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La omnipotencia del crimen organizado

Juan Arias

La importancia y gravedad del asesinato político-terrorista del juez Falcone radica en que se ha llevado a cabo con una omnipotencia criminal directamente proporcional a la debilidad que en ese mismo momento estaba demostrando el mundo político italiano, incapaz de dar una respuesta adecuada al grito de cambio que le llega de la sociedad y que quedó reflejado en el revolcón que sufrieron los partidos tradicionales en las elecciones del pasado 5 de abril. El hecho de que los líderes políticos, del Gobierno y de la oposición, declararan minutos después de la explosión de los 1.000 kilos de dinamita contra Falcone que no se debía perder un minuto más en la elección del nuevo presidente de la República revelaba ya con mayor dramatismo si cabe la citada omnipotencia de la Mafia, la única capaz de sacudir el aletargado mundo político reunido en el Parlamento en una estéril y patética liturgia presidencial.

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El atentado no pudo llevarse a cabo, dadas las circunstancias del mismo (Falcone vivía y viajaba siempre blindado y de incógnito), sin una compleja y eficaz máquina operativa policial-militar. Ello indica que la Mafia sigue no sólo viva, sino con una formidable capacidad organizativa y operativa. Pero, sin resolver este cáncer de la Mafia, que se está revelando más fuerte que el mismo Estado, Italia -tan admirable y envidiable por otros aspectos- continuará inexorablemente su peligroso declive político, que, como había alertado ya tiempos atrás l'avoccato Agnelli, podría colocar al gran país industrial "más cerca de las pirámidas que de la Europa que cuenta".

La eliminación de Falcone reviste además una gravedad especial por el hecho -poco subrayado aún- de que es la primera vez que la Mafia ha golpeado a un personaje del Gobierno nacional, ya que el mítico juez anti-Mafia ocupaba ahora una delicada dirección general del Ministerio de Justicia con repercusión internacional. Hasta ahora sólo el terrorismo rojo o negro había osado golpear a personajes del Gobierno central. La Mafia, nunca.

La incógnita es si algunas raíces del viejo terrorismo derrotado y de los viejos servicios secretos desviados se han trasladado a la Cosa Nostra, con la que habían empezado ya a colaborar durante los últimos graves atentados masivos que en los años ochenta ensangrentaron Italia. Si tal hipótesis se confirmara, estaríamos ante un panorama doblemente dramático. Tan dramático que Gianpaolo Pansa, escritor, agudo analista político, amigo personal del asesinado Falcone, actual director adjunto del semanario L'Espresso, acababa de escribir antes del atentado: "Si los partidos no cambian su forma de actuar, se despertarán mañana con un hombre en uniforme llamando a la puerta del Parlamento con su tanque". Creo que Italia no corre aún ese peligro, porque cuenta con un tejido social profundamente democrático, pero no cabe duda de que el país se halla en el momento más crítico de su historia republicana, y se puede comprometer gravemente, si no despierta de su letargo, su presencia calificada en la nueva Europa.

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