La tendencia a la abstención en Italia amenaza a socialistas y ex comunistas
Los datos de participación registrados ayer en Italia, al cierre de la primera jornada de unas elecciones que concluyen hoy a las dos de la tarde, indicaban un aumento de la tendencia a la abstención, que podría alcanzar los valores finales más elevados desde que, en 1979, comenzara el declive del voto comunista. A las diez de la noche el índice de participación se encontraba en el 68%, 2,1 puntos por debajo del registrado en la primera jornada de las legislativas de 1987 (70,1%). Al final, en 1987, la participación alcanzó un 88,8%.
La afluencia a las urnas osciló considerablemente durante la jornada. A las once de la mañana, la participación era inferior en 5,7 puntos a la registrada hace cinco años. Pero los datos de las 5 de la tarde reflejaron una inversión de la tendencia, con un aumento de 2,4 puntos en relación con los comicios de 1987. A las diez de la noche, cuando los colegios electorales cerraron hasta las 7 de la mañana de hoy, al término de una día que invitó poco a salir de la ciudad de residencia, el fantasma de la abstención, especialmente peligroso para ex comunistas y socialistas, volvió a cobrar vida. Achille Occhetto, el líder del ex comunista Partido Democrático de la Izquierda (PDS), se ha bía mostrado "confiado" sobre los resultados de su partido en estas elecciones "decisivas", cuando acudió a votar, en torno a mediodía, en un colegio del centro de Roma. La capital italiana registraba, sin embargo, a esa hora el índice de participación más bajo desde los comicios provinciales de 1964.
Bettino Craxi, que votó a la misma hora en un colegio de Milán, dijo que "el agua trae suerte en las elecciones", para aludir a que la lluvia disuade a los italianos de acercase al mar y les encamina a los colegios electorales. Pero la participación en la capital lombarda, que los socialistas temen perder como consecuencia de la capacidad de la Liga del Norte para recoger el voto de protesta, era entonces 5,4 puntos inferior a la de hace cinco años.
Giulio Andreotti, presidente del Gobierno, que los domingos suele ir a misa de siete, sorprendió a los periodistas que madrugaron para asistir a su votación, porque hasta pasadas las nueve y media no llegó al colegio romano que le corresponde. Explicó que había decidido hacerlo así para escapar de los informadores y no dio más declaraciones.
El presidente de la República, Francesco Cossiga sí madrugó. Acudió a las 7.45 horas a su colegio electoral del barrio romano de Pratti, donde desplegó su locuacidad habitual, esta vez en tono solemne, para recordar a todos los italianos que los problemas del país no son sólo de los políticos y que todos deben arrimar el hombro para resolverlos.
Funeral en Sicilia
Cossiga tenía el día ocupado, ya que ayer mismo debía viajar a Sicilia para asistir a los funerales del suboficial de carabineros Giuliano Guazzelli, de 59 años, asesinado por la Mafia el sábado, día de reflexión electoral.
Precisamente en esas regiones del sur, donde domina el voto controlado y la abstención en las primeras horas de la jornada electoral resultaba menos evidente, los grandes partidos de la mayoría, democristiano y socialista, esperan ganar votos para compensar las previsibles pérdidas que sufrirán en el norte.
Tanto en Calabria como en Sicilia hay ya investigaciones abiertas sobre intentos mafiosos de control del voto y en la región insular se han registrado, además, numerosos casos de intimidaciones y amenazas contra ciertos candidatos.
La reforma de la ley electoral aprobada en el referéndum del pasado 9 de junio, por ser incompleta, puede contribuir a la facilitar la entrada en el Parlamento de elementos mafiosos. Hasta ahora, los italianos votaban a un partido y luego podían señalar su preferencia por hasta cuatro candidatos.
El número de preferencias, que ha sido básico para el sistema partitocrático porque determina la atribución de lo escaños, ahora se ha reducido a uno. Paradójicamente, ocurre que, al concentrarse los votos en los candidatos más elegidos, disminuye el número de preferencias necesario para sentarse en el Parlamento, y ello simplifica el trabajo de los que promueven a un diputado con métodos sucios.
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