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La City de Londres vuelve al trabajo entre las ruinas

Enric González

La City era ayer un gran campo de refugiados con corbata, en un extraño paisaje de rascacielos destruidos. Unas 300.000 personas acudieron, como cada día, a trabajar en la zona devastada el viernes por un coche bomba del Ejército Republicano Irlandés (IRA), y casi todo el mundo consiguió una mesa y un teléfono.Algunos fueron ubicados en sucursales de su compañía, otros fueron acogidos por la competencia, unos cuantos cientos se acomodaron en hoteles y el resto, los menos, fueron devueltos a casa. La City se sobrepuso y funcionó. El primer ministro, John Major, pidió al lord alcalde de la City que trasmitiera su felicitación a todos los trabajadores de la milla cuadrada, "por su formidable respuesta a la violencia terrorista".

Las bocas del metro vomitaban, hacia las ocho de la mañana, miles de personas con maletín y teléfono portátil. El viaje había sido largo y azaroso, lleno de interrupciones y desvíos causados por falsas alarmas de bomba. Desconcertados, atónitos ante el dantesco panorama de los escaparates reventados y los edificios sin cristales, se encaminaban por grupos hacia sus respectivas compañías.

U

n nombre y un destino

A la puerta de cada uno de los 35 rascacielos inservibles había una mesa y un empleado con una lista de nombres. "¿Michael Smith? Vaya a nuestras oficinas de Euston Square". "¿John Thomas? A usted le prestarán una oficina en Lloyd's". Y así, largas colas de ejecutivos se disolvieron poco a poco. El ambiente era casi jovial.Los más encarnizados enemigos comerciales eran, por un día, compañeros de fatigas. Quien más quien menos, cada uno se sentía un poco héroe. Algunos restaurantes repartían café gratuitamente. British Telecom colaboró en la operación creando un servicio gratuito de transferencia de llamadas hacia las ubicaciones provisionales.

Durante todo el fin de semana, brigadas de trabajadores trabajaron día y noche para retirar los escombros de las calles, bajo los que el sábado aún apareció un cadáver. La calzada estaba limpia ayer, y los edificios más afectados habían sido apuntalados. Por todas partes habiá patrullas de policía. "Si lo han hecho una vez, pueden repetirlo", decía June Ashton, técnica en ordenadores.

El atentado del IRA costó la vida a tres personas, cuyas identidades se hicieron públicas ayer: Danielle Carter, de 15 años; Paul Butt, de 29; y Thomas Casey, de 49. De los 91 heridos, sólo nueve seguían hospitalizados. El coste de los destrozos no ha podido ser evaluado con exactitud, pero se estima entre 150.000 y 250.000 millones de pesetas.

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