciones y recomendaciones al líder parlamentario que merecería ser el líder de la derecha española.

Aunque el diario aludido ha minusvalorado este hecho, señalando que su director esa misma semana comió con dos ministros, un alto funcionario del PSOE y el coordinador de IU, permanece el hecho de que la interpelación de la oposición a Solchaga la preparó el PP con el director de El Mundo, que le indicaba al señor Rato cómo debía comportarse. Este dato habla pobremente de las capacidades de la oposición y de la independencia del diario. Ahora queda por saber -después de las revelaciones del propio periódico- si otro tanto se hizo con la interpelación de Izquierda Unida. Porque, desde hace tiempo, determinados sectores de la reacción española vienen filtrando la oportunidad o necesidad de un pacto a la griega entre el PP e IU para desbancar a los socialistas del Gobierno.

Otra revelación es la utilización de determinados abogados ("chisgarabís de poca monta", los llama El Mundo), de los rumores y medias verdades que se publican en algunos medios para obtener rentabilidad en sus pleitos particulares. Cuando se habla sobre la reforma de la Administración de justicia -se hace demasiado poco hincapié en que es algo que no afecta sólo a jueces y fiscales, sino también a la abogacía. Ésta debe velar porque las garantías jurídicas de los procesados no sean empañadas mediante la deformación interesada y dolosa de la opinión pública.

La manipulación de periódicos y periodistas por parte de otros agentes sociales que defienden intereses ajenos a los de los lectores no es nueva. Tampoco lo es la connivencia de muchos de ellos -por dinero, por poder o simplemente por vanidad-. Pero las cintas que comentamos sirven además para poner al descubierto las verdaderas pasiones de determinados diarios y periodistas que pretenden inútilmente alzarse con la bandera de la independencia cuando el hilo de teléfono les une, como un cordón umbilical, a sus odios, sus frustraciones, sus envidias, sus ignorancias o sus impotencias.

Desde el principio del escándalo Ibercorp hemos tenido la sensación de que, entre otras muchas cosas, aquí lo que se dilucidaba era upa guerra entre algunos medios de comunicación, al margen de la cual quedaba la inmensa mayoría de sus profesionales. Nada que objetar, y no se dirá que EL PAÍS se distingue por su participación en las triviales batallas en las que algunos de sus competidores tratan de involucrarle inútilmente desde hace tiempo. Pero cuando se barajan asuntos de la importancia institucional del que comentamos es necesario insistir en la cura de humildad que a los medios de comunicación nos compete en esta democracia. Y no viene mal desenmascarar la gran tragicomedia de simulación que desde los sectores más pueriles de la derecha se viene instrumentando en connivencia con los restos del comunismo más ortodoxo. Mientras la oposición conservadora no sea capaz de apartarse de tanto predicador naif y de construir a un tiempo una alternativa sólida, los socialistas pueden quedarse cómodamente instalados en sus poltronas, y la alternancia en el poder, algo consustancial al régimen democrático, seguirá siendo por desgracia nada más que una utopía.

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