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Cuando suenen las campanas

Las campanadas de medianoche marcaron anteayer la hora de cierre de los animados bares del centro de Vigo. Los despistados, que pensaron podían continuar con la charla y las copas si mantenían las puertas cerradas y abrían sólo a los amigos, recibieron pronto la visita sindical y tuvieron que apagar las luces."La juerga la montáis en casa. Habéis tenido todo el día para comprar cervezas pero ahora no se puede estar aquí, que estamos en huelga, y las normas son las normas", argumentaba una y otra vez uno de los jóvenes que recorrieron la ciudadad para cumplir las tareas informativas propias de los piquetes de huelga.

Más tajante fue la decisión de otro piquete. El grupo decidió comprobar en la madrugada cuál es la línea de flotación de un periódico, y tiró el contenido de una furgoneta de Atlántico Diario al río Lagares.

Otro de los puntos de reunión de los piquetes, la entrada de la fábrica de granito de Antonio Ramilo, presidente de la patronal gallega, estuvo exento de la más mínima fiesta.

Ramilo calificó de coacción el hecho de que existan piquetes informativos, pero evitó, con la misma determinación que sus colegas en las compañías Flex, Alcampo o El Corte Inglés, la más mínima discusión.

La concentración, en Vigo, de la principal manifestación de la jornada supuso la llegada a la ciudad de un buen número de militantes de los sindicatos y de simpatizantes de otras zonas de Galicia y de la cornisa cantábrica.

Quizá para evitar que el paro general se convirtiera, por la fuerza de los hechos, en una huelga de hambre, los hoteles recibieron autorización implícita de los sindicatos convocantes para dar comidas, aunque, eso sí, nunca en los locales que dan a la calle.

Comprensión de la Xunta

Además del acto central celebrado en Vigo, se llevaron a cabo manifestaciones en otras 11 localidades gallegas. En Orense participaron 15.000 personas según cálculos de la Policía Municipal, unas 10.000 en La Coruña, más de 5.000 en Santiago y Ferrol y 2.000 en Pontevedra.

La huelga no estaba apoyada por los dos partidos mayoritarios (PP y PSOE) ni por la patronal.

La Xunta, que preside Manuel Fraga, intentó mantener la normalidad con los servicios mínimos, que permitieron que la radio y la televisión públicas emitiesen casi toda su programación habitual.

En una declaración oficial, el Gobierno gallego mostró su comprensión por los motivos de la huelga, aunque matizó que éste "no es el método más adecuado".

"Galicia tiene derecho a reivindicar y a recibir, con la corresponsabilidad del Gobierno central y las instituciones comunitarias, todo el esfuerzo para salir de una crisis histórica y alcanzar la cuota de industrialización que le corresponde", señaló el Ejecutivo que preside Manuel Fraga.

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