Hijos de emigrantes

El tema de esta carta es la nueva ley del servicio militar, que es para nosotros, los trabajadores españoles en el extranjero, de la mayor importancia.Con una supuesta igualdad de todos los españoles ante la ley se anula la prórroga de cuarta clase por la que los hijos de los emigrantes españoles podían quedar exentos, si así lo solicitaban, del servicio militar obligatorio. La citada prórroga se ha anulado con la entrada en vigor de la Ley Orgánica 13/1991, de 20 de diciembre.

El Gobierno español demuestra, una vez más, su desinformación o su poca aptitud para abordar los problemas reales nuestros.

Para empezar, nuestros hijos no son españoles en el pleno sentido de la palabra. Conocen España de vacaciones, a lo turista; hablan el castellano peor que las lenguas de los países en que han nacido y se han criado, y bastantes lo chapurrean tan sólo. Cuando van a España les llaman alemanes, y si mantienen la nacionalidad española es por inercia, por indecisión o porque, simplemente, sus padres siguen siendo españoles y no quieren agraviarles. No se sienten, en su mayoría, españoles y apenas se interesan por las cosas de España. Cuando hablan entre ellos lo hacen en alemán, y la mayoría de sus amistades son alemanas. Mandar a España, en estas circunstancias, a nuestros hijos a hacer la mili es mandarles a hacer la mili al extranjero. Los más acabarán quedándose de por vida en los países en que residen. Sólo el apellido denunciará su origen. Los vínculos que, por tanto, les unen con la patria son insignificantes.

El castellano, no obstante, mi hijo lo habla y escribe relativamente bien, porque, entre otras cosas, asistió a las clases complementarias, que por cierto no subvenciona el Gobierno español, lo que es su deber, máxime si pretende mantener buenos españoles allende las fronteras, sino que son los ministerios de Cultura de los distintos Estados federales quienes contratan a los profesores nativos españoles y costean los libros de texto, que, de paso, los importan de España, de lo que debería sonrojarse una buena parte de la cúspide política carpetovetónica, si no toda. Sin embargo, la cara no se le cae a nadie de vergüenza.

Y lo que social y políticamente es más grave. Poniendo el dedo en la llaga, hay que decir, mal que nos pese, pero haciendo honor a la verdad, que la ley del servicio militar anterior y la correspondiente prórroga de cuarta clase data de los más oscuros tiempos del franquismo. Al menos entonces se percataron de que aquel que ordeña demasiado a la vaca se acaba quedando sin vaca y sin leche.-