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El Papa propone a Escrivá de Balaguer como cristiano ejemplar en el mundo moderno

La beatificación del fundador del Opus Dei, que, a diferencia de la canonización, no es un acto infalible, se había consumado poco antes con la fórmula ritual pronunciada por el Papa de "concedemos que, de ahora en adelante, pueda [y no deba, como ocurre con los santos] ser llamado beato y que su fiesta pueda ser celebrada cada año según las normas vigentes", es decir, en los lugares de culto y centros del Opus.Eran las 10.20 cuando se descubrieron los dos tapices colgados de la fachada de la basílica con sendas imágenes de Escrivá y de la monja sudanesa Giuseppina Bakhita, modesta coprotagonista de la ceremonia, en señal de la conclusión del rito. Los devotos de Escrivá habían entregado al Papa, como reliquia, una pieza dental, y los de madre morenita, un trozo de vestido.

Pañuelos amarillos

Más de 150.000 personas -unas 200.000 según la Policía Municipal de Roma-, que llenaban el recinto de la plaza y aproximadamente hasta un tercio de la Via della Concillazione, aplaudieron entonces, como es costumbre. Su número era superior al registrado en cualquiera de las beatificaciones recientes, pero bastante inferior al de los congregados un domingo de Pascua de los años setenta, cuando los dirigentes del Partido Comunista acudieron por primera vez a la bendición especial que el Papa imparte en ese día del año.

Los devotos de Bakhita, que se identificaban con pañuelos amarillos, serían menos de 200. Karol Wojtyla, con aspecto cansado -en una ocasión confundió la vocal y llamó 'Selaguer" al nuevo beato-, también relacionó la "humildad y heroicidad" de la monja ex esclava con las tribulaciones del mundo moderno.

"En nuestro tiempo, en que el recurso desenfrenado al poder, al dinero y al placer causa tanta desconfianza, violencia y soledad, sor Bakhita nos es presentada por el Señor como hermana universal, para que nos revele el secreto de la felicidad más auténtica: las bienaventuranzas", afirmó el Papa polaco.

Los presentes, muchos de ellos escolares más cansados que devotos, se unieron bajo un sol de justicia en el canto del Christus vincit o del Cantemos al amor de los amores, el himno eucarístico de los años cuarenta que últimamente se había oído poco. La doble coral, con nutridas aportaciones de distintas capillas y apoyada por instrumentos de viento, no intentó ningún aire africano.

Pero también los síntomas de la división estuvieron presentes en el acto. Un grupo de sacerdotes de aspecto integrista levantaban retratos de Isabel la Católica, como reprochando al Papa que no la haya beatificado en el año del Y Centenario.

Menos anecdótica fue la reacción de un sacerdote del Colegio Español en Roma a la noticia, confirmada en televisión por el director de la sala de prensa vaticana, el español Joaquín Navarro Valls, de que un grupo de peruanos se había empeñado para los próximos dos años a fin de conseguir un crédito que les permitiera venir a la beatificación del fundador del Opus. "La culpa de eso", dijo indignado e sacerdote español, "la tienen lo que les han impulsado a hacerlo".

Un altar para autoridades

Personalidades de la vida política y eclesiástica asistieron a la ceremonia. Estuvieron Laureano López Rodó, con otros ex ministros franquistas, como Alfredo Sánchez Bella, Mariano Navarro Rubio, Faustino García Moncó, Rafael Cabello de Alba, o José María Sánchez Ventura, y Santiago Escrivá de Balaguer, marqués de Peralta, hermano del nuevo beato, en el espacio situado a la derecha del altar reservado para las autoridades, donde quedaron bastantes huecos. Asistió también el ex presidente del Senado Antonio Fontán. De la Casa Real, el almirante Fernando Poole; Juan Vasallo, de la secretaría del Rey, y Laura Hurtado de Mendoza, secretaria de la Reina, además del ex jefe de la Casa Nicolás de Cotoner, marqués de Mondéjar. Otras personalidades asistentes fueron Rafael Termes, ex presidente de la Asociación Española de la Banca, y el ganadero Álvaro Dornecq.También estuvo el presidente en funciones del Gobierno italiano, Giulio Andreotti. Entre los dignatarios extranjeros destacaban los ex presidentes Rafael Caldera, de Venezuela; Belisario Betancur, de Colombia, y Antonio Ramalho Eanes, de Portugal.

En la zona reservada al clero distinguido, se pudieron contar hasta 33 cardenales, entre ellos, el secretario de Estado Angelo Sodano, y su predecesor en el cargo, Agostino Casaroli; el español Eduardo Martínez Somalo; el guardián de la fe, Joseph Ratzinger, y el prefecto de la Congregación para la Causa de los Santos, Angelo Felici. Giuseppe, Pittau, asistente del general, representó a los jesuitas, porque su jefe, Peter Hans Kolvenbach, se encontraba en Madagascar.

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