El fundador del Opus Dei: la huella deslumbrante de Dios
De la personalidad espiritual de Josemaría Escrivá de Balaguer, el autor destaca su condición de "siervo fiel" de Dios y el hecho de ser un "alma profundamente contemplativa", pese, a que la expansión de su obra por los cinco continentes pueda llevar a pensar que fuera un hombre de acción. Asimismo, defiende el rigor y la exactitud con que se ha realizado su proceso de beatificación.
La figura de Josemaría Escrivá de Balaguer suscita un considerable interés tanto en el pueblo de Dios como entre los teólogos. La actualidad de su mensaje y de su obra están a la vista de todos: como la calificó Pablo VI, es una "viva expresión de la perenne juventud de la Iglesia". Ya Pío XII había afirmado de él que era "un verdadero santo, un hombre mandado por Dios para nuestra época".,La respuesta de Escrivá de Balaguer a los problemas pastorales que se le presentaron, al principio y al final de su vida, fue siempre la misma: "Estas crisis mundiales son crisis de santos". Advirtió la necesidad de que los cristianos superen toda división entre la fe y el actuar diario, proclamó la vocación universal a la santidad y anunció con vigor que el trabajo humano es el instrumento a través del cual Dios llama al hombre a cooperar en el plan de la creación y de la redención.
El trabajo, que era el lugar de lucha y del aplastamiento del hombre por aquellos que deseaban plasmar los nuevos tiempos de una humanidad finalmente liberada y dueña de sí, se convierte para el fundador del Opus Dei en el ámbito de santificación.
Ese espíritu parece mostrar sus inagotables virtualidades, sobre todo hoy, cuando vemos que el humanismo moderno desemboca en el indiferentismo y en un callejón sin salida.
De ahí que no sea casualidad que en el texto del decreto sobre la heroicidad de sus virtudes se lea: "Este mensaje de santificación en y de las realidades terrenas resulta providencialmente actual para la situación espiritual de nuestra época". "En efecto, en los tiempos presentes, a la vez que se exaltan los valores humanos, también se advierte una fuerte inclinación hacia una visión inmanente del mundo, entendido como algo separado de Dios. Y este mensaje invita a los cristianos a buscar la unión con Dios a través del trabajo diario, que constituye una obligación y una fuente perenne de la dignidad del hombre en la tierra. Por lo que resulta patente la adecuación de este mensaje con las circunstancias de nuestro tiempo".
La actividad eclesial de Josemaría Escrivá comienza en una situación en la que las respuestas pastorales tradicionales daban los primeros signos de inadecuación ante el gran desafío de este humanismo ateo o agnóstico. En los últimos años de su vida asiste a la crisis de las ilusiones de quienes habían intentado superar ese impasse preconizando la adaptación de la Iglesia al mundo. Tampoco entonces su respuesta cambia, porque resulta perfectamente adecuada a las nuevas exigencias.
Es un eco ante litteram del mensaje central del concilio Vaticano II, en el que el fundador del Opus Dei tuvo la alegría de ver aprobadas las propias inspiraciones fundamentales; y al mismo tiempo se percibe un salto de siglos que conecta directamente con la genuina fuente de la espiritualidad cristiana: la experiencia de la primitiva comunidad cristiana.
Escrivá vive y transmite a todos los cristianos la experiencia del encuentro transformador con Cristo. No se preocupa de resolver complicadas cuestiones teológicas, sino que le mueve el anhelo pastoral de hablar a todos, cultos y sencillos, ricos y pobres, para entregar a todos un mensaje nuevo y antiguo: el mensaje de Cristo. Por esto, Camino -su libro más difundido- no es una exposición sistemática, sino una guía hacía el encuentro con el Señor. Incluso en su forma literaria, aparentemente tan asistemática como la vida misma, se refleja el sabor de los apophtegma de los primeros maestros del cristianismo.
Fidelidad
La amplitud de las realizaciones apostólicas promovidas por Josemaría Escrivá en los cinco continentes pueden hacer pensar que fuera, sobre todo, un hombre de acción. Los estudios realizados con motivo de la causa de canonización revelan en cambio que la verdadera clave de su personalidad está en su vida interior. Si se puede dar de él una definición, es la de siervoftel: fidelidad ejemplar en la respuesta diaría a la intensa acción de la gracia en su alma y, consiguientemente, en el cumplimiento del encargo recibido. Sólo dejándose modelar por el amor de Dios podría convertirse en heraldo de este mensaje radical de santidad.
Esta me parece la clave de la personalidad espiritual de monseñor Escrivá. Fue, en primer lugar, un alma profundamente contemplativa.
Desde joven, el Señor le condujo a través de experiencias místicas que le llevaron a alcanzar las cumbres de la unión transformante: locuciones interiores, purificaciones y consolaciones que le hacían sentir, en toda su humildad, la acción impetuosa de la gracia y que, en los verdaderos místicos, acompañaba con un rigurosísimo esfuerzo ascético y con una extenuante actividad apostólica, identificándose plenamente con la voluntad divina.
También en las purificaciones pasivas se asemeja el siervo de Dios a los grandes fundadores: la experiencia vivida de la propia bajeza ante el amor divino, la conciencia de la indignidad para una tarea sin límites y la dolorosa sucesión de las incomprensiones sufridas. Estas adversidades amenazaron al Opus Dei desde su mismo nacimiento: era como si Dios mismo pidiese una cosa humanamente imposible y, al mismo tiempo, pareciese que impedía su realización.
Adversidades
En su fisonomía espiritual se descubre también un don particularmente atractivo. La vida espiritual de Josemaría Escrivá es, en todo, una expresión de la filiación divina: todo es confianza, acogida cordial, transparencia.
Hasta el dolor es abandono sereno en el Padre que bendice con la cruz. Y todo sucede bajo el signo de la alegría, de un optimismo contagioso, de un maduro entusiasmo que hace singularmente atractiva su figura.
Agradezco al Señor haberme concedido ocuparme, en calidad de relator, de la causa de canonización de Josemaría Escrivá. Las investigaciones se han llevado a cabo en el más riguroso respeto de los criterios jurídicos y de la metodología científica exigidos por la Iglesia en tan delicada materia: los procedimientos procesales, la recogida y el análisis de las fuentes documentales y los sucesivos estudios histórico-documentales son también otro modelo de escrupulosa exactitud, con un sólido aparato crítico y de profundización sabia y segura.
Aparece así una figura que pertenece ya al tesoro de toda la Iglesia: su próxima beatificación nos presenta un hombre en el que Dios ha querido dejar una huella deslumbrante de su gracia.
es el relator general de la Congregación para las Causas de los Santos.
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