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EL PRIMERO DE MAYO EN EL MUNDO

Moscú celebra una agridulce 'Fiesta de la Primavera y el Trabajo'

Varios cientos de moscovitas que a las 11 de la mañana formaban un corro a escasos metros de la plaza Roja aplaudieron, un tanto sorprendidos, cuando la banda militar terminó de tocar una pieza de Glenn Miller, perfectamente ejecutaba por unos músicos que movían sus cuerpos al compás.Muy poco después, ya dentro de la plaza, a muchos viejos manifestantes comunistas se les saltaron las lágrimas cuando el himno de la desaparecida Unión Soviética sonó a través de los servicios de megafonía. El Primero de Mayo en Moscú fue ayer una fiesta variopinta en la que el pasado y el futuro se mezclaron para producir un extraño ambiente agridulce.

Los tiempos de aquellos obreros perfectamente encuadrados desfilando por la plaza Roja ante los enormes carteles que glorificaban el trabajo se sentían ayer muy lejanos, pero la Fiesta de la Primavera y el Trabajo -el nuevo nombre ideado por las autoridades democráticas- no se puede decir que rebosara alegría. Los niños de los orfelinatos, que en número de 2.000 fueron llevados a las 10 de la mañana al centro de la ciudad para que disfrutaran con las bromas de unos cabezudos que representaban a los personajes de sus cuentos, mostraban más una expresión de sorpresa que de alegría.

La irrupción en la fiesta infantil de una banda militar tocando jazz y tangos, junto a algunas piezas tradicionales, causó un notable impacto entre los centenares de moscovitas que a esa hora temprana se habían acercado al espacio habilitado por el Ayuntamiento para la fiesta.

Mientras se desarrollaba la fiesta, llegó una larguísima fila de unos veinte autobuses articulados que se situó formando una barrera. Dentro de ellos, centenares de policías. El motivo del despliegue fue evitar que los manifestantes convocados por organizaciones sindicales y comunistas pudieran ni siquiera mirar lo que pasaba allí, como se pudo comprobar poco después de las 12 del mediodía.

Las fuerzas nostálgicas del pasado comunista reunieron unas 20.000 o 30.000 personas, entre las que predominaba la gente mayor. Llegaron a paso vivo a la plaza Roja, pero la crispación de anteriores manifestaciones dejó ayer paso a la melancolía. Cuando a la una en punto, después de un minuto de silencio en recuerdo de Lenin, se produjo el cambio de guardia en el mausoleo del fundador del Estado soviético, los gritos de "Lenin, Lenin" no se puede decir que atronaran la plaza. Los lemas de las pancartas volvieron a ser los de anteriores marchas -"No al genocidio democrático", "Yeltsin-Judas", "No a la contrarrevolución burguesa"- aunque en esta ocasión los retratos de Stalin empezaron a superar a los de Lenin, o al menos, los igualaron en número. Junto a las banderas rojas con la hoz y el martillo, destacaba otra, también roja, con una imagen de Cristo.

Mientras los oradores lanzaban sus proclamas contra la reforma económica y uno de ellos leía el mensaje de solidaridad del líder cubano, Fidel Castro, grupos de paseantes festivos circulaban por las zonas de la plaza Roja que los manifestantes habían dejado libres.

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La fiesta prosiguió toda la tarde y a última hora, cómo no, hubo baile. "Hemos pasado otra página de nuestra historia democrática devolviendo esta festividad al pueblo", comentó uno de los organizadores municipales.

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