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Tribuna:EL PROBLEMA DEL AGUA
Tribuna
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El desarrollo insostenible

La Administración ha lanzado la voz de alarma: el fuerte crecimiento del consumo de agita en el área madrileña podría provocar que, en el futuro, la demanda desborde la capacidad del sistema de abastecimiento. El lunes de la semana pasada, la presidenta de la Confederación Hidrográfica del Tajo presentaba en este mismo periódico la visión de la Administración sobre el problema y las medidas de gestión previstas para abordarlo.Las referencias al ahorro y a la reutilización del agua son tan abundantes como vagas. Y es que las medidas concretas y, planes de inversión apuntan en otra dirección. Se presentan bajo lapropuesta de "acabar de regular las cuencas de los ríos Jarama y Sorbe", eufemismo que esconde como realidades contundentes y tangibles dos proyectos de grandes presas, ya en avanzado estado de gestación, que sepultarían bajo sus aguas dos de los últimos tramos fluviales vírgenes que quedan en la zona centro.

Curiosamente, en el mencionado artículo se reconoce que "el crecimiento de la oferta de recursos es dificil de mantener a base de grandes ambalses y trasvases de otras subcuencas.... que son y serán cada vez más costosos económica y ambientalmente".

Efectivamente, los nuevos embalses previstos se sitúan en la vecina Guadalajara, dado que en la comunidad madrileña no queda ya lugar ni caudal para ubicar dos embalses de la magnitud de los proyectados. El dudoso privilegio le ha correspondido a la sierra de Ayllón y, en particular, a los valles altos de los ríos Jarama y Sorbe. Bajo las aguas quedarían enterrados los paisajes rurales que hoy ocupan estos valles, ejemplo de armonía y serenidad, el pueblo de Matallana, celebrado por su arquitectura negra, las incomparables alisedas del río Sorbe, las juguetonas nutrias, que cuentan en estos lugares con sus últimos santuarios en la zona centro; en definitiva, ecosistemas fluviales de aguas limpias, con caudales naturales, algo que ya es insólito en el panorama de los ríos de la región.

Rasgos del clima

En el área de Madrid llueve con moderación -principalmente en primavera y otoño- y tenemos una estación seca que coincide con la época estival. Además, cada cierto tiempo sufrimos se quías más prolongadas, que pueden dilatarse a lo largo de uno o varios años. No hay más que echar una ojeada a las estadísticas meteorológicas para com probar que las "pertinaces se quías" no son fenómenos extraordinarios, sino un rasgo más de nuestro clima. Vivimos, en de finitiva, bajo un régimen de llu vías de tipo mediterráneo y e agua dulce es para nosotros un bien escaso.

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¿Agua, calidad de vida y desarrollo para Madrid o paisajes se rranos, ríos y nutrias para Ayllón? ¿Es ésta la dicotomía? Pensamos que no.

Volvamos al origen del pro blema y analicemos cómo gasta mos los madrileños los 592 hectómetros cúbicos (fugas incluidas) que nos suministró el año pasado el Canal de Isabel II, empresa pública que gestiona el abastecimiento. La industria ma drileña no llega a una cuarta parte del gasto total, mientras que la agricultura, si bien consume cantidades significativas en valores absolutos , utiliza en sus 2 / 3 partes agua captada en los cursos bajos de nuestro ríos, ya utllizadas y vertidas a los cauces desde las ciudades. Es, por tanto, el uso doméstico -en sentido amplio, ya que incluye pequeños jardines y piscinas particulares- el destino principal del agua embalsada.

La mayor parte de los procesos mediante los que consumimos agua los madrileños son enormemente ineficientes, puesto que han adoptado tecnologías heredadas de países donde la cantidad del recurso no es problema. Sin embargo, hemos de admitirlo, en esto de la pluviometría Spain is diferent y, desgraciadamente, eso no hay programa de convergencia que lo arregle. De modo que sería mas recomendable asumir nuestro carácter mediterráneo y aplicarnos decididamente a la reconversión que, en este caso, pasa por el ahorro (ajuste de la cantidad de agua usada a las necesidades del servicio) y reutilización (adjudicando distintas calidades de agua a diferentes usos).

Así pues, hay que poner los esfuerzos en la racionalización del gasto, que no es sinónimo de recorte de prestaciones necesariamente. La renovación de la red de distribución y la mejora tecnológica en los procesos que consumen agua (tanto domésticos como industriales) permitiría una reducción considerable del gasto sin provocar renuncias ni recortes al usuario. Como ejemplo anecdótico, cabe mencionar que el uso de cisternas de retrete de "doble opción" -para aguas mayores y menores- permitiría un ahorro de hasta el 20% del consumo doméstico.

Dado el irrisorio nivel de eficiencia de partida, no resulta exagerado afirmar que la renovación tecnológica podría absorber durante décadas la tendencia al aumento de la demanda en la región. Y si alguien argumenta que las reformas necesarias son caras, basta recordar que no lo es menos enterrar 30.000 millones de pesetas en la "opción embalse". Aún más sabiendo que dista mucho de ser una "solución final", puesto que la causa del problema, el creciente consumo, sigue sin abordarse, al tiempo que la capacidad de embalsamiento toca a su fin.

Otro aspecto ligado a la racionalización del gasto se refiere a la necesidad de implantar precios disuasorios para el recurso agua cuando éste pasa de ser artículo de primera necesidad a artículo de lujo. Lavarse, beber, cocinar... son necesidades. Regar jugosos céspedes tipo inglés y llenar la piscina unifamiliar son parte de una propuesta urbanística en ascenso que, al menos aquí y ahora, es imposible de generalizar.

Más pronto o más tarde el cambio en la política de uso del agua es inevitable. ¿Por qué no acometerlo ya, cuando aún queda algo hermoso que conservar?

Francisco Heras es miembro de la Coordinadora Madrileña de Defensa de la Naturaleza (COMADEN).

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