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Tribuna
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Refundación

Escribí hace algún tiempo que 1992 no tenía aún todos los atributos puestos, por más que el inventario establecido hasta ahora sea denso: moros, judíos, indios que no lo eran, centenario de Franco, del nacimiento del nacionalismo político catalán, cambio de camisa de Isabel la Católica en el sentido higiénico de la expresión. Pero desde hace algunos meses se percibe la formación de una cuestión añadida que se iban pasando el Partido Nacionalista Vasco y Convergència i Unió como se pasan la pelota Michel y Butragueño o Laudrup y Begiristain en sus tardes afortunadas. Jordi Pujol puso nombre a lo que ya era una serie de hechos: refundación del Estado español.Con mis actos reflejos hechos polvo a causa de tan larga convivencia con la caprichosa cuando no nula permisividad del franquismo, yo me temía una reacción nacionalista española de consideración. Asistí al debate televisivo entre el señor Arzalluz y Franco, Tapia y Onega y allí Arzalluz dijo, como si no dijera, cosas que habrían motivado golpes de Estado hace no 11 años, sino hace dos días. Pero es que en dos días se ha producido una descomposición de las conciencias políticas más establecidas de tal envergadura, que por fuerza ha de dar lugar a una recomposición. Si Pujol y Arzalluz se han ido pasando la pelota de la refundación del Estado español, ahora un tercer jugador, inesperable más que inesperado, interviene con la misma vehemencia con que en el pasado arrancaba líneas telefónicas, escupía sin querer a empresarios de prensa del Opus y lanzaba el tren de alta velocidad de su verborrea por delante del ya considerable Talgo de su pensamiento. Me refiero a Fraga. Es el mismo Fraga que en el pasado blandía el mosquetón cada vez que estaba en peligro su concepto de la unidad de España, el que ahora se apunta a la Cofradía de Padres Refundadores del Estado. Ojo. Éste lo refunda y se lo queda.

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