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California hace frente a tres fuertes terremotos con bajo número de heridos

Antonio Caño

Todavía recientes las imágenes de la tragedia provocada por una explosión de gas en la ciudad mexicana de Guadalajara, donde murieron más de 200 personas la pasada semana, llama la atención que California haya podido hacer frente a tres grandes terremotos en cinco días sin que haya que anotar más que unos cuantos heridos leves en la lista de víctimas. No obstante, la cadena de televisión CNN señaló ayer que cinco personas podrían haber desaparecido en la pequeña localidad de Pretolia. Las pérdidas que se estima ha provocado el seísmo ascienden ya a 10 millones de dólares (unos 1.000 millones de pesetas).

El tercer movimiento sísmico en el norte de California en los últimos cinco días se registró a primera hora de la madrugada de ayer. Aunque llegó a una magnitud de 6 grados en la escala Richter, suficiente como para ser considerado como todo un terremoto, los expertos lo han clasificado como una secuela del temblor que afectó a esa misma zona el sábado pasado y que alcanzó 6,9 grados de la misma escala. El seísmo del domingo tuvo su epicentro en la población de Scotia, a unos pocos kilómetros de las ciudades de Ferndale y For tuna, donde se localizó el del sábado. Aunque todas estos lugares son pequeñas ciudades de unos cuantos miles de habitantes, es sorprendente que el resultado de la tragedia sea una docena de personas hospitalizadas con cortes menores y desmayos. El miércoles pasado, otro terremoto de 6,1 grados afectó a un área también poco poblada de la ciudad de Los Ángeles y tampoco causó víctimas mortales.

Bastan algunas comparaciones para empezar a creer que las catástrofes naturales distinguen también entre ricos y pobres. El terremoto que causó un millar de muertos en San Salvador en 1986 tenía sólo 5,4 grados de la escala Richter, y el que arrasó Managua en 1962 -con 5.000 muertos- fue de 6,2 grados.

Cada punto más en la escala Richter equivale a una magnitud 10 veces superior. Es decir, que el terremoto del sábado en el norte de California, sin muertos, fue 15 veces mayor que el de San Salvador.

Obviamente, una de las razones de la menor mortandad en los sismos de California es el que se hayan registrado en zonas de baja densidad de población. Pero ésa no es la única. Cuando la tierra tembló el sábado en Fortuna, en esos momentos se celebraba un desfile por las calles de la ciudad. El pánico se extendió como en cualquier otro lugar en el que se presente un situación similar, pero la preparación de la población y la intervención de los servicios de asistencia fueron suficientes para impedir que el terremoto provocase daños mayores.

Los incendios fueron apagados en unos pocos minutos; las comunicaciones, reestablecidas en menos de dos horas, y los escombros, removidos antes de que nadie pudiera perder la vida debajo. Es cierto también que la población de esa zona, próxima a la ciudad de Eureka, tiene ya una buena práctica en ese tipo de operaciones, ya que ha sufrido al menos 10 fuertes temblores en los últimos 20 años.

La eficacia y suerte con la que se han superado los tres últimos temblores en California no ha hecho desparecer el pánico a que el gran terremoto, el que se hace anunciar con los sismos de los últimos días, esté a punto de sacudir a esa región norteamericana, tan proclive a ese tipo de fenómenos naturales.

Algunos habitantes de California llegados desde otros Estados del país han anunciado su intención de trasladarse inmediatamente a sus lugares de origen. Los, expertos de los institutos de sismografía de las universidades californianas admiten que no son capaces de asegurar si los últimos terremotos recientes son corrimientos de ajuste de las capas de la Tierra o un vaticinio de nuevos y mayores temblores. La franja del Pacífico, que cruza California y recorre esa costa de América Latina, es uno de los principales focos sísmicos del mundo.

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