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Crítica:45º FESTIVAL DE CANNES
Crítica
Género de opinión que describe, elogia o censura, en todo o en parte, una obra cultural o de entretenimiento. Siempre debe escribirla un experto en la materia

Robert Altman logra con 'The player' su mejor película

, Ayer la sala de conferencias de prensa de La Croisette reventó como el camarote de los hermanos Marx. Dentro no cabía ni un alfiler y muchos periodistas se quedaron fuera, apiñados alrededor de los monitores de la televisión interior, frente a la mirada escéptica y divertida de Robert Altman, el viejo patriarca del cine independiente de Estados Unidos. Acababan de terminar, entre ovaciones, las dos horas de The player, una película incatalogable en la que la distancia que separa a lo que se busca de lo que se encuentra es tan pequeña que no se percibe. Y ése es en cine indicio seguro de maestría.

Dos películas rusas precedieron a la de Altman. Una vida independiente es obra personalísima de Vitali Kanievski, prolongación argumental de Quieto, muere, resucita, que hace un par de años dio la vuelta al mundo. Pero la vitalidad de la primera película del cineasta ruso se hace mortecina en esta su continuación. Hay en ella muchas imágenes muy fuertes y dolorosas, pero la armazón del relato tiene grietas: lo tumultuoso se hace embarullado y lo oscuro se convierte en hermético.Menos interesante es Luna Park, también segunda película de otro ruso: Pável Longuin, que alcanzó audiencia con su revulsiva, pero exagerada y efectista, Taxi blues. Fiel a sí mismo, Longuin continúa sacando basura de la vida actual en Rusia, pero sigue también abusando de los efectismos ópticos, lo que es prueba de que todavía no domina las leyes de la distancia y del tiempo cinematográfico. Es un cineasta valiente y dotado, pero que necesita buscar menos y encontrar más, pues su estilo es más rebusca que verdadera busca.

Lúgubres películas

Las dos lúgubres y violentas películas rusas son pólvora mojada si se las compara con la dureza crítica que esconde la mirada suave, serena, sabia, irónica -mitad de viejo vaquero pasado por mil tragos, mitad de catedrático de lógica jubilado- de Robert Altman. Sin la menor aparatosidad, sin esfuerzo aparente, apoyado en un guión perfecto de Michael Tolkin, el viejo maestro se las arregla para realizar con asombrosa facilidad y con absoluta libertad una película atestada de ideas y en la que lo único que no tiene cabida es el aburrimiento.Esta vez Altman, como siempre sin levantar la voz, la emprende contra Hollywood y sus oficinas ejecutivas, convertidas en oficinas ejecutoras. No deja títere con cabeza. Hace comedia, intriga, drama, thriller y finalmente farsa, una farsa que desemboca en un final feliz tan ingenioso, divertido y amargo es decir, tan infeliz- como los mejores de Preston Sturges, Ernst Lubitsch o Billy Wilder, tres supremos expertos en la materia. Dice Altman: "Hollywood es una fácilmente reconocible metáfora de nuestra sociedad", lo que generaliza y por ello endurece su alegato: ya no se trata sólo de Hollywood, sino de Estados Unidos en conjunto. Añade: "Tiene de bueno únicamente a sus buenas gentes". Y Altman convoca algunas de estas buenas gentes: Bruce Willis, Kevin Costner, Jack Lemmon, Jeff Goldblum, Cher, Nick Nolte, Susan Sarandon, Burt Reynolds y muchas más caras amigas, que pasan fugazmente por la pantalla de The player como parte del patrimonio universal de Hollywood, la cara buena de la moneda.

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