Un circo cruel
LA EJECUCIÓN en California de Robert Alton Harris, reo de 39 años condenado a la pena capital por haber asesinado a dos adolescentes en 1978 para robarles su coche, muestra una vez más la crueldad con la que la humanidad -representada por sus clases dirigentes soluciona los conflictos que se plantean en las sociedades. La pena de muerte- que ayer- volvió a aplicarse en Tejas- representa siempre, en todas las circunstancias, la falta de racionalidad de quien la aplica, por muchos atenuantes que se le pongan a los ejemplos más extremos. La muerte de Harris -tras una agonía de 10 minutos en la cámara de gas y ante cuatro docenas de testigos- es, quiérase o no, la traslación del pan y circo a las postrimerías del siglo XX, en una sociedad que pasa por ser abanderada de la defensa de los derechos humanos. El nuevo orden mundial no afecta, en el asunto de la pena de muerte, a ninguno de los 36 Estados norteamericanos que, de los 50 que componen el país, mantienen en vigor la ley del talión.A nadie se le escapa el dato de que en tiempos difíciles, cuando las crisis ideológicas, morales, económicas, etcétera, impiden aplicar la certeza de criterios, una ejecución permite mantener la creencia en la justicia humana, sobre todo en aquellos -al parecer numerosos- ciudadanos para los que el ojo por ojo es la sutil culminación de la defensa legal del sistema establecido. El gobernador de Arkansas, el demócrata Bill Clinton, aspirante a la Casa Blanca, tiene el dudoso privilegio de ser uno de los últimos responsables civiles de una ejecución legal en plena campaña preelectoral. En EE UU, liberalismo y progreso son compatibles con la cámara de gas cianuro. Ahora toma el relevo California, la de "las doradas arenas de Malibú". No hay problema: en EE UU quedan cerca de 2.500 personas condenadas a muerte a la espera de la ejecución de la sentencia, un stock suficiente al que acudir en los momentos delicados.
Hace casi 16 años, este mismo periódico editorializaba sobre el tema: "La pena de muerte entraña la afirmación implícita de que el ser humano es irrecuperable tras la comisión de sus faltas. La pena de muerte es la quintaesencia del pesimismo histórico y humano". Así seguirnos pensando, pese a todo lo que ha ocurrido desde entonces.
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